No es una postal ni el libro de Religión de nuestras adolescencias; es La Concha la mañana del día de Navidad. m. e.
La agenda portátil

«¡Qué mirás, bobo!»: la vida es mejorque los telediarios

Autoayuda txikita antes de las uvas: cuando aprendes que la militancia por el entusiasmo es el gran viaje. (O quizás los años solo me han hecho más tonto)

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Sábado, 31 de diciembre 2022, 09:11

Una persona muy querida me envía una foto en la que se ve cómo mis páginas sobre Baroja de hace una semana envuelven en su ... casa unas botellas de vino dentro de una bolsa. Siempre repito aquello de Hemingway: tus exclusivas de hoy envolverán el pescado de mañana. Ahora ni eso: apenas se usa el papel de periódico como envoltorio y las exclusivas sí se mantienen en el mundo virtual, pero fugaces: periodismo es «jugarte la vida en cada párrafo», como decía algún periodista exagerado (valga la redundancia), para que luego esa línea quede sin leer o sea leída al revés.

Publicidad

Se cierra el año y otra de las viejas obligaciones periodísticas es repasar los últimos doce meses. De eso ya hay mucho y bueno estos días en DV. Así que yo me permito en esta esquina íntima que mañana envolverá el aceite el repaso personal. Veo todo lo que ha pasado y lo que queda son los ratos disfrutados con la gente cercana, los caminos paseados, los viajes a paraísos más o menos cercanos, los libros que te atraparon, las pelis que te clavaron en la butaca del cine, las comidas con amigos que se alargaron hasta la cena. Son topicazos, como de libro de autoayuda txikito, pero a cierta edad uno empieza a comprender que los tópicos son casi siempre reales.

La vida es también el hueco que dejan quienes se van. «Antes no se moría tanta gente», dice la broma. Solo ocurría que otras generaciones estaban en las trincheras, pero la línea de fuego está cada vez más cerca. El otro día abracé por La Concha al padre de una queridísima amiga de mi edad que siempre fue luz y que ha fallecido esta semana, demasiado pronto. Con una gran entereza ese caballero donostiarra me emplazó a disfrutar cada minuto con los seres queridos porque esto acaba cuando menos lo esperas. Si se lo lees a Coelho te suena a psicología para principiantes; si te lo cuenta alguien que atraviesa un trance tan duro el mensaje penetra en tu cabeza y no se va.

El tiempo me ha convertido en militante del entusiasmo: quizás es porque los años, en contra de lo que ocurre a los otros, no me hacen más listo, sino más tonto. O más ingenuo. Cuando eres adolescente el nihilismo resulta sexy; luego aprendes que nada hay más sexy que el buen rollo. «¡Qué mirás, bobo!», decía Messi a un jugador neerlandés en el famoso vídeo del Mundial. Pues eso: tal vez el bobo soy yo, pero he venido a decirles que la vida son cuatro días y no merece la pena perderlos en tonterías. (Es hiriente decírselo a quien lo está pasando realmente mal, y les pido perdón. Me dirijo a quienes se recrean en el 'ay, qué bien tan mal').

Publicidad

En El Diario Vasco hemos vivido este año una mudanza. Estamos en Miramon, más lejos pero más cómodos. Los días que puedo bajo andando desde ahí y se me activan las neuronas. En julio hará 40 años desde que con 19 llegué a mi primera Redacción y empecé a escribir en los periódicos; en septiembre espero cumplir los 60. La generación del 63, esa de la que tanto he hablado, cambiamos de década «aunque estamos mejor que nunca», como me decía Arantxa Tapia, también componente de esa quinta. Pues volvamos a los tópicos: hoy empieza el resto de nuestras vidas. Disfruten. La vida es estupenda aunque los telediarios digan lo contrario.

EN VOZ BAJA

Baroja vigila las bicis de Okendo

El miércoles Pío Baroja 'cumplió' 150 años. Esta ciudad, la suya, ha estado perezosa en el recuerdo, y el día D el vacío fue absoluto. La mañana del aniversario me acerqué hasta el portal de Okendo donde sigue la placa que recuerda que ahí nació el escritor. Nada había: solo la pintada de siempre. Enfrente, el busto en su memoria, cercado ahora por un aparcamiento de bicis. Don Pío vigila las bicicletas. San Sebastián ha convertido a uno de sus hijos más reconocidos en vigilante de la OTA, naranjito de Tráfico.

Publicidad

'No me acuerdo de nada': gora Nora

No me gusta hacer listas, pero mi amiga Carolina Isasi me pide que le envíe para su newsletter alguna lectura que me haya gustado este año. Pongo las primeras que me vienen a la cabeza. Podría hablar de 'Un tal González' de Sergio del Molino, y su viaje a los años del felipismo, que leí con tanto gusto. O de 'El señor Wilder y yo', divertida historia de Jonathan Coe para quienes creemos, como Fernando Trueba, que Billy Wilder es Dios.

Pero si pienso qué lectura me hizo más feliz me quedo con la gran Nora Ephron y 'No me acuerdo de nada', memorias desordenadas sobre periodismo, parejas y vidas cruzadas. Ella murió, pero sus obras se reeditan: en los libros somos inmortales.

Publicidad

mezquiaga@diariovasco.com

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad