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Juan Mari Ruiz, en un ensayo con la Orquesta Taupadak.

Juan Mari Ruiz: «La obra de Strauss es difícil, pero el público saldrá tarareándola»

Actúa hoy a las 20.00 horas en el Amaia de Irun en el ya habitual concierto anual de esta sinfónica solidaria que integran sesenta músicos profesionales

IÑIGO MORONDO

Sábado, 7 de enero 2017, 09:16

La Orquesta Sinfónica Taupadak se vuelve a reunir hoy por sexto año. Se trata de una agrupación de 60 músicos profesionales que se citan una vez al año para un concierto con múltiples objetivos. El principal, colaborar con la ONG que le da nombre, Taupadak, en la financiación de la Escuela de Música de San Ignacio de Moxos que esta organización dirige y gestiona en plena selva amazónica de Bolivia, destinando cada uno de los 10 euros que cuestan las entradas. También se pretende ofrecer un espectáculo de primer nivel de interpretación de música clásica en Irun, ciudad natal de la mayoría de los componentes de la orquesta y con la que de alguna forma se relaciona también el resto. El programa incluye obras de Rossini, Korsakov, von Suppé, Johan Strauss y el Concierto para oboe y orquesta de Richard Strauss, en el que el oboísta irunés Juan Mari Ruiz es solista. La actuación es hoy, a las 20.00 horas, en el Amaia de Irun.

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-Es profesor de su instrumento en el Conservatorio Superior de Navarra y jefe de estudios de este mismo centro, y compagina la docencia con la interpretación.

-Empecé a enseñar muy joven, en el Conservatorio de Irun y un tiempo después saqué la plaza en el Superior de Pamplona. Cuando tienes la suerte de encauzar tu carrera como profesor tan pronto, corres el riesgo de apoltronarte, de anquilosarte y de perder contacto con el instrumento. Yo siempre he buscado mantenerme muy activo porque si tu actividad principal es la enseñanza necesitas tener algo que enseñar, tocar fuera de tu casa.

-Lo ha hecho colaborando con la mayoría de agrupaciones músicales de referencia de la zona.

-Nunca he estado en la plantilla de ninguna orquesta pero he colaborado con la Sinfónica de Euskadi, con la de Bilbao, con la de Baiona, con la de Navarra... Soy un poco el oboista de socorro, cuando hace falta un extra o alguien se pone enfermo. A eso le sumo colaboraciones con orquestas benéficas como ésta, proyectos puntuales, recitales... Siempre estoy preparando algo.

-¿Qué viene después de este concierto?

-En realidad llevo ya un tiempo preparando un recital de oboe y piano junto a otro irundarra, Ricardo Requejo. Lo tenemos ya montado y estamos en el proceso de difundirlo y empezar a dar conciertos.

-Pero primero este Concierto para Oboe y orquesta de Richard Strauss, una obra con fama de difícil.

-No es que sea un concierto virtuoso, como puedan ser los de Sarasate, pero tiene frases muy largas. La primera dura dos minutos y medio y hay que tocar haciendo respiración continua (inhalando por la nariz sin dejar de soplar por la boca). La clave está en hacerlo parecer fácil, que el público no note la dificultad, en hacerlo bonito para que la gente disfrute la melodía. También la orquesta tiene algunas partes muy complicadas. Quizá sea ésta la obra más difícil que esta orquesta ha tocado desde que se fundó. Pero es preciosa. El público saldrá tarareándola.

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-También es una obra con una historia curiosa detrás.

-Sí. Al final de la Segunda Guerra Mundial, los soldados americanos llegaron al pueblo donde vivía Strauss buscando casas en las que alojarse. Strauss se presentó como el compositor de 'El Caballero de la Rosa' con la suerte de que el teniente que fue a su casa era músico y lo reconoció. Mantuvo su casa y recibió la visita de muchos soldados músicos. Uno de ellos fue un oboísta de la Orquesta de Pittsburg, que alagó sus solos para oboe y le propuso que escribiera un concierto para el instrumento. Strauss dijo que no en el momento, pero lo acabó haciendo y se lo dedicó a aquel soldado. Lo curioso es que la obra no refleja en absoluto el trágico momento en el que se escribió. La historia con todos sus detalles y la complicada relación de Strauss con los nazis la he contado íntegramente esta semana en mi blog juanmariruiz.com.

