Aretxabaleta
Los esclavos de la dote de OtaloraLa dote matrimonial de Sancho López de Otalora «palidece» frente a la de su esposa sevillana, que incluía hasta 8 esclavos entre incontables bienes
El esclavismo no fue una realidad ajena al País Vasco en los albores de la Edad Moderna (XV-XVI), aunque con menor intensidad que en ... otras zonas. Pero fuera de nuestras fronteras muchos vascos participaron, se beneficiaron e incluso se lucraron con esta práctica que hoy parece tan abominable. Pero los valores y la moral de nuestros ancestros de hace cinco siglos eran diferentes, y no hay más que asomarse a la vida de los vascos que se afincaron en la próspera capital hispalense del siglo XVI para observar que la compraventa y posesión de esclavos estaba totalmente normalizada entre las elites económicas.
El aretxabaletarra Sancho López de Otalora (1498-1570), segundón de la casa de Otalora, se estableció muy joven en Sevilla para completar los estudios de derecho civil y canónico que había iniciado en Salamanca.
El ya licenciado Otalora ostentó el cargo de oidor de la Audiencia de Sevilla y rector del Colegio de Santa María de Jesús, donde antes fue alumno. En 1530 contrajo matrimonio con Catalina Ximénez de Bohórquez.
Como detalla el investigador Iñaki Urreta Leturiondo en su libro 'La Casa de Otalora en el siglo XVI. El ascenso de un linaje' (Ayuntamiento de Aretxabaleta, 2021), los mil ducados (375.000 maravedíes aportados por el aretxabaletarra «palidecen ante lo que su cónyuge 'traía' y 'entraba' en el poder de Sancho López de Otalora».
El interminable listado de casas, propiedades, campos de cultivo y ganaderías que constituían la dote matrimonial de la esposa terminaba con una relación de esclavos. Nada menos que 8.
Urreta apunta que la presencia de servidumbre esclava en la dote de Catalina Ximénez de Bohórquez «no es un hecho que nos debería llamar la atención. Sí lo es, en cambio, su cantidad».
Sevilla era, «junto con Lisboa, uno de los mercados de esclavos más importante de Europa y el centro de contratación de esclavos para España y para las Indias». Y en Sevilla sobre todo el alto clero poseía esclavos.
José Antonio Azpiazu, en su libro 'Esclavos y traficantes. Historias ocultas del País Vasco' (Donostia, 1997) señala que «el hecho de que gran parte de la mano de obra esclava trabajara en el servicio doméstico conlleva a que encontremos esclavos, y sobre todo esclavas, no solo en casas de la elite social (nobleza, clero, mercaderes) sino también en cualquier tipo de hogar».
Y como recoge Urreta, en la de los Otalora-Ximénez de Bohórquez, contaban un esclavo negro, Alonso, que sirvió hasta su fallecimiento; Antón y Joanico, que podrían ser mulatos o musulmanes, fueron enviados a las Indias para su venta (aunque Joanico murió antes). María y Catalina también fueron vendidas a las Indias y una de las hijas de la última se quedó en la casa, aunque murió prematuramente. Marquillos, más avispado, se escapó cuando tenía 17 años «y no se ha sabido más de él».
El historiador Alfonso Franco Silva, en su investigación sobre la esclavitud en Sevilla, afirma que «la capacidad de procreación de las mujeres y su rendimiento eran la razón de que el precio de las hembras fuera superior al de los hombres (...) la frecuencia de la maternidad de la esclava constituía una garantía para el dueño, que veía de esta manera incrementado el número de sus esclavos».
Así, la esclava Isabel fue madre de Pablo, Francisca y Sebastiana. Pablo pasará a ser propiedad de Juan, el hijo de la familia Otalora-Bohórquez, y Sebastiana, de sus hermanas María e Inés.
«Su valor en el mercado en 1558 podría oscilar entre los 80 y 90 ducados, siendo probablemente más alta la cotización de la segunda que la del primero», señala Urreta.
Otro fue el destino -relata este investigador- de Juan 'negro' y de Francisca. A ambos se les concede la libertad pero con diferentes condiciones.
El primero, Juan 'negro', tendría que estar al servicio de Juan de Otalora por espacio de un año, tras lo cual quedaría libre. En ese tiempo Juan deberá instruirle en cosas de la «santa fe católica». Su libertad podría estar motivada «por la lealtad a sus amos y su buena disposición de ánimo».
En cuanto a Francisca, hija de la esclava Isabel e incluida como ésta en la dote de Catalina Ximénez de Bohórquez, sería algo mayor que las hijas de su dueño y es muy probable que entre ella, la esposa e hijas de Sancho López de Otalora se hubiera dado una relación de afecto y complicidad. Por ello, en la citada cláusula Sancho López de Otalora, tras mandar que durante un año Francisca sirva a su hija Catalina y que luego quede libre, expresa su deseo de que permanezcan juntas.
Insta a su hija a que trate bien a Francisca para que, una vez alcanzada la libertad, tenga voluntad para seguir a su lado, de servirle y 'estar en su compañía'. A su vez, ruega a Francisca que, ya libre, siga por propia voluntad al servicio de su hija. Si esto fuera así pide a su hija que la tenga en su compañía y la trate bien como a persona que se crió con él y con su esposa.
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