La tercera dosis es mi resumen del año
La Agenda Portátil ·
Me llegó el tercer pinchazo, pero sin la pasión de los dos primeros: ya no siento nada al vacunarme contigo. Hay que ser positivo, sí, pero sin ser «positivo»Yo también quería escribir mi resumen del año, pero acabo de condensarlo en un minuto: quién iba a decir que cerraría 2021 vacunándome contra el ... bicho por tercera vez, como tantos otros que hemos superado los cincuentaytantos. Más Moderna. En los segundos del pinchazo he visto pasar por mi cabeza doce meses.
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¿Cómo podíamos sospechar que terminaríamos el año con más contagios que nunca, las restricciones de antes, el desconcierto generalizado? Nadie predijo que viviríamos esta nueva vuelta de tuerca de la pandemia, y ya podemos imaginar que aún viviremos cosas inimaginables.
Podría resumirse el año en tres pinchazos, sí. En mayo subí a Illunbe para vacunarme por primera vez con una sensación de entusiasmo: el sistema y la ciencia funcionaban, nos vacunaban en masa, era el principio del fin. Cuando la enfermera me puso la dosis y pasé el cuarto de hora postjeringuilla ahí, sentado en una silla de plástico y mirando el tendido, parecía que el futuro empezaba a clarear. Luego llegó la segunda dosis, allá por verano, y todo fue más rutinario (las primeras veces siempre son más emocionantes, aunque en las segundas todo sale mejor) pero se mantenía la esperanza.
Pero todo empeoró y nos mandaron una tercera dosis. Esta vez me ha tocado en lo que antes llamábamos «casa de socorro», en la calle Bengoetxea de Donostia. Como en las veces anteriores todo estaba bien organizado, el trámite fue rápido y el personal de Osakidetza, amable y eficaz. Ahora ya no hay cuarto de hora de calma prudente tras el pinchazo: te ponen la tirita y a la calle. «Si se siente mal, paracetamol cada ocho horas», me dijo una joven enfermera. «Ojalá sea la última dosis, porque será señal de que la cosa va mejor», le digo mientras me coloco bien la camisa. «Ojalá, sí: nadie está más interesado que nosotros en que esto acabe pronto», responde. La vacuna es ahora un trámite sin pasión: como cantaría la Jurado, ya no siento nada al vacunarme contigo.
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Esto parece que no acaba nunca. Crecen tan rápido los contagios como el desaliento. Hablas con bares, organizaciones culturales o personal sanitario y cunde la sensación de que ya no aguantamos más. Pero aguantaremos. Saben los fieles lectores que pese al prestigio intelectual del pesimismo aquí cultivamos el optimismo. Aunque ser «positivo» es ahora tan polisémico como peligroso.
Esta noche es Nochevieja. Siempre digo que uno de los privilegios de cumplir años es que una noche como hoy puedes quedarte en casa sin necesidad de dar explicaciones: la Nochevieja es uno de los peores momentos para festejar ahí fuera. Pero una cosa es hacerlo por elección de señor mayor y otra porque lo manden los gobiernos o las circunstancias. Lo que fastidia de verdad es que la noche del 19 de enero se acerca con los peores augurios.
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Llegarán mejores momentos. Al menos, vamos a desearlos. Seamos 'positifos': en el alma, pero no en los test. Feliz año.
EN VOZ BAJA
Kerido diario: cuatro o cinco momenticos
Ha habido virus, sí, pero también momenticos felices que merecen ser anotados en este rincón íntimo. Les invito a realizar el mismo ejercicio: sin consultar papeles, ni las fotos del móvil, ni su Instagram, repasen hoy qué buenos recuerdos les vienen a la cabeza. Ya verán cómo el 2021 no ha sido tan malo.
Más allá de los muy personales o familiares (uno cuenta aquí su vida, pero no toda), repaso algunos momentos. Por ejemplo, el rato de junio que pasé encerrado con Cristina Iglesias en su intervención de la Casa del Faro de la isla: será el paso del tiempo el que juzgue esa escultura, pero esos minutos ahí dentro escuchando sus palabras me reconciliaron con Hondalea.
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¿Más? La tarde de verano en que el Camino de Santiago me llevó hasta Viana. Había caminado casi 30 kilómetros bajo un sol de justicia. Me duché, cené en una terraza, tomé un pacharán nocturno mientras sonaban las campanas y me sentí en 'la gran belleza' a la navarra. Qué ganas de reanudar el camino donde lo dejé, en Logroño.
Otra noche: cuando la Real ganó la Copa. Nos tocó trabajar hasta tarde en Redacción. Volver a casa por una ciudad vacía pero feliz, en pleno toque de queda, fue tan gratificante como el título.
Y el aperitivo que tomé en San Sebastian Gastronomika con Julie Andrieu, la viajera culinaria de La2, y la sonrisa que me lanzó Jessica Chastain en el María Cristina antes de recibir su premio del Festival, y el vuelo en helicóptero desde Akelarre a la bahía.
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Pero sí, lo cierto es que lo más emocionante fue esa primera vez con Moderna en Illunbe...
mezquiaga@diariovasco.com
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