Cinco arqueólogos más sospechan ante el juez que en Iruña Veleia se manipulaban las piezas
Raúl Sánchez, que trabajó en Veleia en 2006 y 2007, cree que en la pieza que aparecieron las palabras 'ian' y 'edan' «se hizo algo»
Hasta cinco arqueólogos que trabajaron en la excavación de Iruña Veleia reiteraron ayer con sus respectivos testimonios, en el juicio que se sigue por falsificación ... y estafa contra los responsables del yacimiento alavés, que las inscripciones presuntamente revolucionarias aparecían en las piezas en el proceso de lavado y nunca el ser extraídas de la tierra. Esta fue la versión, aportada por Raúl Sánchez, Daniel Vallo, Rafael Mansilla, Xabier Reparaz y Henar Fernández, que trabajaron en el yacimiento y que coincide con la declaración realizada el día anterior por los tres arqueólogos que destaparon el escándalo, José Ángel Apellániz, Miguel Ángel Berjón y Carlos Crespo. «Los grafitos excepcionales nunca salieron en campo, sólo en la fase de lavado».
El testimonio más contundente que ayer escuchó el Juzgado de lo Penal 1 de Vitoria fue el de Sánchez. Especialmente acerca de dos piezas con inscripciones en euskera que aparecieron en el barracón de lavado durante su relación laboral con Lurmen -empresa de Eliseo Gil e Idoia Filloy- entre junio y noviembre de 2006. Este especialista se mostró tajante en lo referente a la inscripción de dos términos en los que se podía leer comer y beber en euskera -'ian' y 'edan' (con la 'e' antigua representada por dos líneas verticales). Estas, junto a otros términos, de ser ciertas, adelantaban 600 años el primer testimonio escrito hallado de palabras comunes en lengua vasca.
Sin embargo, Sánchez aseguró que en esa pieza «se hizo algo». Él mismo confesó que ya estaba «con la mosca detrás de la oreja porque en campo no salían grafitos excepcionales y salían todos en el lavado». Por ello, decidió tomar medidas para evitar que no se le escaparan inscripciones. «Me llevé de casa un táper para lavar el material en el propio sondeo y no salía nada», aseguró. En este sentido, Daniel Vallo, compañero de Sánchez en 2006, coincidió en que «se nos podía pasar uno o dos, pero no tantos», en referencia a los 476 grafitos excepcionales hallados en la excavación, muchos de ellos con referencias en euskera, otros con jeroglíficos egipcios o representaciones cristianas, como el que sería el primer calvario o la primera representación de la última cena. Ambos aseguraron que no localizaron ningún grafito excepcional, a pesar de excavar su sector «despacio, íbamos a paletín», es decir, agachados o arrodillados a escasos 50 centímetros del suelo.
«Empezó a salir un grafito, otro y otro. Me sentí como que era una escenificación, como que querían testigos»
RAÚL SÁNCHEZ
«Si seguís lavando así el material os denunciamos. Si salen grafitos paráis y nosotras lo lavamos»
EL SERVICIO DE RESTAURACIÓN
Ambos informaron al tribunal de una visita de dos funcionarias del servicio de restauración que advirtieron de la mala praxis en el proceso de lavado dado que las piezas que ellas recibían llegaban «abrasadas por el exceso de celo en el cepillado. Si seguís lavando así el material os vamos a denunciar. Si salen grafitos paráis y nosotras lo limpiamos», advirtieron a todo el equipo, según explicó ayer Raúl Sánchez.
Unos días después, según su testimonio, en un sondeo fuera de las murallas de Veleia, el propio Raúl Sánchez y Henar Fernández encontraron un plato funerario. En el momento en que se desenterró, en compañía de José Ángel Apellániz, «tenía muchas adherencias», pero «se podría haber visto si tenía algún grafito porque quedó limpio», atestiguó Sánchez. Según Vallo y Sánchez, ese día comieron junto a la sala de lavado, mientras Ainhoa Gil lavaba el material recogido. «Ainhoa comenzó a lavar el plato y a darle muy fuerte», por lo que Sánchez le recordó el aviso de las funcionarias de restauración. «Pero no hizo caso. En un momento dado Ainhoa se levantó y se fue. No sé si se pasaron 10 o 15 minutos y aparecieron todos los del equipo en alegre compañía con el plato en el que había aparecido otro grafito», testificó Sánchez. «Se fue con la pieza sin decir nada. En ella se leían palabras en euskera, 'ian' y 'edan'».
¿Hubo manipulación?
Pero la cuarta sesión del juicio deparó más sorpresas. En respuesta a las preguntas formuladas, Sánchez confesó que un día, mientras estaban en el laboratorio «empezó a salir un grafito, otro y otro. Me sentí como que era una escenificación, como que querían testigos», expresó este historiador. «Me parecía tan raro que se lo dije los compañeros». Ante sus sospechas decidió echar un vistazo en la sala contigua de donde tomaban el material para el lavado «porque igual estaban echando ahí grafitos. Revolví en el capazo y había una pieza que no era como el resto del material, no tenía la misma tierra negra húmeda que el resto. Ésta tenía barro seco de color beige blanquecino. Alguien había tocado esa pieza, la había embadurnado de barro seco y la había echado al capazo. Esa pieza tenía grafito», relató al tribunal. «No puede ser que estén manipulando este material», expresó ante lo que acababa de ver. Las sospechas de fraude se acrecentaban entre el equipo de arqueólogos.
Carlos Arias, el escultor al que Euskotren colocó en Iruña Veleia
Por el juicio contra Eliseo Gil por falsificación y estafa en el yacimiento de Iruña Veleia han pasado ya una decena de arqueólogos y la restauradora Ainhoa Gil. Sin embargo, ayer un testigo con un perfil diferente aportó su testimonio al Juzgado. Carlos Arias, ceramista y escultor, fue propuesto para trabajar en la excavación alavesa por Euskotren -sociedad pública vasca patrocinadora del proyecto Iruña Veleia Tercer Milenio al que aportó 3,7 millones de euros-.
Arias, que se integró en el equipo de Lurmen en enero de 2006, aseguró ayer que su relación con Gil era «correcta, en general», a pesar de que en la jornada precedente varios testigos aseguraron que la dirección de la empresa tenía una relación de «hostilidad» con este ceramista con «sensibilidad por la historia» y que les prohibía relacionarse con él. Aseguró que los arqueólogos Apellániz, Berjón y Crespo le trasladaron algunas quejas y que «había que cambiar algunas cosas», en alusión al método de trabajo, pero «yo no tenía un criterio objetivo porque acababa de llegar», atestiguó. Sin embargo aseguró que puso en contacto a estos profesionales con la dirección de Euskotren, cuyo director en aquel momento, Julián Eraso realizó una auditoría. De su presencia en Iruña Veleia, asegura que «nunca» encontró grafitos, ni siquiera en las «dos o tres ocasiones» en las que lavó material. «Oí gritos de alegría y me dijeron que había aparecido material nuevo, pero nunca supe nada más. Luego, a propuesta de Eliseo Gil me fui a trabajar a Aranzadi y ya no volví al yacimiento», destacó.
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