Dos cofres para las joyas de Balenciaga
El museo Cristóbal Balenciaga de Getaria desveló ayer su interior y reveló sus planes de futuro
NEREA AZURMENDI
Viernes, 31 de diciembre 2010, 12:11
Cuando algunos sueños como el museo Chillida Leku parecen languidecer, al menos temporalmente, la pesadilla en la que en su día se convirtió el museo Cristóbal Balenciaga de Getaria ya puede darse por disipada: ayer desveló su espectacular interior y comenzó a revelar sus planes de futuro, comenzando a desprenderse definitivamente del lastre de un pasado muy accidentado que todavía tiene abierto el frente judicial.
El exterior del museo, cuya primera piedra se puso en primavera de 2001, formaba desde hace años parte del paisaje de Getaria. El conjunto que integraban el palacete Berroeta Aldamar y la nueva edificación -que comenzó a construirse conforme al proyecto de Julián Argilagos y quedó inconclusa-, constituía una especie de serpiente aletargada, pero muy poco se sabía de un interior en el que apenas se había comenzado a trabajar. Un interior que, ya prácticamente terminado, a primera vista destaca por sus grandes dimensiones, una luz natural que no hace presagiar el cristal tintado que se ve desde el exterior, la extensión de los espacios diáfanos, la sobriedad que le otorga el negro que impera en todos los rincones y la presencia, contundente pero al mismo tiempo sorprendentemente liviana, de los dos volúmenes suspendidos que acogerán la colección permanente, las joyas de Balenciaga.
La metamorfosis ha sido obra de los arquitectos Victoria Garriga y Toño Foraster, que en 2008 se impusieron en el concurso convocado para adjudicar el interiorismo del museo. Partiendo de una estructura muy definida y ya medio construida, con condicionantes inamovibles como las enormes paredes acristaladas -ahora recubiertas de una piel oscura y brillante que ha sustituido a las transparencias inicialmente previstas- y los dos grandes cubos, su intervención se ha centrado en dotar al conjunto de la cohesión de la que carecía y en conseguir un mejor aprovechamiento del espacio.
Dos años de trabajo y 8,5 millones de euros después -eso es lo que ha costado retomar y rematar la construcción de un museo que, en total, alcanzará los 20 millones-, ayer fueron ellos los que mostraron las interioridades de un equipamiento que cuenta con una superficie construida total de 9.323 m2 distribuidos en cinco plantas, una de ellas soterrada. La mayoría de la superficie, más de 5.000 metros, se destina al volumen central que aglutina las funciones de acogida, estancia y exposición, pero se ha acondicionado también en uno de los extremos del mismo un 'volumen didáctico' de 939 m2 distribuidos en cuatro plantas, con acceso independiente, que acogerá un centro de formación orientado a la alta costura. Aunque todavía está en fase de definición y no hay fecha para su puesta en funcionamiento, este centro será uno de los rasgos distintivos del Museo Balenciaga y, según adelantó el diputado general Markel Olano, servirá también para dinamizar el sector de la moda en Euskadi. Otro volumen de superficie ligeramente mayor de destinará a las dependencias administrativas.
Una corriente de genialidad
Para el visitante ordinario, sin embargo, la experiencia comienza en el enorme atrio al que se accede desde el vestíbulo situado en un lateral del palacete Berroeta-Aldamar, que también se integra en el conjunto y en el itinerario acogiendo las exposiciones temporales y el denominado 'Espacio Balenciaga', la sala que servirá de introducción al mundo del modisto de Getaria. Los 800 m2 diáfanos que se abren ante los ojos del visitante acogerán todos los servicios propios de un museo -cafetería, guardarropa, tienda, acogida e información, un espacio polivalente que se podrá utilizar para desfiles ...-, pero su corazón estará en el interior de los dos cubos, aparentemente suspendidos, unidos por pasarelas y con salas a dos niveles.
Estos cubos recubiertos por una especie de sutil encaje metálico, cuyos motivos florales evocan los utililizados por el maestro en algunas de sus piezas más reconocibles, albergan en su interior las seis salas dedicadas a mostrar la colección permanente del museo. Las salas se suceden en un recorrido sinuoso compuesto por pasillos que se curvan y, en los laterales, generan espacios también marcados por las líneas curvas en los que se sitúan las vitrinas. En la mayoría de ellas habrá un solo traje, en algunas dos, de manera que puedan disfrutarse de uno en uno pero sin perder la visión de conjunto.
El recorrido, planteado como un río por el que discurre la corriente de genialidad del maestro getarriarra, comenzará con una sala en la que se muestran los trabajos del Balenciaga más joven pero, a partir de ahí, se abandona la cronología y se estructura como un gran guardarropa, con una sala para las prendas de día, otra para las de cocktail, una cuarta para las de noche y una quinta, blanca y radiante a diferencia de las demás, en tonos oscuros, para los trajes de novia. Habrá una sexta, llamada 'Versus', en la que se mostrarán aquellas prendas con las que Balenciaga revolucionó la alta costura. De las más de mil piezas que, entre trajes y complementos, integran los fondos de la Fundación Balenciaga, en la exposición permanente se mostrarán, con un importante apoyo audiovisual, entre 90 y 100 trajes. No obstante, teniendo en cuenta que las piezas no pueden estar permanentemente expuestas y tienen que descansar cada cierto tiempo, serán un total de 200 las que irán rotando en la muestra permanente.
Garantizar la adecuada conservación de esas joyas es una de las prioridades del equipamiento: un trazado paralelo al que realiza el público recorre la trasera de las vitrinas, que se mantendrán en condiciones muy controladas, para que los conservadores puedan realizar su trabajo. Similares precauciones se han adoptado en los almacenes acondicionados en el sótano. No merecen menos las piezas que esperan en unos locales que la Fundación Balenciaga tiene en Miramón a que los trabajos de acondicionamiento se den por terminados y llegue el día de la definitiva vuelta a casa.