Fernández ha cambiado bastante de aspecto. Mediaset

«Llevo 17 años aquí. Ya estoy muy quemado», era uno de los mantras del preso de El Dueso fugado

«Aunque me muriera o estuviera aquí metido toda la vida no la recuperarían», decía Guillermo Fernández sobre los padres de la joven que violó y asesinó en Vitoria en el año 2000

el diario vasco

Viernes, 27 de julio 2018, 13:45

«Estoy cansado». «Llevo 17 años aquí. Ya estoy muy quemado». Esos eran dos de los mantras que Guillermo Fernández, el preso condenado por asesinato y violación en Vitoria que el pasado domingo no volvió a la cárcel de El Dueso (Cantabria) tras un permiso de una semana, solía repetir a los pocos internos con los que tenía relación. A quienes han convivido estos últimos años con él entre los muros de la prisión de Santoña no les extraña demasiado su fuga. La Policía Nacional ha formalizado la orden internacional de detención del preso, e incluso la Ertzaintza ha abierto una investigación por si pudiera estar´en Euskadi. Se han recibido llamadas que alertan de la presencia del preso fugado en Hernani y Pasaia.

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Era consciente de la gravedad de sus crímenes. De que para los padres de Ana Rosa Aguirrezábal, la joven que violó y asesinó en Vitoria en 2000, nunca pagaría demasiado por lo que hizo a su hija. «Aunque me muriera o estuviera aquí metido toda la vida no la recuperarían», cuentan que solía decir a los tres o cuatro compañeros con los que por la noche se juntaba en su celda a fumar porros cuando los conseguían. Pero también pensaba que ya había cumplido de sobra con la ley.

Quizás por eso pensó que 17 años entre rejas –al menos le quedaban otros ocho– ya eran suficientes. En diversas ocasiones había solicitado el tercer grado y siempre recibía un no por respuesta. Eso le convenció aún más de que tenía que salir de allí porque «pensaba que estaba totalmente rehabilitado».

La Policía lanza una orden internacional de detención

La Policía Nacional ha formalizado la orden internacional de detención del preso que no volvió a la cárcel cántabra de El Dueso, en Santoña (Cantabria), después de un permiso penitenciario. El recluso, Guillermo Fernández, fue condenado a 26 años y seis meses de prisión por violar y asesinar en una cafetería de Vitoria a una empleada de la limpieza en el año 2000. Además, cuenta con otra condena de nueve años por otra agresión sexual cometida un mes antes de aquel asesinato. El preso tenía que haber vuelto a la prisión de El Dueso el pasado domingo, tras un permiso de una semana, pero no lo hizo. Ya el miércoles, la Policía informó públicamente de la fuga y pidió la colaboración ciudadana.

«Guillermo Fernández Bueno es un violador y asesino que se ha fugado de la cárcel de Santoña en un permiso», señalaba la Policía a través de Twitter para intentar localizarle gracias a la ayuda de los ciudadanos. Este mensaje acumula ya más de 40.000 retweets y se ha convertido en uno de los tweets de la Policía más difundidos de los últimos tiempos, según las mismas fuentes.

Todos los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, incluida la Ertzaintza, están buscando a este hombre, de 41 años y natural de Santander aunque, según informa la Policía Nacional, su último domicilio conocido figura en Tenerife. A estas alturas, no se descarta «ninguna línea de investigación».

Esta vez, después de disfrutar más de 40 permisos y cumplir escrupulosamente, tomó la determinación de dar el paso. Los primeros permisos los consiguió hace más de cinco años. El juez de vigilancia penitenciaria dio el 'ok' con el voto en contra no vinculante de la junta de tratamiento de la cárcel. Los que mejor le conocían dijeron que 'no', pero ellos no tenían la última palabra. En las siguientes ocasiones, al ver que sus informes no tenían efecto, cambiaron de criterio.

Los funcionarios y los internos de El Dueso coinciden en que es soberbio, pero tranquilo y poco amigo de los problemas

Los funcionarios y los internos coinciden en la descripción del personaje: soberbio, pero tranquilo y poco amigo de los problemas. «Al revés, cuando había un conflicto intentaba mediar y ayudaba a adaptarse a los nuevos», apunta un expresidiario con el que compartió algunas horas y confidencias.

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Eran muy pocos con los que hablaba de sus crímenes, siempre sin entrar en detalles y excusándose en la cocaína. Solo cuando el vínculo era muy sólido le podían tirar de la lengua. También les hablaba de Elena, la chica a la que había conocido y con la que tenía planes de futuro. Coincidió con ella dentro de El Dueso por su condición de trabajadora social. Pronto empezaron a cartearse, después se veían con un cristal de por medio y más tarde coincidían en los encuentros íntimos que permitían los vis a vis. «Decía que quería ver mundo con ella, hasta se habían comprado una furgoneta», recuerdan ahora esos internos.

Ese vehículo puede ser una de las claves de la investigación. Porque Guillermo no tiene pasaporte, su DNI está marcado –llamaría la atención en cualquier control policial– y no podría coger un avión al extranjero. Pero sí viajar por carretera. El runrún en la prisión es que ha podido ir a Rumanía. Incluso más lejos, a la India. En la celda, que dejó prácticamente vacía antes de irse de permiso –los funcionarios tienen claro que la huida no la planificó en un día–, apareció una guía de viajes de este país. En cualquier caso, parece poco probable que esté allí.

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Los que le conocieron cuando llegó y los que coincidieron con él estos últimos años hablaban de un cambio físico y psicológico «radical». Gracias a las muchas horas en el gimnasio había ganado mucha musculatura. «Antes era delgado y poca cosa, ahora es tres veces él, con el pelo largo y liso», describe el exinterno que, cuando era capaz de obviar su historial delictivo, llegaba a empatizar con él y su discurso 'hippy', de amante sobrevenido de lo natural y del surf. Cuando estaba en el patio solía pasear solo y con los cascos en las orejas.

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