«Estuve poteando con mis amigos y todos han dado negativo menos yo»
Un joven ordiziarra se sorprende de haberse infectado aunque reconoce que no usó la mascarilla y fue «complicado» guardar las distancias de seguridad
El ordiziarra Ioritz Sarasola aún sigue dándole vueltas a cómo pudo haberse contagiado el sábado, cuando estuvo poteando por la tarde con cuatro amigos de ... la kuadrilla. «Estoy muy sorprendido, sobre todo porque todos los amigos con los que salí ese día han dado negativo menos yo. No entiendo nada», comenta extrañado este joven de 22 años, uno de los infectados del brote de Ordizia cuyas pruebas han dado «positivo débil» por Covid-19.
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Según relata, por la tarde-noche del pasado sábado estuvo «en todos los bares prácticamente, fuimos al Haka –uno de los establecimientos de la calle Etxezarreta donde se localizó el origen del foco–, y también anduvimos por arriba, en el Sugar, Kirkil, Leizea… Había bastante ambiente, sobre todo estas últimas semanas se notaba más gente». Reconoce que durante esa tarde de poteo le resultó «complicado» guardar la distancia de seguridad recomendada entre personas y no hizo uso de la mascarilla. «Cuando voy a trabajar sí que me la pongo, pero si estás de bares es complicado, y si estás tomando algo más aún, no la voy a tener puesta», dice a la vez que asegura que «en los bares no suelo a ver a mucha gente que la lleve». A partir de ahora más vale que haga uso de este elemento de protección, ya que será obligatoria en todos los espacios públicos, tal y como dio a conocer ayer la consejera de Salud, Nekane Murga.
Fue «a través de un mensaje de Whatsapp de la cuadrilla» como se enteró que debía hacerse las pruebas PCR para determinar si estaba infectado o no. «Cuando oí en las noticias lo del brote no me asusté, pero me extrañó que estuviera pasando todo esto», afirma Sarasola. Nada más tener conocimiento del llamamiento preventivo que hizo Osakidetza a la población para detectar posibles infectados, el lunes acudió al ambulatorio para coger cita. Según explica, «me acerqué para que me dieran vez para hacerme la prueba pero había mucha cola así que decidí hacerlo por teléfono, pero también tuve que esperar bastante. Estaban las líneas saturadas. Cuando conseguí la cita fui a las carpas que instalaron. Había mucha gente, aunque no me tocó esperar mucho, unos cinco o diez minutos. Después me mandaron a casa hasta obtener el resultado».
«En los bares no veo a mucha gente que use la mascarilla y el otro día había ambiente y era difícil guardar distancias»
«Tengo que estar diez días confinado en casa, aunque no me importa demasiado porque creo que al final vamos a acabar todos así»
Sarasola vivió la espera tranquilo, «más aún cuando, a las 9 de la mañana del día siguiente le dieron los resultados a mi hermana, que también había estado en la zona de bares el sábado y dio negativo. Dije: entonces yo también». Pero no fue así. «Tres horas más tarde me los dieron a mí y me sorprendí mucho. No pensaba que podía dar positivo porque me encuentro bien, no tengo ningún síntoma. Me tomé ayer y hoy la fiebre y no tengo, 36,2º. Además el resto de mi cuadrilla dio negativo», cuenta este joven. La PCR que le practicaron arrojó el siguiente resultado: «Positivo débil». «Me dijeron que no sabían si estaba contagiado o tenía los anticuerpos de antes así que me han hecho un análisis de sangre en el ambulatorio, supongo que será más fiable».
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Confinado
De momento hace vida en su cuarto para evitar un posible contagio entre el resto de sus familiares. «Vivo en casa con mis aitas y mi hermana, de 19 años, y no salgo de mi habitación para nada, estoy aquí aislado. Ellos tampoco han entrado aún, creo que no se atreven. Me suelen dejar la bandeja de comida o cualquier cosa que necesite fuera», explica Sarasola, que tendrá que estar confinado otros diez días más, al igual que la mitad de la población que permanece en sus casas con diagnóstico positivo o a la espera de conocer los resultados. Y es que todo parecía indicar que, en una zona tan concurrida como es esta, se multiplicarían los contagios. Sin embargo, este ordiziarra, al igual que otros muchos vecinos, defiende que «esto podría haber pasado en cualquier otro pueblo». Visto el devenir de los acontecimientos y la dimensión que está tomando el brote, –medio centenar de infectados, aforos limitados en los bares, edificios públicos cerrados, mercado semanal suspendido y centros de día clausurados– «creo que nos van a acabar confinando a todos aunque tampoco me importa demasiado porque yo ya lo estoy», dice resignado.
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