La sanidad de Estados Unidos en manos de Kennedy: «Como cuando Calígula nombró cónsul a su caballo»
La vinculación entre el paracetamol y el autismo es la última de las polémicas decisiones del Secretario de Salud norteamericano
Kennedy es un impresentable. No tienen nada que ver. He hecho una revisión y lo que dicen es mentira. Solo hay algunos estudios estadísticos mal ... hechos. Me tienen indignada», asegura María Josefa García Barrado, profesora de Farmacología de la Universidad de Salamanca, sobre el vínculo que dice haber encontrado el Gobierno norteamericano entre el uso del paracetamol durante el embarazo y el aumento de casos de autismo. Lo confirman la propia Agencia Europea del Medicamento (EMA) y la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (Senep), que en un comunicado hecho público ayer subrayó que «no existe evidencia sólida que permita establecer una relación causal. Difundir mensajes que no tienen una solidez científica crea una gran alarma y un gran problema en la población, especialmente en las mujeres embarazadas».
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Cuando se supo que Donald Trump había elegido a Robert Kennedy Jr. para dirigir la Sanidad estadounidense y liderar el movimiento MAHA (siglas en inglés de Make America Healthy Again, 'hacer a Estados Unidos saludable de nuevo'), la reacción de la comunidad científica osciló entre la indignación y la incredulidad. «Es como poner a un terraplanista al frente de la Nasa», dijeron entonces. El paso de los meses no ha hecho sino confirmar los peores augurios. «Como cuando Calígula nombró cónsul a su caballo», afirma Barrado.
Porque si muchos de los nombramientos de Trump para su administración fueron sorprendentes, el del sobrino del asesinado presidente norteamericano lo fue todavía más. Nacido en Washington en 1954 y abogado ambientalista durante años, carece de formación médica -tampoco la tiene, por ejemplo, Sean Duffy, secretario de Transportes que dirige de forma interina la Nasa tras haber sido presentador de la Fox y haber participado en varios 'realities'-. Lo que sí tiene es experiencia con las drogas tras ser consumidor de cocaína y heroína en su juventud. En 2014 llegó a dejar el cadáver de un osezno en pleno Central Park tras encontrarse el cuerpo del animal durante una cacería. Tanto a él como al grupo de amigos ebrios que le acompañaba les pareció una «buena idea».
Obsesión con el autismo
El autismo es desde hace años una de sus principales obsesiones. Conspiranoico convencido -ha dado pábulo también a la teoría de los 'chemtrails', el veneno que supuestamente esparcen las estelas que dejan los aviones-, la oveja negra de la familia Kennedy lleva al menos dos décadas asociando el uso de las vacunas con el incremento de casos de un trastorno que sufre uno de cada cien niños en el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En abril de este año, no mucho después de ser confirmado en el cargo, Kennedy anunció su intención de «descubrir la causa del autismo antes de septiembre». Uno de los resultados de esa 'investigación' ha sido señalar al acetaminofeno, el principio activo del paracetamol.
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El origen de la 'fake news' que relaciona las vacunas con el autismo se remonta a 1998. Entonces, el médico británico Andrew Wakefield publicó un polémico artículo en la revista 'Lancet' en la que relacionaba la triple vírica -la fórmula que se inocula para evitar contraer el sarampión, las paperas y la rubeola- con este trastorno neurológico. Numerosos especialistas intentaron en vano confirmar los resultados presentados por Wakefield, que sería completamente desacreditado tanto por haber manipulado los datos como por haber recibido financiación de abogados que pretendían demandar a las farmacéuticas productoras de vacunas. La obsesión de Kennedy le ha llevado a ampliar su diana tanto a la pequeña cantidad de aluminio que se añade a las inoculaciones para potenciar la respuesta inmune del organismo -se hace desde hace un siglo- como al timerosal, un componente usado como conservante. En el primero de los casos, llegó a pedir a una revista científica que retirara un artículo que no había encontrado relación alguna entre el autismo y el aluminio. Sea como sea, «las vacunas no tienen relación con el desarrollo del Trastorno del Espectro Autista o del Trastorno del Déficit de Atención con Hiperactividad», insisten desde la Senep.
«Opiniones irrelevantes»
En alguna de sus erráticas intervenciones públicas ha llegado a reconocer sus escasos conocimientos médicos. «Mis opiniones sobre las vacunas son irrelevantes. No creo que la gente deba seguir mis consejos, ni siquiera los consejos médicos», dijo el pasado mes de mayo ante la Comisión de Salud del Senado. Sin embargo, sus decisiones han comenzado a desmantelar buena parte de la infraestructura sanitaria del país. En julio despidió a 17 miembros de la comisión asesora de vacunas para reemplazarlos por escépticos de las inmunizaciones. En agosto, anunció la cancelación de contratos de vacunas de ARN mensajero -la tecnología que permitió desarrollar la primera medicación contra el covid- por valor de 500 millones de dólares. Más recientemente, la Casa Blanca despidió a Susan Monarez, directora de los Centros de Control de las Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). «Es poco digna de confianza», señaló Kennedy pese a que él mismo la había elegido para el cargo. La sustituyó por su número dos, un empresario sin experiencia en medicina.
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En todo este tiempo, Estados Unidos ha registrado el mayor número de casos de sarampión de los últimos 30 años y ha bajado el índice de vacunación entre los niños al 92%, insuficiente para alcanzar la llamada inmunidad de rebaño, situada en el 95%. Pese a todo, Trump sigue defendiendo al hombre que llegó a competir contra él en la carrera hacia la Casa Blanca. «Tiene ideas un poco diferentes. Pero si vemos lo que está pasando en la salud en el mundo y lo que está pasando en la salud en este país, me gusta el hecho de que él sea diferente», ha dicho el magnate, que, como prometió, le está dejando hacer «a su antojo».
Rechazo de los expertos al tratamiento alternativo propuesto por Trump
Tampoco el tratamiento alternativo propuesto por Trump y Kennedy para tratar el autismo cuenta con el visto bueno de los expertos. En su comparecencia del lunes, el presidente norteamericano sugirió utilizar leucovorina, un fármaco utilizado en ciertos tipos de cáncer y para tratar la anemia. «Es un derivado del ácido fólico. Otra tontería», afirma la profesora García Barrado. «La sugerencia de utilizar leucovorina para 'tratar' el autismo es preocupante porque la investigación en este ámbito es de mala calidad y no está al nivel que cabría esperar a la hora de hacer recomendaciones para su aprobación», añade Dawn Adams, catedrática en el Centro de Investigación sobre el Autismo Olga Tennison de la Universidad de La Trobe (Australia) en SMC España.
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