CRÍTICA DE CINE

Mejor sin permanencia

Begoña del Teso

San Sebastián

Jueves, 16 de octubre 2025, 02:00

Quizás el mito sea millones de años más viejo que el mismo Cinematógrafo. Hablamos de la máquina que toma conciencia y se rebela contra su ... creador. Vayan más atrás y más lejos del Hal 9000 de '2001'. Olvídense de los replicantes. Recuerden el Golem. Recuerden a la criatura de Frankenstein. Recuérdennos a nosotros mismos comiendo el fruto del Árbol de la Ciencia y la Vida en el Paraíso. No, 'Tron: Ares' no cuenta nada nuevo. Pero sabe cómo contarlo, haciendo surgir en nuestro mundo seres virtuales que acumulan las cualidades de los dioses que nosotros también creamos. Porque si Jared Leto encarna a Ares, el Señor de la guerra griego, quien viene a buscarle a esta Tierra que está dejando de ser analógica es una no menos extraordinaria Atenea. Señora máxima de la misma guerra pero igualmente de la Sabiduría y las Artesa

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'Tron: Ares' no cuenta nada que no supiéramos: el Ser Humano nunca descubrirá el código de la Permanencia, de la Inmortalidad. Pero no importa que eso ya lo sepamos. El secreto está en que logran entretenernos para que por unos minutos olvidemos que algún día quedaremos desconectados para siempre de la Vida.

'Tron: Ares' funciona. Entre otras cosas porque de pronto el 'replicante' comprende que se está volviendo 'humano' cuando en sus circuitos cuánticos no encuentra las claves para explicar por qué le gusta más Depeche Mode que Mozart (buena elección, por cierto) y ha de usar la extraña (para él) palabra 'sensación'... Funciona porque aunque tenga profundidad filosófica zero, están, sublimes, Gillian Anderson y Jeff Bridges y porque la banda sonora es brutal. No nos confirma la permanencia (¿quién la quiere!) pero sí dos horas casi brillantes.

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