Iñurri Elkartea
«No nos ha unido el cáncer, sino la vida y las ganas de vivirla»La asociación de apoyo a personas en procesos oncológicos celebra hoy en Usurbil su sexto aniversario con el ánimo de seguir rompiendo tabúes
Las hormigas son pequeñas, pero eso no les impide ser fuertes y dedicadas. Siempre trabajan en grupo, forman colonias capaces de superar cualquier obstáculo –por ... grande que sea–. De ahí toma su nombre en euskara Iñurri Elkartea, una asociación que busca apoyar a toda persona que esté pasando por un proceso oncológico. Y lo hace en todas sus fases. Durante la enfermedad, después de ella e incluso a quienes la viven de manera indirecta como parte de la red de apoyo de algún paciente. Lo hacen a través de «un acompañamiento feminista, transformador, sin tabúes ni prejuicios sobre el cáncer». Las iñurris son personas como Elordi García y Amaia Ullate, que han pasado por una leucemia linfoblástica aguda y un cáncer de mama, respectivamente. También como Julene Illarramendi, una de las dos fundadoras que convirtió la pérdida de su ama por un cáncer de mama metastásico en la primera hormiga de la colonia. Ahora son más de 230 personas las que se escuchan, acompañan y apoyan.
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El mensaje es claro. «El cáncer es una mierda, es un marrón». El cáncer es «miedo, pero no es muerte. Porque seguimos vivas», insisten, alto y claro para que se les escuche. Y es que antes no sentían que nadie lo hiciera. El cáncer también es soledad. En el caso de Elordi, la enfermedad llamó a su puerta en 2013. «Me notaba cansada, débil. Tenía mucho dolor en los músculos, sobre todo los abductores. Fui a mi médico de cabecera y me dieron un relajante muscular». No fue hasta meses más tarde, en diciembre de ese mismo año, cuando una visita a urgencias supuso poner nombre y apellido a lo que le estaba pasando: leucemia linfoblástica aguda.
«Superar un cáncer es como llegar al borde del precipicio; rozas la muerte así que empiezas a valorar la vida y te aferras a ella»
Era domingo y«el mundo se me vino abajo». La primera fase, explica la lazkaotarra, fue la negación. «No me lo creía. Yo seguía pensando en que tenía que ir a trabajar, que me habrían dado los resultados de otra persona, que era una equivocación». Luego, llega el miedo. «Fue un mes de ingreso y después comencé con la quimioterapia intensiva», que provoca en el paciente grandes cambios físicos. «Perdí el pelo, las cejas y las pestañas. Adelgacé 10 kilos», cuenta Elordi, que fue tratada en Madrid, mientras juega con las yemas de sus dedos. Sacar a la luz los «fantasmas del pasado» nunca es fácil. «Salí del hospital siendo otra persona».
Reconstruir lo emocional
Aceptar estos cambios físicos, así como la nueva rutina que le tocaba adoptar , «fue duro», resume. «Estuve entre tres y cuatro meses recibiendo quimioterapias de 24 horas cada quince días, y cada sesión suponían ingresos de hasta cuatro días».
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Pero para curarse, Elordi necesitaba un transplante de médula ósea. Y antes que eso, encontrar un donante con quien fuera compatible. Otro golpe más. El 'match' terminó llegando en junio de 2014. «Yo pensaba que con el transplante se acababa todo», dice ahora con una tímida sonrisa en la cara, siendo consciente de su propia ingenuidad. «Los transplantes tienen muchos efectos secundarios», lo que supuso una nueva batalla contra «algo tan común como es que tu cuerpo rechace el transplante. Estuve hasta 2017 con el catéter; antes de eso me lo tuvieron que cambiar por una infección. Llegué a pesar 31 kilos, era un esqueleto con piel».
«Nos acompañamos a las consultas y hablamos de todo lo que se esconde: la importancia de la sexología o la nutrición»
En el camino hay muchas piedras y tropiezos; pérdidas, duelos, dolores. «Nadie se da cuenta de ello. La infertilidad fue uno de mis grandes duelos, porque nadie me dijo que iba a perder mi fertilidad ni que iba a tener menopausia precoz. Todo lo descubres por tí misma, cuando ya no hay vuelta atrás», critica. «Y hasta que no me recuperé físicamente, no me di cuenta de que necesitaba reconstruirme emocionalmente». A la vez que se abre, Elordi viste una de las camisetas de la tienda solidaria de la asociación: 'Amore emateko beti da goizegi' –siempre es demasiado pronto para rendirse–. Una frase que solía repetir Leire, una iñurri que falleció a principios de año con tan solo 22 años. Falleció en Madrid, en un viaje que organizaron varias de ellas para hacer el sueño de Leire realidad: «viajar a la capital, dormir en un buen hotel y comer sushi». Y así fue. «Eso es Iñurri», repite Elordi. «Tribu, familia, constancia».
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Reconstrucción del pecho
A su lado, Amaia asiente. «Muchos creen que nos ha unido el cáncer, pero nos ha unido la vida y nuestras ganas de vivirla». En 2021 Amaia se sintió un bulto en el pecho derecho y fue en enero del siguiente año, «una semana antes de mi cumpleaños», cuando recibió el diagnóstico. Cáncer de mama. «Se te pasan muchas cosas por la cabeza. ¿La primera? La muerte», admite.
Al diagnosis le siguió la mastectomía y la radioterapia. «Me quitaron un pecho, sí, pero en ese momento lo único que quería era estar viva. Y lo estaba», reflexiona Amaia, sin miedo. «Con el tiempo me hice la reconstrucción, pero no porque es lo que se esperaba de mí ni porque necesitaba cumplir unos estándares, sino porque es lo que yo quería y necesitaba, tomé esa decisión cuando me vi preparada. Y ahora tengo una teta sin pezón, pero de nuevo, estoy viva. Y celebro estarlo». Amaia describe superar un cáncer como «llegar al borde del precipicio. Rozas la muerte y es ahí cuando eres realmente consciente del valor de la vida y te aferras a ella».
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La organización supone un espacio de entendimiento, cero prejucios y empoderamiento. Donde hablar de la muerte, pero sobre todo de la vida, porque «en el cáncer también se sigue viviendo». Fue con esta motivación cómo Amaia se unió a Iñurri Elkartea, pues ella necesitaba una asociación «que me acompañara, escuchara y tratara todos los ámbitos del cáncer». Se refiere a «todo eso que no se habla, que se esconde, como la importancia de la sexología, la nutrición o la fisioterapia». También del dinero. «El cáncer es caro», sueltan al unísono Amaia y Elordi, a modo de suspiro. «Estás de baja, por lo que cobras menos, no todos pueden costearse ciertos medicamentos...».
Las 'iñurris' también van de la mano a consulta en caso de que otra así lo pida. «Cada cita médica, consulta... Es como volver a empezar de nuevo. Vuelve el miedo, la angustia, los recuerdos...». Este malestar viene, en parte, condicionado por «las dificultades que presenta el modelo oncológico. Queremos que se nos hagan todas las pruebas de manera integral». El listado de reivindicaciones es largo; al fin y al cabo son hormigas, pequeñas pero incansables y trabajadoras. Pero sus mayores esfuerzos tienen un claro objetivo: invertir en investigación, «porque para nosotras es vida».
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