A Ángel le diagnosticaron alzhéimer hace poco más de un año. Lourdes es su pareja y también su cuidadora. BORJA LUNA
Día Mundial del Alzhéimer

«Me da miedo no reconocer a mi mujer o a mis hijos»

Hace un par de años que Ángel, de 66 años, empezó con «despistes continuos». Se sentía «extraño». En julio de 2021 dieron con la causa de sus olvidos. Tenía inicio de alzhéimer

Macarena Tejada

San Sebastián

Domingo, 18 de septiembre 2022

Ángel García es un enamorado del bricolaje. Cualquier avería en casa, por pequeña que sea, es la excusa perfecta para que este donostiarra de 66 años saque sus herramientas y se ponga manos a la obra. La sierra, el martillo, la lima... Antes lo hacía casi con los ojos cerrados. No ha perdido el ritmo, pero ahora presta más atención que nunca a lo que hace. Necesita más concentración. Hubo un día que se puso a hablar por teléfono, se alejó de la zona de trabajo y a la vuelta no recordaba dónde había dejado la herramienta que estaba utilizando minutos antes. Podía ser un despiste, pero no era la primera vez que le ocurrían ese tipo de cosas. Al poco confirmó sus sospechas. Tenía alzhéimer. Solo han pasado nueve meses del diagnóstico. «Fue muy duro, pero hay que ser valiente y aprender a convivir con ello», explica. DV se acerca a la realidad de Ángel y de su mujer y también cuidadora, Lourdes Martínez, con motivo del Día Mundial del Alzhéimer, que se celebra el próximo miércoles.

Publicidad

Desde julio del año pasado, cuando los médicos de la Fundación CITA-alzhéimer le dieron el resultado de las pruebas, Ángel y Lourdes, de 65 años, no se separan. «Nos hemos vuelto muy dependientes el uno del otro», admiten ambos mientras se sujetan de la mano. Ha sido un año frenético para esta pareja, que tiene cinco hijos. Fue precisamente la mayor, que es psicóloga, quien empezó todo el proceso. «Llevaba un par de años comentándole a la doctora de cabecera que me notaba algo raro, que no me acordaba de los planes que tenía», explica Ángel. «Me hizo test muy básicos. Repetir ciertos números y palabras. Pero no me vio nada. La atención primaria de Osakidetza no está preparada para esta enfermedad», dice. Tuvo que acudir a la Fundación CITA-alzhéimer en busca de un diagnóstico, donde Ángel ya había colaborado con anterioridad como voluntario. Además, ahora son usuarios de la asociación de familiares y amigos de personas con alzhéimer de Gipuzkoa Afagi.

  • 13.000 personas, aproximadamente, sufren alzhéimer en Gipuzkoa, según los datos facilitados los dos últimos años por Diputación y la asociación de afectados Afagi.

Tras un escáner, una punción lumbar y varias pruebas con el neuropsicólogo, «llegaron a la conclusión de que tenía inicio de alzhéimer. Lo bueno era que se había cogido pronto». Desde entonces, toma un batido especial cada día, «que por cierto Osakidetza no lo cubre», y un parche, además de que cada seis meses acude a revisión. «Sé que la enfermedad está ahí. No mejora ni mejorará. Va a avanzar pero por ahora lo hace muy lentamente. Y eso, en parte, me tranquiliza», reflexiona Ángel, que no deja de intercambiar miradas con su esposa.

Armarios equivocados

Maestro de profesión, hace tres años que se jubiló. El alzhéimer ha llegado cuando tenía «muchísimos planes por hacer» con su mujer. «Ahora que somos superfelices, nos toca esta mierda», se lamenta Lourdes, que no puede evitar las lágrimas mientras escucha a Ángel hablar –«soy muy llorona», se excusa–. Por ahora su vida apenas ha cambiado. Él sigue preparando el desayuno, «aunque suele guardar las cosas en armarios equivocados», salen a pasear juntos, se han apuntado al gimnasio, quedan con amigos y familia a comer y cenar... «Somos socialmente muy activos. Pero claro que esta enfermedad da miedo. Es inevitable pensar en el futuro», admite ella.

