«Lo peor, el daño causado por el hollín»
El fuego destruye el bar Kanpus, uno de los puntos de reunión en la UPV de Ibaeta
JAVIER GUILLENEA
Lunes, 3 de mayo 2010, 17:50
Tomás Urzelai cogió una manguera y empezó a echar agua sobre las brasas que ayer por la mañana aún quedaban en el local que hasta la noche del sábado había sido el bar restaurante Kanpus, en el edificio del aulario de la UPV en Ibaeta. A su alrededor el espectáculo era desolador. La cocina quemada, cristales rotos, sillas y mesas negras, un espeso manto de hollín en las paredes.
Todo había comenzado hacia las 23.00 horas del sábado, cuando un vigilante llamó a los bomberos para advertirles de que salía humo del local. Mientras llegaban los auxilios, tras la humareda aparecieron las llamas. Según las primeras estimaciones y a falta de una valoración oficial, el incendio fue provocado por un cortocircuito en el enchufe de una de las máquinas situadas en el almacén del local.
La acción de los bomberos, que rompieron un ventanal para que saliera el humo, impidió que las llamas se propagaran por el edificio. Una zona del local, que ocupa un bajo y una entreplanta, quedó afectada por el fuego, pero la mayor parte sólo sufrió los efectos del humo. Sobre el bar hay una zona diáfana de escaleras por donde se asciende a aulas y despachos que no sufrieron desperfectos de importancia.
«El fuego quemó poco, lo más duro ha sido el hollín, que se ha colado por todas partes», señaló ayer Tomás Urzelai, responsable del establecimiento, que está adjudicado a Gureak. En el restaurante comían a diario alrededor de 250 personas un menú conocido en San Sebastián por su precio: 5,60 euros por persona. Gran parte de los clientes -unos 700 al día entre comidas, partidas de mus y repasos de exámenes-, son estudiantes de la universidad, los mismos que a última hora de la tarde de ayer regresaban de sus casas tras pasar el fin de semana y se encontraban con la imagen de destrucción de uno de los tradicionales lugares de encuentro del clásico universitario.
Reconstrucción
A lo largo del día de ayer, varios de los catorce miembros de Gureak que trabajan en el bar se acercaron al aulario para comprobar el alcance de los destrozos. Pese a la aparatosidad de las paredes ennegrecidas y el suelo repleto de escombros, parece que los daños no han sido tan graves como podría parecer en un principio.
«Lo peor es el hollín», repite Urzelai. «Donde se han producido más daños ha sido en las máquinas y el almacén, pero sobre todo vamos a tener que hacer un trabajo de reparación en la albañilería y en el sistema de electricidad», sostiene el responsable del bar.
Por delante queda una delicada tarea de reconstrucción. Hay que ver primero «hasta dónde ha entrado el hollín en las máquinas». Y también será necesario examinar las 330 sillas del local para ver cuántas pueden ser recuperadas.
Urzelai regresó ayer por la tarde al bar, ya con las brasas apagadas. En los alrededores del edificio huele a quemado. Los alumnos vuelven con sus maletas. «¿Dónde jugaremos la partida?, pregunta uno de ellos a sus compañeros. «Vamos a empezar a limpiar todo esto cuando antes y esperamos volver a abrir dentro de veinte días. Hay que abrir, la gente lo está deseando», afirma el responsable del Kanpus.