«Muchas víctimas de abusos en la Iglesia han muerto sin una reparación pública»
Afirma que «el daño es muy profundo» y que hay más afectados que los que se conocen oficialmente que «también merecen un reconocimiento»
Tras media vida académica dedicada al Instituto Vasco de Criminología (IVAC), Gemma Varona ha asumido la dirección de esta institución, cogiendo el relevo de José ... Luis de la Cuesta. Doctora en Derecho Penal por la UPV, diplomada en Criminología y máster en Sociología Jurídica, ha dedicado parte de sus estudios a la victimología, la justicia restaurativa y los abusos sexuales en la Iglesia, impulsando el primer estudio en la materia del Estado.
- ¿Cómo asume su nuevo papel como directora del IVAC?
- Como un reto y una gran responsabilidad. Yo entré en el instituto como becaria de la biblioteca y siempre me ha interesado la criminología, descubrir cómo podemos convivir de manera menos violenta en la sociedad. Estoy muy agradecida de tomar el relevo de Antonio Beristain y José Luis de la Cuesta, pero el IVAC no es una persona, es un equipo, que tiene ganas de crecer y de conectar más con la sociedad. Que no parezca que estamos en una torre de cristal académico, sino que tenemos que aplicar todo nuestro conocimiento para hacer prevención y reparación de la violencia.
- ¿Qué campos cree que son necesarios estudiar en la actualidad?
- Me interesa muchísimo la victimización de los menas (menores extranjeros no acompañados). Evidentemente hay un problema social, pero se les tiende a identificar más como personas que cometen delitos que como víctimas que merecen un apoyo, y sabemos que aquellos que han sufrido violencia en su infancia tienen más riesgo de volver a ser victimizadas. Y también creo que tenemos que investigar más lo que está pasando en redes sociales. Se ha comprobado por ejemplo que la ira es la emoción que más rápido se transmite en las redes. Saber el porqué exige estudios cuantitativos pero también cualitativos, y eso es lo que más me gusta, hacer entrevistas en profundidad con personas que han cometido delitos o los han sufrido. Solo a través de ellos vamos a entender lo que las víctimas necesitan. Porque las víctimas estaban ahí y no las hemos visto hasta un tiempo reciente. Y todavía hay víctimas que vemos y que no.
- Este viernes el Defensor del Pueblo confirmó que hay más de 440.000 víctimas de abusos sexuales en la Iglesia oficiales en todo el Estado. Ustedes impulsaron hace años el primer estudio sobre la materia en el ámbito nacional. ¿Cree que fueron la punta de lanza para poder destapar estos delitos?
- El IVAC fue pionero en iniciar la primera investigación en la materia en el año 2013. Antes no se había estudiado sobre ello. Mandamos una carta con apoyo del nuncio papal a todos los tribunales eclesiásticos y órdenes religiosas. En 2018 el Ministerio de Economía nos aprobó un proyecto que hicimos con la Universidad Oberta de Cataluña y la Universidad de Barcelona, que tuvo mucho eco, duró tres años. Fue el primer proyecto financiado por una entidad pública sobre la materia, y modestamente creo que conseguimos dar voz a algunas víctimas, darles respaldo, aunque todo el valor del estudio fue de ellas. Si no hubiesen alzado su voz, nunca se hubiese convertido en un problema social. Pero insisto que lo hicimos muy modestamente, porque conozco a víctimas que han muerto y me parece horrible que lo hayan hecho sin ningún tipo de esquema de reparación pública.
- Y se sabe que hay muchas más que las que aparecen en las escasas cifras oficiales ofrecidas por la Iglesia.
- Claro que las hay. Además, no hay que olvidar que hay víctimas activistas a las que hay que reconocer el esfuerzo, pero hay otras anónimas que esperan ese reconocimiento. A mí me han llamado muchísimas víctimas para contarme su caso, pero que no querían que fuese público, y son historias horribles. Están pidiendo lo razonable, el daño es muy profundo, muchas se han suicidado. El estudio pone de relieve que hay tareas por hacer, que corresponden tanto a la Iglesia como a los poderes públicos y a la sociedad. Y llegamos tarde si nos comparamos con otros países como Francia y Portugal, que hace tiempo publicaron sus informes. En España, Navarra es la única comunidad que tiene una ley foral sobre víctimas de abusos sexuales en la Iglesia.
- Ha trabajado mucho en el campo de la victimología. Recientemente, en un juicio por una agresión sexual ocurrida hace cinco años, el llanto de la víctima se escuchaba por todo el juzgado. ¿Cómo evitar esa revictimización a la hora de enfrentarse al sistema de Justicia?