Lourdes no puede ocultar el miedo a lo que pueda venir. «Sé que voy a estar apoyada, pero la que está con él todo el día soy yo. A veces prefiero no pensarlo demasiado, disfrutar el ahora». Su forma de pensar «ha cambiado mucho» desde el diagnóstico. 'Hay que aprovechar el ratico. Ratico que se va, ratico que se pierde', es el nuevo lema de vida de Lourdes, que pese a la dureza de ello, se ha convertido en la cuidadora de Ángel, con todo lo que eso conlleva, como el «cambio de carácter» que ya ha empezado a percibir en su marido.

Publicidad

«Si pudiéramos pedir un deseo sería poder parar el avance del alzhéimer. Que nos dejen como estamos»

Por ahora, él se encuentra «bien. Cada vez tengo más olvidos», admite, «pero es muy llevable». ¿El futuro? «No me lo planteo. Sé que esto va a ir a más. Ya se irá viendo. Quiero pensar que en el camino pueden surgir milagros», se sincera Ángel, que aunque evita «darle demasiadas vueltas a la cabeza» sí hay un tema que le preocupa más que el resto. Se refiere a «la calidad de vida que le pueda dar a Lourdes. Hay momentos en los que lo paso muy mal pensando esto. También me da miedo no reconocer a mi mujer, mis hijos, o mis amigos. Lo he visto en mi madre y en mi abuelo, y es muy duro», reconoce. Y acto seguido le da un trago al cortado descafeinado que tiene entre las manos. Han salido más miedos de los que pensaba.

Porque «una cosa es no querer preocuparte más de la cuenta y otra muy diferente conseguirlo». A pesar de los altibajos, Ángel tiene una idea muy clara: «El alzhéimer tiene que dejar de ser un tabú. Hay que hablar sobre la enfermedad, normalizarla y que las instituciones no se olviden de ella. Que inviertan y encuentren una cura. Si lo ocultamos no existe y entonces nadie va a hacer nada para ponerle solución», defiende.

Publicidad

Apoyo de la familia

Si en todo este tiempo ha conseguido mantener el optimismo es, en gran parte, gracias a su familia. Lourdes es su principal pilar, pero también lo son sus hijos y sus amistades. «Sin ellos no sé lo que haría. Se lo han tomado todo muy bien. Desde el principio les contamos lo que pasaba. Es la mejor forma para que yo me sienta cómodo con ellos». Y lo ha conseguido. «Si se despista y repite lo mismo en más de una ocasión no pasa nada. La gente sabe lo que le pasa y lo admite sin problema. Solo hace falta un poco de paciencia», añade Lourdes.

«Ahora que nos hemos jubilado y somos superfelices, nos toca esta mierda»

Sabe de lo que habla. Ángel ejercita su memoria a diario con sopas de letras, crucigramas y resto de pasatiempos. Pero aún y todo, «a veces me repite lo mismo cinco veces. He aprendido a seguirle la conversación como si fuera la primera vez que me lo dice», dice Lourdes, que hace poco acaba de ver cumplido el sueño de Ángel. «Siempre ha querido ir a los fiordos noruegos. Este verano fuimos. Ahora nos queda pendiente pasar una noche de luna llena en la montaña en el Moncayo», donde veranean. Es el próximo plan que no van a dejar escapar si el alzhéimer se lo permite.

Publicidad

Si hay algo que han aprendido recientemente es que «solo importa el presente. La vida puede cambiar de la noche a la mañana. A nosotros nos ha tocado esta mierda, pero le puede tocar a cualquiera», aseguran. Si tuvieran la opción de pedir un deseo, sería «poder parar el avance del alzhéimer. Que nos dejen como estamos». Y se agarran fuerte de la mano,

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad