«Es angustioso ser consciente de que podía haber matado a alguien al volante»
«Crees que lo controlas y nunca es así», afirma el donostiarra Txema Rubio, que sufrió varios accidentes de tráfico estando ebrio
«Yo controlo». Cada vez que Txema Rubio se ponía al volante estando ebrio, se autoconvencía de que conducir bajo los efectos del alcohol no ... tendría consecuencias. «Lo típico, si solo son dos, tres cervezas... Crees que lo controlas». Pero aquella sensación de falsa seguridad nunca le trajo nada bueno. Ha estado al borde de la muerte en varias ocasiones y apunto de llevarse por delante a otros tantos conductores. Sin embargo, «lo único que me preocupaba era que no viniese la policía, que no me pusieran una multa, que no me quitaran el carné, irme rápido de ahí. No eres consciente de lo que tienes entre manos, que es un arma mortal, que puede matar a la gente, no solo a ti. Pero antes no me preocupaba por las consecuencias», admite este donostiarra de 64 años, en el marco del Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico que se conmemora hoy y cuyo objetivo es reconocer el sufrimiento de las víctimas de los siniestros viales así como concienciar a la opinión pública sobre los daños devastadores que producen los accidentes de tráfico.
Txema lleva a sus espaldas un largo historial de alcohol y drogas. Tras entrar en varios programas de rehabilitación, hoy ya con la mente despejada se sincera, da la cara y asume todo el daño que podría haber causado. «Gracias a Dios no he matado a nadie, pero lo podía haber hecho. Es ahora cuando me pesa, es ahora, al ser consciente, cuando me doy cuenta y me produce una angustia y una tristeza impresionantes», expresa tras años de rehabilitación en la asociación Aergi. «Antes vivía como un zombi, no tenía vida, era como un muñeco de trapo. La gente me suele comentar que qué pena no haberlo tratado antes, pero yo doy gracias por haber dado el paso. En Aergi me han enseñado a vivir», agradece.
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Al entrar en el programa para superar su adicción dejó de conducir. No se ha vuelto a poner al volante desde entonces, cuenta este donostiarra, que cumplió la mayoría de edad en Cruz Roja después de sufrir un accidente de moto que casi le cuesta la vida. «Bajaba de ver a un amigo que estaba ingresado en la residencia. Iba bebido, fumado y de todo. Casi muero. Tenía las dos piernas rotas por cuatro sitios diferentes y alguna vértebra. Según el médico, si salía adelante iba a acabar en una silla de ruedas. Cuando te haces daño a ti no te importa tu vida. No eres consciente del daño que te puedes hacer y que puedes hacer a los demás. Crees que lo tienes controlado, que no es nada, pero lo es».
Límite permitido
Los límites de alcohol permitidos en España no han cambiado en 35 años, y la nueva propuesta de reducir la tasa de alcohol en sangre a 0,2g/l para todos los conductores responde a la urgencia de evitar más tragedias en las carreteras y disminuir el impacto del alcohol en los accidentes de tráfico, que actualmente es la segunda causa de siniestralidad mortal en el Estado, con un 29% de los accidentes mortales en 2023.
Rubio aplaude la medida, «me parece bien, y si la bajan a 0,0 mejor todavía» porque «una sola copa de vino o una cerveza es suficiente para que no controles». De hecho, los conductores ligeramente bebidos tienen un 46% más de probabilidades de ser responsables de choques en comparación con conductores sobrios. Este hombre tardó más de media vida en darse cuenta de que ninguna cantidad de alcohol es segura al volante, aunque en una cultura íntimamente ligada a las cañas, el vino y la fiesta, hay quienes tienden a banalizar los riesgos de conducir bajo los efectos del alcohol.
Aunque se observa un descenso en el consumo actual de alcohol, sigue siendo la sustancia psicoactiva más consumida en Euskadi y el 13% de la población adulta reconoce beber a diario, según la última Encuesta sobre Adiciones de 2023.
El segundo accidente que podía haber acabado en tragedia ocurrió también de joven, cuando Txema tenía 20 años. Viajaba de copiloto junto a otro amigo, «íbamos de viaje a Málaga. Habíamos bebido, unas tres o cuatro cañas y nos fumamos algún peta. Tomamos una curva demasiado rápido, se nos fue el coche y volcamos, dimos unas cuantas vueltas de campana, pero no nos hicimos apenas nada. Después del accidente, cogimos las cosas que llevábamos e hicimos autoestop para llegar. Ni llamamos a una ambulancia ni nada. Nos creíamos supermanes, no teníamos límites».
«Temeridad»
Txema relata el suceso echándose las manos a la cabeza, poniendo de relieve la «temeridad» que hace años era incapaz de ver. «La gente que va alcoholizada en un coche o en una moto lleva un arma sin saber que puede provocar una muerte», insiste. Se acuerda de una anécdota que le produce una risa incrédula, por lo absurdo. «Estaba con un amigo en el bar y cuando se iba a ir a casa le quité las llaves del coche porque estaba borracho y no quería que tuviera una desgracia, así que se marchó (a pie). El caso es que yo también había bebido, además estaba con medicación. Cuando salí del bar cogí mi coche, estaba soñoliento y perdí el control. Choqué contra dos coches que estaban aparcados. Di la vuelta y me paré en una esquina pero me dieron el alto unos secretas. Hicieron el atestado y estuve año y pico sin carné, además de pagar una multa, no recuerdo cuánto fue. Tuve un juicio rápido y me declaré culpable», relata.
De todo ello extrae una conclusión: «El problema de conducir habiendo bebido es que la gente solo tiene miedo a las consecuencias: a que le pare la policía, a que le quiten el carné... No estaría mal que, a quienes les pillan en los controles de alcoholemia, además de la sanción, les hagan ir a los hospitales o a centros donde está la gente que 'controla', para que vean cómo se han quedado y cómo han dejado a los demás. Porque parece que hasta que tú no lo vives no eres consciente».
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