-Es una web curiosa que llama 'El deporte de ser músico'.

-Hablo de deporte y hablo de música y, muchas veces, de la relación entre ambos.

-¿Cuál es esa relación?

-Se interrelacionan de muchas formas. Sobre todo, creo que comparten un mismo esquema básico: seleccionas un objetivo, y te preparas para él con la planificación y los ejercicios adecuados. Es fundamental elegir bien los objetivos, saber cuáles son los ejercicios adecuados y mantener la disciplina. Cómo he preparado este concierto de Strauss se parece a cómo preparé la Maratón de San Sebastián que corrí en noviembre. También se relacionan como vía de escape el uno de la otra. En momentos de estrés laboral, correr hasta Hendaia antes de ir a Pamplona me hace afrontar el día más relajado; cuando estoy en semanas de entrenamiento intenso, coger el instrumento me alivia.

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-¿Traslada esa filosofía a su alumnado?

-En tantos años he ido viendo cómo cada vez más alumnos, sobre todo los mejores, sufren problemas serios de estrés, son demasiado autoexigentes. La enseñanza arcaica te pide estar siempre al 100%. Yo intento transmitir que no es así. Después de terminar la maratón no sigo haciendo 100 kilómetros a la semana, pero tampoco engordo 10 kilos. Estar al 100% siempre es agotador psicológicamente y muy frustrante, porque no se puede conseguir. Ni siquiera Messi juega igual de bien toda la temporada. Hay que mantenerse siempre en un 70%, para que una vez fijado el objetivo, el entrenamiento te lleve al 100%, o para que si enferma el oboísta de la Sinfónica de Euskadi no te pille con 10 kilos de más.

-Usted fue uno de los pioneros de esta orquesta Taupadak. Este año es el solista, el año que viene, ¿se reintegrará en la plantilla?

-Desde luego. Este proyecto me interesa muchísimo, estoy muy implicado en sus dos vertientes, la musical y la solidaria. Me parece que es una suerte juntar a tantísimos músicos profesionales tan buenos para ofrecer un concierto de nivel, un espectáculo de calidad. En la parte solidaria, mi implicación es aún mayor.

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-¿Ha estado en la escuela de Moxos?

-Ésa es la asignatura pendiente. Entre lo profesional y lo familiar, no he podido ir, pero algún día lo haré. El problema no es sólo la lejanía. La Paz está a la misma distancia en kilómetros, pero San Ignacio está mucho más 'lejos', en mitad de la selva. Es complicado llegar. A veces, sólo se puede hacer en canoa, si no, por carreteras dificilísimas. Pero sé que algún día iré porque la colaboración que mantengo con la Escuela de Música me obliga a ello.

-¿En qué se concreta esa colaboración?

-Es sobre todo con la profesora de oboe de allí, Sandra Yaca. Estamos en contacto por redes sociales y cada vez que hacen una gira y vienen por aquí, se aloja con mi familia y pasamos unos días trabajando. La primera vez que vino, hace doce años, estaba empezando, aprendiendo sola, como podía, con un libro que era todo letras. Yo le preparé un método muy básico, de 40 páginas e ilustrado con fotos de mi hija, que entonces tenía siete años y estaba también empezando a tocar. La última vez, me dijo que sigue usando ese método con la gente que empieza. Sandra ahora es profesora, porque allí el que sabe un poco más enseña al resto. Es increíble lo mucho que Sandra ha mejorado pese a las dificultades. En realidad, toda la escuela ha mejorado, se ve cada vez que vienen de gira. No es un quiero y no puedo. Consiguen resultados.

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-¿Fue a verles en septiembre?

-Desde luego. Vi el concierto de Donostia. Aquella escuela de música en la Amazonía nació como un proyecto de tipo social. Hoy no ha perdido eso, pero además es un proyecto cultural con todas las letras. El espectáculo que traen, con baile, con luz, es muy bueno y la música que hacen es de nivel.

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