Los últimos herreros de Mondragón
Los Sagasta 'Olatxo', los Otaduy y Bixente Barandiaran fueron los últimos representantes de un oficio que se extinguió con ellos
En un municipio con milenaria tradición ferrona, las pequeñas herrerías artesanales fueron el último exponente de un oficio inmemorial que se extinguió durante la segunda ... mitad del siglo XX con la desaparición de los últimos artesanos y con la progresiva urbanización de la sociedad.
Esta semana el investigador Josemari Velez de Mendizabal traía a la memoria la historia de uno de estos últimos herreros locales. Eusebio Sagasta Bolinaga, más conocido como 'Olatxo', fue uno de los tres herreros que en tiempos trabajaron en Arrasate.
El desaparecido historiador, antropólogo y etnógrafo Antxon Aguirre Sorondo (1946-2014), en su ingente investigación 'De albeitares y herreros. Herradores de Guipúzcoa por localidades', menciona a Eusebio 'Olatxo', a Josu Otaduy y a Bixente Barandiaran. Asimismo, cita a Valentín Uribesalgo Muñoa, nacido en el caserío Boliñate en 1858 pero que aprendió el oficio en Mutriku, donde se establecería como herrero y herrador y además fundó una fábrica de herraduras. Falleció en 1940.
'Olatxo'
Eusebio Sagasta Bolinaga era conocido como 'Olatxo' porque nació en 1871 en el caserío del mismo nombre del barrio de Musakola, que se levantaba junto a la carretera donde actualmente se halla la sede de la firma textil Astore.
Instaló su potro o perratoki en el número 6 de Maalako Errabala. Allí, bajo un galpón, herraba a los animales. Su hijo Máximo, nacido en 1904, aprendió el oficio con él.
Como detalla Velez de Mendizabal en su blog en euskara Hots Begi Danbolinak, a los Sagasta no les faltaba trabajo, y los viernes de feria solían ser los de mayor ajetreo en la herrería. Pero la tarea era dura y Máximo acabaría convenciendo a su padre para cambiar de oficio y transformar el negocio familiar en carnicería.
Eusebio Sagasta, que además fue pelotari y concejal, falleció en 1947, y un año después moría su hijo Máximo. Al frente de la carnicería quedaría su viuda Francisca Juaristi Aguirregomezcorta, natural del caserío Ernube del barrio de San Lorenzo de Elgoibar. Su hijo mayor, Eugenio, pelotari profesional manomanista entre 1947 y 1957, continuaría con el negocio familiar junto con su hermana Esperanza.
Los Otaduy
En la meticulosa investigación que Aguirre Sorondo realizó por todos y cada uno de los pueblos de Gipuzkoa entre 1982 y 1987, y que fue galardonado por el Ministerio de Cultura con el 2º Premio Nacional de Investigación 'Marqués de Lozoya' en la edición de 1987, el etnógrafo donostiarra menciona a los Otaduy. Tomás Otaduy Ojanguren (1887-1932), nacido en el caserío Torrekua de Udala, aprendió el oficio con un herrero llamado Unzueta (que no era herrador).
Tras trabajar como afilador en las minas de Arrazola y en la construcción de la vía férrea en Irurzun, hacia 1919-20 tomó en traspaso el taller del herrador y herrero José María Múgica, en Galarza, en tanto que éste se fue a Mondragón, instalándose en el Paseo de Arrasate.
Hacia 1924 se asoció con un carpintero apellidado Arana, y juntos edificaron el caserío de la calle Zarugalde número 23. En una parte pusieron un taller para elaborar toda clase de aperos de labranza –con motor y correas incluidos–, mientras en el local anejo Tomás tenía su potro. Hacia 1930, con el propietario del caserío Takolo, patentaron una marca de arados de hierro.
Su hijo Josu Otaduy Belastegi (1920-2007) empezó a trabajar con su padre a los 12 años y continuó en el oficio durante 25 años hasta que en 1957 entró en la recién fundada cooperativa Ulgor.
Bixente Barandiaran
Bixente Barandiaran Balanzategi 'Mentu' (1912-2004), considerado el último herrero de Arrasate, aprendió el oficio precisamente en el taller de Otaduy. Tras abandonar sus estudios en los Agustinos de Oñati, entró de aprendiz de herrero con 18 años y permaneció durante tres años, hasta que fue llamado al servicios militar en 1933. A su regreso empezó a trabajar en el taller de un herrador de Vitoria.
El estallido de la guerra de 1936 le sorprendería en la capital alavesa y al término de la contienda regresó a casa y entró a trabajar en la Metalúrgica Cerrajera, donde permaneció 30 años hasta su jubilación, alternando con el trabajo fuera de horas en el taller de Otaduy.
Bixente siguió acudiendo al taller de Otaduy a petición de la viuda de Tomás, que había fallecido prematuramente en 1932 a la edad de 45 años.
Por entonces no había otro taller ni otro herrador en la villa. No fue hasta 1966 cuando con el carpintero, a petición de los vecinos, construyeron un potro donde se solucionasen estas faenas. Además, Bixente montó un taller de herrería en su domicilio en el caserío Markoetxeberri.
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