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Un grupo de visitantes, en las cuadras del baserri Bulano en Asteasu.

El caserío tienta a la ciudad

Más de medio millar de personas se apunta a descubrir sus tesoros gracias a la iniciativa 'Ongi etorri baserrira'

IGNACIO VILLAMERIEL

Sábado, 2 de julio 2016, 17:47

Un tractor que carga bolas de hierba para ensilar interrumpe el paso de la pista que conduce al caserío Bulano. En el puerto de Andazarrate, a medio camino entre Asteasu y Aia, la bruma procedente del mar y una fina capa de lluvia refrescan una jornada veraniega. Podría parecer que el visitante está en la verde Irlanda, o en las Highlands escocesas, pero no, esto es Gipuzkoa. Y más concretamente la Gipuzkoa rural que desde la organización agraria ENBA quieren poner en valor con su tercera edición de 'Ongi etorri baserrira', que hoy se despide hasta el año que viene.

«El objetivo principal de la iniciativa es tender puentes entre el mundo del caserío y el mundo urbano», comenta Xabier Iraola, coordinador de ENBA, aunque también se pretende que el urbanita tradicional pueda conocer barrios y pueblos «en los que no ha estado en la vida». Una oportunidad única para redescubrir el origen de lo que comemos y conocer en su propio entorno a las personas que producen los alimentos que nos llegan a la mesa. Un ejemplo son los primos Mikel y Antonio Artega, que junto con sus respectivas mujeres, Mariam y Josune, formaron una sociedad civil para explotar la producción lechera de sus vacas en el caserío familiar Bulano. Las dos familias viven puerta con puerta, y pese a tener una pequeña huerta y manzanos, se centran principalmente en comercializar la leche que produce el más de centenar de vacas que gestionan. «Las vacas que ya no sirven para dar leche, se engordan, y se venden», comenta Antonio Arteaga.

«Nuestro trabajo va más allá del mero hecho de ordeñar vacas, también cortamos los prados que posteriormente darán de comer a las reses», añade su primo Mikel. Lo que buscan con esta iniciativa es responder allí mismo, en casa, a las preguntas que les haga la gente.

Alemán en el baserri

Entre los visitantes que en el día de ayer vivieron en primera persona la experiencia de ser baserritarras por un día se encontraban los chavales de Izarlo Taldea, un grupo de tiempo libre para niños de 3 a 11 años, que organiza durante el verano el colegio alemán donostiarra Deutsche Schule. Dos de sus monitoras, Virginia y Jaione, animaban a los pequeños a dar de comer y de beber a las pequeñas terneras, mientras que Lander, otro de los monitores, inmortalizaba el momento con su cámara. En lugar de decir «patata» los chavales posaban al grito de «milch», que significa leche en alemán.

Sin embargo, la visita guiada fue en euskera, y el anfitrión Mikel Arteaga ejerció a las mil maravillas de cicerone y maestro de ceremonias del recorrido guiado por su baserri. De Donostia llegaron la familia formada por Aitor y Vanesa, junto con sus hijas Irune y Mirari. «Nos enteramos por la prensa de esta iniciativa y hemos venido por la niña mayor más que nada». Otra familia que también se animó a realizar la visita fueron los zumaitarras Iñaki y Maite, acompañados de sus hijos Eñaut e Izaro. «Siempre nos ha gustado que los niños estén en contacto con el caserío, y ya que en casa no tenemos la opción, pues nos hemos animado», comentaba Maite.

La vida del baserritarra es bonita pero «puñetera» reconocían los primos Arteaga. Quizá por ello la nueva generación no esté muy por la labor de continuar con la explotación de sus padres. Los primos Beñat y Maialen, que andaban por ahí sin perder detalle de la visita guida, afirmaban tener otros proyectos en la vida. Ella es andereño en Aita Larramendi de Andoain, mientras que a él le tira más la informática. Sus padres se levantan a las seis de la mañana a diario y lo primero que hacen es ir al establo a ordeñar a las vacas. No desayunan hasta dos horas después, pero Mikel sentencia: «No hay nada mejor que un buen desayuno con leche caliente y espumosa recién ordeñada».

«Si tienes 100 vacas ordeñando, hay que tener otras 100 en reposición», informaba Antonio. Una vaca preñada puede tener un precio alrededor de los 1.300 euros, y «a nosotros nos interesa que nazcan todas hembras», reconocía. «Los machos no nos interesan, los vendemos a una cooperativa navarra para que los ceben y los vendan para carne». La inseminación la hacen ellos mismos. Compran el semen en un centro de inseminación de Derio, lo eligen en función de las características que quieran imprimir a su ganado. «Hay quien quiere mejorar en ubres, otros en patas, o en masa corporal. En función de lo que se busque, te recomiendan el semen de un toro o de otro».

Quienes se acercaron ayer al caserio Bulano pudieron disfrutar además de la actuación de los payasos Irrien Lagunak, que amenizaron la visita. Pero no fue este el único caserío en el que se pudo disfrutar de esta experiencia, ya que, entre ayer y hoy, serán 25 los baserris que abrirán sus puertas en esta edición de Ongi etorri baserrira. En 2014, aprovechando el tirón de la película '8 apellidos vascos', otros tantos baserris pusieron en marcha esta iniciativa. A partir de entonces, el número ha ido creciendo, y todo apunta a que se irá consolidando año a año.

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