En la rectangular, bravura de dos cárdenos

'Barba tristes' tenía un pitón derecho espléndido y 'Empanaditos' un izquierdo de esos que enamoran a los aficionados. Los dos eran hijos de 'Domador', el semental (ocho años ya) de la ganadería de Adolfo. La vaca madre del primero había nacido en la finca de Flor de Jara, en Colmenar Viejo. La madre del 69, 'Empanadita', es oriunda de la dehesa de Oropesa. Buenos hijos les salieron a los tres. El primero, a pesar de ser eral (toro con más de un año y menos de dos) como estaba en puntas, en buenas puntas de casta noble, le rasgó el capote a uno de los tres peones de brega que acompañaban al pinturero Javier Cano (no supo su cuadrilla lidiar, por más que uno de ellos fuera Carlos García Santos, cumplidor como novillero a principios de este siglo).

El segundo lució nobleza extrema y aunque humillaba como lo hacen los buenos toros, buscando la muleta, rebañando la arena, exigió la documentación a todo el que se le puso enfrente. Incluido a Javier que torea bonito y estirado, empapando al bicho en el paño pero que con la espada se deja el brazo atrás, pecado grave en el uso de toda arma blanca.

Javier llegó a Zestoa acompañado de su familia. Su madre, orgullosa, debería reprocharle que no le dejara dar un par de pases a la torera que ejercía de sobresaliente en la multisecular plaza rectangular. Ella es, también de casta, Marta Martín de Bernardo. Estudia para ingeniera agrónoma en la universidad de Córdoba y dicen que se pone delante de utreros (toros de tres años) como si tal cosa. Ah, había otro ingeniero en las gradas. Eduardo Ruiz de Velasco estaba encartelado en Zestoa pero se rompió la clavícula en la arena de Santander. Estudia ingeniería biomédica en Donostia. ¿Más chicas en el ruedo? Una Kintela pura, Elene Etxaniz Zubillaga, alguacililla. Buenos linajes lucieron cerca del Balneario, al lado del bar Koiote.