Nick se jubila tras 46 años de docencia
El popular profesor de inglés es miembro de diferentes agrupaciones culturales y sociales
Tras 46 años centrado en hacer del aprendizaje del inglés algo más que el conocimiento de un idioma, Nick Knight se jubila. Nacido en ... Inglaterra, en el condado de Kent, muy cerca de Londres, capital del reino a la que se mudó a los 18 años para estudiar Teología «era algo así, como aquí en aquellos años 60 y 70 en los que muchos jóvenes iban al seminario» apunta. Materia en la que tres años después se graduaba. Y ocurrió que en el colegio mayor en el que residía trabajaba Jone a la que el destino le convertiría en su primera mujer. Y en aquel 1976 el flechazo le trajo a Gipuzkoa y tras un rápido paso por Azpeitia a Ordizia, donde se instaló en una vivienda de la calle Mayor, en la que inmediatamente, corría el mes de octubre, empezó a dar clases de inglés. «El primer mes tuve una alumna, me acuerdo de ella, Marisol Negueruela, el segundo mes dos, y así sucesivamente. Entre los chicos uno de los primeros fue Iñaki Dubreuil».
«Ordizia me enamoró, el cambio respecto a la vida en la City fue radical, maravillosamente distinto. Me sorprendía ver en la calle, en los bares, en la Plaza, como lugar de encuentro, a tres generaciones juntas; hijos, padres, abuelos. Las compras; la única gran superficie que existía en Gipuzkoa era Mamut, todo se compraba en las tiendas de los pueblos y mucho a granel. Y ni qué decir de la feria. Antes más abastecida que ahora, con la venta del cordero, el conejo, etc».
«Y las fiestas patronales. Lo más próximo, en la distancia, con Londres podría ser el Carnaval de Notting Hill. Me llamó, a su vez, mucho la atención el sentimiento de pertenencia, de cada uno a su localidad, ataundarra, ordiziarra, etc. Y en el caso de Ordizia, la infinita actividad. Una localidad sin descanso en actos deportivos, culturales, sociales, etc. Ah, y la manera de vestir, yo no es que fuera hippie pero me encontré goierritarras que no se salían, en cuanto al atuendo de un orden muy uniformado de colores azul marino, granate y verde austríaco. Y además si no me equivoco era el segundo extranjero que vivía en Ordizia, yo era Nick el inglés. Fue una ruptura y desconexión total con mi mundo anterior: No existía internet. Los vuelos carísimos. Me comunicaba con la familia por carta».
«Y junto a las clases particulares, me fui integrando en la vida del pueblo. Me decían que los vascos eran cerrados. Siempre he pensado que si tu te abres, los demás te aceptan. Me acuerdo que en la antesala del verano de 1977, me propusieron participar en el baile de la hoguera de San Juan. No tenía ni idea de qué era aquello pero me apunté, aprendí los bailes, en lo que fue el colegio de las Carmelitas. Bailé, me encantó y quise seguir con los bailes tradicionales, y como por aquel entonces no había grupo en Ordizia, me fui a Beasain, con Jesús Mari Garate como maestro de dantzaris, y luego pasé a Aurtzaka, grupo con el que en 1981 organizamos un viaje a Inglaterra, Escocia y Gales, que repetimos en 1983, en esta ocasión con visita a Londres. En 1984 afrontamos un intercambio con un grupo de Katowice (Polonia).
Y en toda esta dinámica, en 1986, de la mano, de Xabi Sararola, resurgía la coral Loinaz, a la que desde entonces pertenezco. De niño era tiple, pero cuando llega la pubertad aquello se acaba, si bien cantar siempre me ha gustado, por lo que 36 años después sigo en la agrupación beasaindarra y además voy a clases de canto con Amalia Ibáñez.
Pertenezco, prácticamente desde sus inicios al grupo promotor de Movember.
Y volviendo a las clases de inglés, en 1978 abrí la academia en la calle Urdaneta y en 1995 en la plaza Joxemiel Barandiaran, junto con mi actual mujer, Izaskun. Personalmente siempre me ha gustado utilizar temas de grupos clásicos como los Beatles o actuales como Ed Sheeran, juegos, etc, en las clases. Pero hoy en día sufrimos de 'titulitis' y esto hace cambiar la dinámica de trabajo.
En las clases siempre he intentado transmitir valores como la humildad, el respeto, hacia uno mismo y hacia los demás, la responsabilidad sobre tantas cuestiones como la de mantener y valorar la cultura, el euskera, las tradiciones. Y por su puesto el cariño a un idioma; el inglés, que les va a servir para comunicarse en el mundo. Un pero: la falta de compromiso personal de puertas afuera con la limpieza en la calle, deja mucho que desear.
Clases que cada verano, a lo largo de dos décadas, se vieron complementadas con la estancia durante un mes en familias de acogida en el pueblo de mis padres, lo que para todos aquellos alumnos supuso una experiencia inolvidable. Clases que a su vez impartí a nivel empresarial. La primera en la Escuela del Papel de Tolosa, para a partir de ahí en todas las cooperativas del Goierri, Aristrain, CAF, etc.
Pudimos habernos jubilado el año pasado pero la pandemia nos animó a buscar, temporalmente, un local más amplio fuera de la academia, a la que este curso volvimos y donde hemos querido despedirnos. Una parte de mi no quería decir adiós. Me gusta mi trabajo y recibir la energía que me transmiten los más jóvenes, pero un día tenía que ser. Y como comprenderéis después de todo este recorrido vital, no voy a volver a Londres, ésta es mi casa».
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