No cabe duda de que las 24 horas que pasan desde la Izada de bandera en la plaza de la Constitución hasta que la arría la Unión Artesana suponen el día más especial para cualquier donostiarra. Ser deportista profesional, como es mi caso en el Gipuzkoa Basket, tiene millones de cosas buenas y otras no tantas. El Día de San Sebastián es una de ellas porque cuando cae en fin de semana, como es este caso, nos priva de poder vivir la fiesta en toda su plenitud y ha habido muchos años que no lo he podido disfrutar. Ayer jugamos en Cáceres y casi sin pegar ojo en el autobús que nos ha traído de vuelta me dispongo a vivir un Día de San Sebastián rodeado de amigos y familiares con los que comparto mesa y mantel.
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Adiós a los nervios de aquellos días de niño cuando salía con mis amigos en Axular Ikastola. Ya era especial y creo que a medida que pasan lo años, va creciendo. Las últimas veces que he podido salir, cuando el baloncesto me lo ha permitido, ha sido en Karmelo Txiki, que es una compañía que antes de la pandemia hizo su transición a tamborrada. Ahora quiero ir a verle a mi sobrino, que seguro que le hace ilusión ver a su osaba cómo le da al tambor en Ikasbide. Si las fuerzas aguantan, iré a ver a mis amigos que salen en La Bodeguilla en la calle Easo y haré de acompañante llevándoles alguna bebida isotónica para que cuiden su hidratación.
Me encanta el ambiente que hay un día como hoy. Seguir a tamborradas que van por el Centro, cruzarme con amigos y normalmente acabaremos en la Parte Vieja siguiendo a alguna compañía. Intento no perderme la bajada de la tamborrada de Ollagorra desde Urgull. Me parece espectacular cómo van los gastadores con las antorchas encendidas y además muchos de ellos con pasado en el basket, así que doblemente chulo. Espero que paséis un día que no se puede explicar con palabras, 24 horas superintensas y muy especiales para todos y todas las donostiarras.
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