Fallece Antxon Elósegui, el tolosarra que gestionaba las utopías
Muere en Tolosa el empresario y promotor cultural que mezcló en sus 92 años de vida el certamen coral, las esculturas al aire libre, el Carnaval, los toros y la paz del país
Nunca estás preparado para que se muera un joven amigo, aunque ese joven amigo tenga 92 años. La vida de Antxon Elósegui Vitoria se ha ... apagado este sábado en la Tolosa que tanto quiso y por la que tanto trabajó, con la misma pasión con la que vivió. Trabajó intensamente por Gipuzkoa y por el país, incansable inventor, organizador y promotor de actividades en la vida cultural y en la solidaridad con los demás. Elósegui es de esos personajes a los que no gustaba demasiado el escaparate, pero parió cientos de ideas y proyectos desde la sala de máquinas. Decía que una vez vio en un albergue del Camino de Santiago una leyenda que bien podría resumir su vida: «Los proyectos utópicos los diseñan los locos, los desarrollan los valientes, los disfrutan los cuerdos y los critican los inútiles».
Hace justo una semana me llamó, ya casi sin voz. Los dos sabíamos que era su despedida. Y fiel al mejor espíritu Elósegui, casi sin fuerzas, entonó una de esas canciones gamberras que tantas veces hemos cantado en los sanfermines de Pamplona, la fiesta que ha vivido sin faltar más de siete décadas. Siempre dijo que iba a vivir cien años, pero ya había empezado sus ceremonias de despedida: una tarde del pasado julio salimos bailando del ruedo con las peñas. Yo parecía un señor mayor ahí debajo; él, a sus 90 cumplidos, un chaval más.
Tolosarra, hecho a sí mismo, empezó a trabajar siendo un adolescente y terminó siendo empresario, a menudo tocado con su txapela. Siempre en compañía de otros, porque le gustaba el trabajo en común, fue inventor de actividades como el CIT del Tolosa, del que saldrían el prestigioso certamen coral o el festival de marionetas del que surgiría el Topic. Consiguieron que su pueblo fuera un gran escenario de esculturas al aire libre, con obras entre otros de sus amigos Basterretxea, Ugarte, Anda, Mendiburu y Oteiza, que tan locos les volvió con la escultura del Triángulo que hoy es una de las señas de identidad del pueblo. Su labor solidaria le llevó, por ejemplo, a apadrinar proyectos de los indios mapuches en América, para lo que implicaba a Ainhoa Arteta o El Juli.
Impulsó el certamen coral de Tolosa y el 'museo de esculturas al aire libre' con los grandes del arte vasco contemporáneo
Porque los toros fue otra de sus grandes pasiones. Llegó a debutar de joven en un festival en su querida plaza tolosarra, como se recoge en una crónica de los años 50 que firmó en este periódico precisamente mi aitona Simón, entonces corresponsal. El amor por los toros le llevó a ser empresario, siempre con amigos, de los cosos de Haro y Tolosa, donde casi siempre perdió dinero. Pero sí logró colgar el 'no hay billetes' en la plaza de su pueblo, esa que llamaban la más grande del mundo porque nunca se llenaba. Hace muy pocos años, cuando ya era octogenario, le vi torear un becerro en la finca extremeña de su amigo Manuel Caballero: ¡encima tenía estilo!
Todo lo hacía con pasión. Como crear con su esposa Mirentxu una familia de seis hijos y muchos nietos tan apasionados por la vida como él mismo. Y una familia de amigos enorme y transversal de la que tantos nos enorgullecemos de formar parte.
Sintió directamente las zarpazos de nuestra guerra y paz. Sufrió las amenazas de ETA, asesinaron a su lado a su amigo Patxi Arratibel en pleno Carnaval, en la comparsa de Kabila, y ETA también mató a su sobrino, Javier Gómez Elósegui, psicólogo de la cárcel de Martutene. Fueron dolorosos zarpazos que nunca olvidó. Y a pesar de todo, o quizás por todo ello, apostó por los abrazos y por la reconciliación. Era su talante. No en vano fue uno de los primeros que intentó el abrazo entre Oteiza y Chillida, puedo dar fe, cuando aún era demasiado pronto.
Es injusto resumir en unos párrafos de periódico una vida tan intensamente vivida. Porque trabajó mucho, pero se divirtió más. Cómo le gustaba lo que él llamaba «la chufla»: el Carnaval de Tolosa (que el año pasado le rindió homenaje), los sanfermines... Tenía un repertorio de frases que su familia y sus amigos ya repetíamos, a veces para tomarle el pelo. «El toro bravo se crece ante el castigo», decía. Y así ha vivido sus últimos años: el hombre que fue la representación carnal de la vitalidad se resistía a ceder. Dejó la moto hace un par de años y ya sufrió eso como una primera cesión. El último Carnaval se sumó a la fiesta con Kabila (la comparsa a la que nos llevaba también a sus amigos) y entró bailando a la plaza con la intuición de que era otra despedida.
Muchas cosas de su vida las cuenta un estupendo libro de conversaciones que escribió otro de sus amigos, el escritor tolosarra Joxemari Iturralde. Por diferencias de edad y de sabiduría podía haber vivido con él una relación de padre e hijo, pero elegimos ser amigos. La amistad bien cultivada es una de las mejores formas de conexión entre los seres humanos, y de eso sabía mucho. Como de casi todo. Así lo recordaremos: un hombre de acción, de reflexión y de pasión, todo a la vez.
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