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Las celebraciones tenían su actividad principal durante el Viernes Santo y el Domingo de Pascua. OÑATI

La Semana Santa en Oñati, una tradición que trasciende todas las generaciones

Los oficios religiosos y las costumbres de estos días han ido variando mucho durante los años a pesar de mantener su esencia

IKER MURILLO

OÑATI.

Domingo, 12 de abril 2020, 00:04

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Hablar del antes y el depsués de la Semana Santa en Oñati supone contrastar dos formas de entender una época del año que, a pesar de todo, sigue viviéndose con gran interés en pleno siglo XXI.

Los oficios y actos religiosos característicos de esta fecha han cambiado mucho con el paso de los años, aunque este ha sido su año más extraño, con una Semana Santa inexistente y todos los oficios religiosos (funerales incluídos) suspendidos hasta nueva orden. Sin embargo se han vivido meses de abril mejores y epocas en las que la Semana Santa se vivía en la localidad con un fervor subrayable. Hasta el punto de que para muchos vecinos se convertía en la gran actividad social del año.

Muchas de esas tradiciones se han recogido fielmente en la actualidad y se reproducen con marcado parecido a como se hacía años atrás, otras sin embargo han ido mutando a lo largo de los años en una suerte de cambios y pequeñas modificaciones que las han hecho entrar directamente al siglo XXI. En cualquier caso aún resuenan los ecos de una Semana Santa que sin duda tenía un peso mucho mayor en la vida diaria del que tiene a día de hoy.

Y es que, tal y como se recoge en muchos escritos que se han esforzado por reflejar fielmente esa época, la Semana Santa no se limitaba únicamente a los oficios y a los actos religiosos sino que condicionaba muchos aspectos de la vida diaria del pueblo. Según los diferentes libros que recogen información de la época y que han sido trabajados por algunos de los historiadores más reputados de la zona, estas costumbres no sólo modificaban los propios oficios religiosos sino que incidía directamente sobre el comportamiento de los vecinos mientras duraba la semana de celebraciones.

Antiguas costumbres

Llama especialmente la atención el uso de la tarjeta denominada 'Txartel' que se convertía en la absoluta protagonista durante estos días. Y es que, durante la cuaresma, era de obligado cumplimiento el desfilar por la sacristía de la parroquía con el objetivo de obtener, después de realizar el examen de la llamada Doctrina Cristiana, el aprobado en la materia. Ya cuando llegaba la época de Pascua y se recibía la comunión, el propio sacristán era el responsable de cambiar dicha tarjeta por otra muy distinta en la que se certificaba que la persona había cumplido con rigurosidad la sagrada obligación.

La solemnidad de las celebraciones se dejaba ver ya desde el comienzo de la Semana Santa en la misa mayor del Domingo de Ramos a la que acostumbraba a personarse toda la Corporación en pleno.

El Jueves Santo (esta tendencia fue especialmente destacada una vez que dio inicio la década de los 50), arrancaba con un oficio religioso a primera hora de la mañana al que asistían las autoridades y los representantes del Palacio Lazarraga por su papel como fundadores del propio monasterio. Ya en la parroquia la misa era a las diez de la mañana con la correspondiente bendición de las palmas y la presencia del clero, las autoridades y la Guardia Civil.

A partir de ese momento se producía otra curiosidad destacada dentro del día a día de la Semana Santa de Oñati. Y es que, el clásico toque de campanas con el que se repartían los distintos anuncios, eran sustituidos a partir de ese momento por las llamadas 'matrakas' que resonaban por la calle informando a los vecinos cuándo iban a tener lugar los distintos oficios religisosos de la programación. A las 14 horas tenía lugar en la parroquia la ceremonia del lavatorio, y media hora después en Bidaurreta se celebraba el sermón del Mandato con la asistencia del pueblo en masa, que luego participaba en una procesión que las crónicas de la época califican de «grandiosa».

Viernes Santo

En aquellos oficios de los años cincuenta las celebraciones del Viernes Santo se contaban entre lo más destacado con un Vía Crucis que se celebraba a las seis y media de la mañana y que muchos se animaban a calificar como «impresionante». Este oficio además tenía la particularidad de celebrarse en el claustro de la Parroquía reuniendo a su alrededor a cientos de vecinos y autoridades políticas y religiosas que no querían perderse detalle de todo cuanto acontecía a lo largo del Vía Crucis.

Durante el día y especialmente durante las horas de la mañana los vecinos recorrían las diferentes iglesias y capillas de la localidad mientras desde el Palacio Lazarraga trasladaban a la parroquia las imágenes de la Dolorosa y San Juan, que se convertirían después en los protagonistas de la procesión de la tade que salía tras la misa de las 14.30 horas y que recorría el mismo trayecto que el día del Corpus. Esa jornada el paro era total y era el único día del año que no circulaban los coches a Brinkola y Bergara. Además, todas los bares cerraban por la tarde hasta después de la procesión.

Domingo de Pascua

Ya el Domingo de Pascua, de nuevo a las seis y media de la mañana, se celebraba en Bidaurreta la Procesión del Encuentro de la Madre y el Hijo. Por una de las puertas del monasterio salía la más que reconocible imagen de la Virgen y su cabeza iba cubierta con un velo y rodeada de cofrades; y por la otra, la imagen de Jesús, también acompañado. Tras el encuentro, la Virgen perdía su velo.

A la 8, se celebraba un misa presidida por la Corporación que acudía al templo al son del 'alkate-soñua'. Con la misa mayor de la diez y el concierto de la Banda, terminaba la jornada matinal. El cordero en casi todas las mesas y la misa y los bailes festejaban la resurrección. El lunes la fiesta era total.

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