Estaría bien arrancar esta columna admitiendo que en dos semanas he presentado el pasaporte covid en todos los bares o restaurantes a los que he ... acudido. O al menos en la mitad. Pero no es así. Me gustaría creer también que la medida me pudo parecer ideal alguna vez, pero tampoco es así. En una comunidad con más del 90% de la población vacunada y con ómicron campando a sus anchas, fijar este condicionante para parar el virus es como tratar de beber agua de un colador.
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Hemos mandado a nuestros abuelos a hacer colas para plastificar sus pases vacunales y guardarlos en sus carteras como si fueran estampitas de la Virgen del Carmen para los más creyentes. Como si les protegieran ante el contagio de un ómicron cualquiera. En los bares estarán protegidos con la estampita, ¿y en el transporte público o lugares similares? ¿Y cuidando de sus nietos confinados porque sus padres deben ir sí o sí a trabajar?
Como diría la experta en pandemias Paz Padilla, el virus te entra primero por una puerta y si cierras la puerta te entra por una ventana. Y a nosotros siempre nos ha gustado tener casas con enormes cristaleras y amplios balcones. No es que de la noche a la mañana buena parte de los convencidos de que cuidarse y vacunarse es la mejor opción para hacer frente a la pandemia nos hayamos convertido en adalides del trueno negacionista, pero es cada vez más extenso el sentir de la gente que duda de ciertas medidas o decisiones. Un espíritu crítico que tras dos años de pandemia debe ser valorado.
Suspender la competición del deporte escolar cuando se ha decidido no cerrar aulas con 8 o 10 contagios parecía una broma de mal gusto, como así se ha comprobado tras la rectificación del LABI técnico. E implementar medidas restrictivas como la fijación de horarios de cierre en hostelería o proponer la limitación a diez de los grupos para comidas o cenas coincidiendo con el periodo navideño tenía todo su sentido. Incluso la fijación de aforos. Pero una vez superadas las celebraciones más importantes y para no ahogar a la cultura (donde se exige siempre la mascarilla salvo en conciertos como los de 'La Polla Récords'), se debería contemplar el levantar o dulcificar alguna restricción vigente. Tras más de un mes se ha comprobado que la solución no es plastificar la sexta ola.
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