«Ocuparme de mis aitas me ayuda en mi rehabilitación»
Desintoxicación ·
Jorge Doménech, usuario de Proyecto Hombre, reflexiona sobre el «trabajo extra» que supone tratar una adicción en época de confinamientoEl pasado 13 de marzo Jorge Doménech regresó a vivir junto a sus padres al domicilio familiar en Villabona. A sus 50 años, los cumple ... hoy, no era lo que estaba previsto. Unos meses antes, los estragos que el alcohol había producido en su vida le llevaron al centro que Proyecto Hombre-Fundación Izan tiene en Hernani para someterse a tratamiento. A principios de agosto accedió al programa ambulatorio -acudía un par de veces por semana- y mediado octubre pasó al de comunidad para residir junto a otros internos, una fase que se suele prolongar «diez o doce meses» en función de la evolución de cada individuo.
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Decretado el estado de alarma en todo el país, el coronavirus provocó que muchas instituciones decidieran enviar a sus casas a la mayoría de las personas que tratan de romper sus vínculos con las adicciones que padecen. Jorge es uno de ellas. Uno de los más de setecientos usuarios que Proyecto Hombre trata de media cada año en Gipuzkoa. «Como protección y por seguridad, han retornado con sus familias aquellos que pueden tener en ellas un soporte, un sostén. Los que no reúnen las condiciones están con nosotros», apunta Izaskun Sasieta, directora de programas de Fundación Izan.
Desde su confinamiento, Jorge explica que para él y los que se encuentran en su misma situación, tener que seguir con su proceso de recuperación en casa supone «un problema y un trabajo extra». Accede a contar su caso para «ayudar y animar» a todo aquel que sufra una adicción. También para que «dentro de nuestro limitaciones», se pase esta situación «de la forma más llevadera posible, manteniendo su resilencia personal».
Un mes después de iniciar el confinamiento, Jorge asegura que se encuentra «bien» y «contento» de cómo marcha el proceso. Desde que volvió al hogar que comparte con sus progenitores, mantiene las rutinas que llevaba a cabo en Hernani. Esas que le permiten «estar alerta» para no sufrir una recaída. Entre otras, la organización de la despensa, de la que era el responsable. «Debía organizarla y, en función de los menús de la semana, preparar la lista de la compra». Ahora, esta tarea se mantiene entre sus quehaceres diarios. «Mis aitas pertenecen al grupo de población de riesgo -tienen 75 y 72 años- y soy yo el que sale cuando necesitamos algo, el que va a la compra o la farmacia», cuenta al tiempo que reconoce con un punto de emoción que «ver que soy capaz de ocuparme de ellos, me hace sentir útil y me ayuda en mi proceso de rehabilitación, de desintoxicación».
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Estar en la calle, fuera del centro especializado, «abre puertas» a que los adictos puedan acercase a las tentaciones. Jorge lo sabe y cuando va al súper «ni miro las botellas», pero lo que «realmente» le ayuda cuando pasa por un momento de dificultad es «coger bien las herramientas aprendidas en Hernani hasta ahora y aplicarlas a rajatabla, por el bien mío y de todos los que me rodean». Sus aficiones también cooperan en que mantenga el equilibrio. Le gusta dibujar -está diseñando un logo para la Fundación- y hacer trabajo de 'coutage', una técnica decorativa en la que se emplean papeles impresos o telas para pegar sobre diferentes soportes.
Los usuarios de Proyecto Hombre y sus terapeutas realizan sesiones conjuntas a través de videollamadas
Sesenta personas en tratamiento pasan el confinamiento en los centros de Donostia, Hernani y Zestoa
Ayudar a su familia no es el único propósito que se ha marcado Jorge, que después de colaborar en campañas como las de recogidas de alimentos, se ha puesto en contacto con la Cruz Roja de Andoain para ofrecerse como voluntario y se encuentra a la espera de que le asignen una función. «Me gusta poder devolver parte de lo que esto recibiendo. Ayudando a los demás me ayudo a mí», asevera Jorge. El confinamiento le obliga a hablar de su evolución y experiencias con los terapeutas mediante las nuevas tecnologías. «Por ejemplo, utilizamos Skype para mantener las reuniones grupales programadas. Es otra forma de mantener el contacto con el resto. Les echo de menos, pero es lo que hay», cuenta Jorge que, como cualquier otro usuario, puede comunicarse por teléfono o Whatsapp con su terapeuta de referencia en cualquier momento. «Nosotros les llamamos cada día, pero que ellos mismos tomen la iniciativa y lo hagan para contarnos cómo les va y sus inquietudes, indica que hay una buena adherencia al programa», afirma Sasieta.
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«Al pie del cañón»
La crisis sanitaria ha alterado la actividad normal de Proyecto Hombre, pero no la ha detenido. Al contrario. «Los centros siguen abiertos», subraya la responsable de Izan, quien insiste en que pesar de que no hay presencia física en algunos de ellos, «todos los días» los profesionales acuden a sus puestos de trabajo para atender las necesidades de los usuarios y seguir con los tratamientos de manera telefónica.
En total, son 51 personas las que trabajan en Proyecto Hombre y se mantienen «al pie del cañón» para hacer frente a esta situación. Han formado «equipos estables» que trabajan con el grupo de usuarios que se mantienen como internos en los centros de Proyecto Hombre: trece en Donostia, diez en Hernani y treinta y siete en Zestoa. Con el objetivo de minimizar los riesgos de contagios, las personas en tratamiento y confinadas no pueden salir al exterior, pero tampoco lo hacen los terapeutas, lo que supone «un esfuerzo muy grande» por parte de los profesionales, que «mantienen la guardia alta» para seguir adelante con las terapias de los usuarios en tiempo de confinamiento.
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