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Jesus & Mary Chain, históricos de la música británica de los ochenta.

Jesus & Mary Chain liberan todos sus demonios sónicos en una jornada irregular

El calor fue protagonista de la fría segunda velada del BBK Live donde Ben Harper repitió esquemas y el dúo Alt-J pusieron al público de su parte

ARTURO GARCÍA

Domingo, 12 de julio 2015, 10:06

El BBK Live cumple diez años y en esa década ha ejemplificado y recorrido todos los estadios posibles que sirven para ilustrar la evolución de la música en ese tiempo. A base de multiplicar escenarios y solapar horarios no hay ser humano capaz de dar abasto con todo. Alguno dirá que mejor, así hay dónde elegir, como en internet y a mano. Pero lo que da la impresión más bien es que cada vez se parece más a un parque temático donde lo que está prohibido es el silencio y no puede haber ni un minuto sin que esté sonando algo en algún sitio del recinto.

Empezando por los chiringuitos comerciales, karaokes incluidos, a carpas, promociones por doquier, o los escenarios, donde cada vez más se abruma por acumulación. Todo crece y crece, como el macrobotellón a las puertas del recinto durante las horas previas a la actuación del cabeza de cartel. No hay término medio salvo en el programa donde todo camina sin altibajos. O sea, ni frío ni calor.

El festival ha mutado a acontecimiento híbrido con la música como telón de fondo. O más bien en estos tiempos, con un público permanente y obsesivamente conectado a su smartphone, más que de telón, hace de fondo de pantalla desde donde se retransmite a las redes sociales minuto y resultado.

Sin concesiones

Que se lo digan a Jesus & Mary Chain, históricos e influyentes, por no decir decisivos en el devenir de la música británica de la década de los ochenta, allá por el siglo pasado. Pues bien. A una gran mayoría de los asistentes a su concierto del viernes no parece inmutarles el evidente ascendente que la banda de los hermanos Reid tiene en mucho de lo que hoy escuchan. Nunca fueron la alegría de la huerta y no lo iban a ser ahora, ya entrados en años así que procedieron a oficiar con su habitual aspecto taciturno.

Porque todo lo que el paso del tiempo no ha perdonado en lo físico ha quedado inmutable en sus incisivas y abrasivas canciones, un dechado de ruidismo bien entendido donde también hay cabida para melodías y letras como puñales que ríase usted de los antisistema. Así que el grupo procedió a interpretar íntegro su debut, 'Psychocandy', mientras el personal se afanaba con la cena o consultaba sus mensajes, fotos y demás emoticonos.

Sobrados y sin concesiones, los escoceses rompieron con talento y su malencarada propuesta sonora el buenrrollismo imperante que había dejado en el ambiente el amigo James Bay. La penúltima sensación británica mezcla aromas folkies con épica coral y delicadeza popera en planteamientos y enfoques diametralmente opuestos a los de Jesus & Mary Chain. Por supuesto a lomos del correspondiente pelotazo para soliviantar al personal (Hold back the river).

Antes, y en medio de Bay, la rapera Azelia Banks rompió moldes pero parece que, a pleno sol, con un público ajeno a su discurso, no parecía el lugar adecuado; y en la carpa, Catfish & Bottlemen presentaron su firme candidatura al trono del garaje rock. A última hora, Ben Harper prosiguió con su virtuosista mezcla de blues, soul y reggae que siempre promete y amaga sin llegar a noquear. Como él, Alt-J regresaban a Kobetas, esta vez por la puerta grande y conectando plenamente con las intenciones del personal: bailar móvil en mano.

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