- Los tribunales no son lugares de escucha, son lugares para decidir, pero tenemos que hacer algo para aminorar el daño a las víctimas. Es lo que llamamos 'indubio pro víctima'. Igual que la presunción de inocencia supone que si no hay pruebas suficientes no se puede condenar, debemos crear unos sistemas donde no causemos más daño a quien ha padecido el delito. Porque la presunción de inocencia es un bien común, pero tratar bien a las víctimas también lo es, aunque no haya condena. Si es que solo hay que ver que hasta el año 2015 no tuvimos un estatuto de la víctima, que nos dice cosas tan obvias como que tienen derecho a ser tratadas con respeto, a entender y ser entendidas. Merecen ser recuperadas para la sociedad en todos los ámbitos de la vida. Además, debería haber servicios de apoyo y escucha denuncien o no. Lo hace el Servicio de Atención a la Víctima, pero llegan hasta donde llegan.
- Hay una preocupación social por la relación de los menores y la pornografía y la réplica de algunas conductas en forma de agresiones sexuales. ¿Cómo abordar este problema?
- Es muy preocupante. El delito de 'grooming' (chantaje con fines sexuales a través de la red) está pensado para adultos contra menores, pero las estadísticas nos dicen que hay cada vez más menores contra menores. Dentro de unos años nos pasará como con otras víctimas a las que no supimos ver, como las de trata o las de violencia de género. Creo que las generaciones futuras nos dirán: ¿Cómo dejabais a vuestros hijos ese acceso a las redes y a la pornografía con una pésima educación sexual? No es cuestión de tecnofilia, hay un problema de control de contenidos y acceso. Nos falta una buena educación sexual continua, y esa falta está produciendo muchísimo sufrimiento. Primero porque ayudaría a las víctimas, no lo tomarían como algo sucio, vergonzoso, de lo que culpabilizarse. Y también prevendría conductas delictivas. No podemos negar que hay gente atraída por menores de edad, pero podemos trabajar para evitar el paso a la pederastia.
- ¿Qué se puede hacer socialmente y judicialmente con un grupo de chicos que ha violado a una compañera de clase?
- El mandato de la jurisdicción de menores es la reeducación, y la mayor parte de los estudios nos dicen que la mayoría de esos menores, con un buen tratamiento, no lo van a volver a repetir. El pronóstico de reincidencia en violencia sexual es menor que en otras violencias. Habrá un número reducido de personas que reinciden y que son persistentes, sobre todo agresores de menores. Pero es importante que demos a conocer estos estudios para que la sociedad no diga que un violador lo va a ser siempre, que un menor que viola en grupo tiene que pudrirse en prisión.
- ¿Somos una sociedad más violenta?
- No lo creo, pero es cierto que no nos damos cuenta de que la violencia está muy presente en nuestras vidas y que el impacto es muy duradero. Vivimos en un oasis que es Europa, donde tenemos sociedades que no están saturadas de violencia. Pero es cierto que estamos en un momento muy peligroso, con la guerra de Ucrania y la de Israel, con una escalada de violencia que sabemos lo que produce, esto tiene un impacto en tres generaciones.
«La justicia restaurativa no es solo lo que muestra la película de Maixabel Lasa»
Varona es la coordinadora del laboratorio de la justicia restaurativa dentro del Instituto Vasco de Criminología, una materia en la que lleva trabajando durante años, facilitando encuentros restaurativos principalmente de víctimas del terrorismo en Euskadi.
- Próximamente celebraran un nuevo encuentro restaurativo con víctimas de violencia política y terrorismo. ¿En qué va a consistir?
- El 21 de noviembre traemos a Donostia a la red internacional de encuentros restaurativos en violencia política. Van a venir padres israelíes y palestinos que han perdido a sus hijos y que se encuentran para hablar de esa pérdida como seres humanos. También víctimas del IRA y personas que han participado en los atentados, personas del contexto vasco... Necesitamos el acercamiento a los demás para ver que el sufrimiento es el mismo. La universidad nos permite crear una atmósfera de diálogo y la gente viene a escuchar. Hay víctimas que a pesar de que haya una condena tienen cosas pendientes, que quieren preguntar por qué a mí, otras no tienen ninguna necesidad, pero necesitan saber que los que cometieron el delito no lo justifican.
- ¿Estos encuentros son útiles para todas las víctimas?
- No son para todos. Pensamos que la justicia restaurativa es lo que muestra la película de Maixabel Lasa y eso es solo una parte. No todo el mundo quiere enfrentarse a su victimario, se trata de crear espacios de escucha y reparación para las víctimas. Por ejemplo, conozco una víctima de violencia sexual que quería hablarlo con su cuadrilla, porque todo el mundo sabía que había pasado algo pero nadie se atrevía a preguntarle. Eso fue restauración para ella. Hay encuentros que son solo entre víctimas que han tenido una revictimización muy grande y que se juntan con jóvenes, quieren saber qué piensan.
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