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Las diez noticias clave de la jornada
Calzados Muro y la farmacia Cabiró, entre otros comercios clásicos, en la esquina de la Avenida con la calle Idiaquez en 1959.

La Avenida, un gran salón aristocrático

La llegada del alumbrado eléctrico impulsó los comercios más exclusivos y vanguardistas. La segunda parte del libro 'Historias de la Avenida' pasea por las tiendas que en los dos últimos siglos han ocupado los números pares de la principal arteria de la ciudad

JORGE F. MENDIOLA

Martes, 30 de diciembre 2014, 09:50

«La avenida de la Libertad es no sólo una de las arterias principales de la ciudad, sino también su calle más bonita, ancha, llana, con magníficos edificios, cafés y comercios. Está pavimentada como pueda estarlo la mejor calle de Europa y tiene un doble alumbrado de gas y electricidad, que en las noches de verano le da el aspecto de un gran salón aristocrático». La guía de San Sebastián de 1923 describía así la Avenida, antiguo Camino Real y eje vertebrador de una ciudad que encaraba los retos de la modernidad.

Ya por aquel entonces era el epicentro de la actividad comercial donostiarra y con la llegada de los avances tecnológicos alumbró el desarrollo de los establecimientos más exclusivos y vanguardistas. Lo cuentan Juan José Fernández Beobide, Lola Horcajo y Carlos Blasco en la segunda parte de 'Historias de la Avenida', un libro que continúa la colección Comercios Donostiarras y que propone un paseo por las firmas que han ocupado los locales de los números pares a lo largo de los últimos doscientos años.

«Tener iluminación eléctrica era toda una novedad en la época ya que la luz de gas era demasiado tenue, pero no fue el único cambio que transformó la Avenida. En la década de los cincuenta se construyó la mediana de separación entre ambos lados de la calzada. Hasta entonces, los taxis esperaban a los clientes en la mitad, pero con el incremento del tráfico rodado esta maniobra comenzaba a resultar peligrosa», contextualiza Horcajo.

El recorrido por la historia que plantean los autores arranca junto al puente de Santa Catalina y finaliza en la plaza Cervantes con anécdotas e imágenes hasta ahora desconocidas. El punto de partida es Los Fabricantes Unidos, ferretería inaugurada en la esquina de Getaria con San Martín antes de trasladarse en 1925 a su ubicación definitiva. Fue fundada por el emigrante azpeitiarra Anastasio Azpiazu, quien salió del caserío familiar para hacer las Américas «con dos pesetas cosidas a la camiseta y cuatro onzas de chocolate por todo bagaje», según recuerdan las crónicas. Se hizo rico vendiendo chatarra y montó el negocio de menaje, que funcionó hasta 2005.

En el primer piso de ese mismo portal número 2 estaba el taller de Balenciaga, cuyas modistas llenaban la Avenida de alegría y juventud. Las supervivientes de aquella aventura que culminó en 1968 relatan cómo se trabajaba allí y cómo rezaban el rosario en las mesas. En el lado de los pares se encontraba también Sacha, «pastelería fina y salón aristocrático de té» que entre 1930 y 1941 regentó la propia familia Barrenetxe.

Deportes Elizondo, en el paseo de los Fueros sus diez últimos años de existencia, entró en la Avenida en 1962 y pronto destacó por sus escaparates. Fundada por quien fuera entrenador de la Real Joseba Elizondo, este comercio supuso un hito en la ciudad. «No había una tienda de ropa deportiva como tal. Los primeros pantalones vaqueros y de pana, que no estaban confeccionados por pantaloneras, o los comprabas en Francia o en Elizondo, que los empezó a traer aquí», afirma Horcajo. También fueron pioneros Casa Comet, de la que se guardan anuncios desde 1890, y Friki (1969-2011), con sus escaparates de ositos que atraían las miradas de los niños.

En la conquista de la modernidad brillan con luz propia Auzmendi y sus carteles publicitarios con el sello 'Donostiako estiloa'. Santi Auzmendi se trasladó a Donostia en los setenta y antes de fallecer el pasado mes de mayo participó en la corrección del libro, lo que confiere a su capítulo un carácter de homenaje póstumo. «No sabía bien a qué se debían sus problemas de salud y estaba haciendo un esfuerzo para ayudarnos, por lo que para nosotros es especial. Leyó el libro y a los pocos días falleció», confiesa Lola Horcajo.

'Historias de la Avenida II' no se olvida de Calzados Siglo XX, el más antiguo de los comercios de esta arteria hasta que cerró a finales de octubre. Tampoco del Gaviria -antes Xauen- y el Basque, dos históricos cafés que insuflaban vida a la zona gracias a sus terrazas, siempre repletas de público. Ni de Calzados Muro, Camisería Durán, Solca, La Gelateria, Casa Parra, Erro y tantos otros establecimientos con sello Avenida.

Los bancos y Telefónica

El volumen refleja además la importancia que tuvieron los bancos en el desarrollo urbanístico de Donostia. Se les culpa de la pérdida de personalidad sufrida por la Avenida en los últimos tiempos con la proliferación de sucursales, pero los autores advierten de que algunos, como el Banco de Vizcaya, el Banco de Bilbao o el Banco Central están allí desde el principio y construyeron edificios emblemáticos.

No en vano la Avenida ha evolucionado en cuestiones urbanísticas por delante del resto de la ciudad. La Compañía Peninsular de Teléfonos levantó en el número 26 lo que en 1913 se consideró el primer rascacielos. Y las telefonistas fueron otro gremio femenino que, como el de las modistas, alegraba el lugar cada vez que entraba o salía como un ejército de la centralita.

Horcajo asume que la Avenida ya no es lo que era y lamenta el cierre de establecimientos que han marcado época. La progresiva desaparición del comercio tradicional se aprecia ya en el prólogo del libro, donde se enumeran los cambios producidos en los seis meses que han transcurrido desde la publicación de la primera parte, dedicada a los números impares.

«En poco tiempo han tenido que cerrar comercios que llevaban entre nosotros muchísimas décadas como Joyería Durant, que en colaboración con otras firmas contribuyó a crear el Festival de Cine», explica Horcajo.

En ese proceso han surgido nuevas áreas comerciales tanto en el Centro como en las afueras, pero a juicio de la autora «lo que se está perdiendo es personalidad. Ese esfuerzo por buscar la exclusividad, no tanto en cuanto a precio como en cuanto a diferencia, es lo que caracterizaba a la Avenida de los años dorados».

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