Mercè Conangla participa este lunes en la jornada de 'Gipuzkoa Zaindu' organizada por la Diputación.
Psicóloga y escritora

Mercè Conangla: «Debemos cuidar nuestras emociones porque afectan a la salud del planeta»

«La crisis climática es fruto de una crisis de salud mental», explica la creadora del modelo que une sostenibilidad con gestión afectiva

Sábado, 27 de septiembre 2025, 00:12

Los efectos del cambio climático no solo se traducen en catástrofes o alteraciones en el comportamiento del planeta. También se dejan notar en la sociedad, ... en las personas y en cómo éstas se sienten. En este contexto, el Departamento de Sostenibilidad de la Diputación de Gipuzkoa reunirá este lunes, dentro de las jornadas de 'Gipuzkoa Zaindu', a una docena de expertos de salud y sostenibilidad para hacer de la crisis climática «acción positiva». La psicóloga y escritora Mercè Conangla lleva más de veinte años investigando cómo nuestras emociones influyen en la manera en que habitamos el mundo.

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– ¿Qué es la ecología emocional?

– Un modelo que aplica los principios de la sostenibilidad al mundo de los sentimientos. Propone dirigir toda la energía que generan las emociones hacia tres niveles: en primer lugar, hacia nosotros mismos, hacia aprender a cuidarnos y a utilizar las emociones a favor nuestro. Luego, a mejorar las relaciones con los demás y la calidad de estas. El tercer nivel es el planeta. La ecología emocional siempre tiene presente que somos ecosistemas, que estamos comunicados y que el ser humano es naturaleza. Por lo tanto, lo que le ocurre al planeta nos ocurre a nosotros, y si nosotros enfermamos, también enferma el planeta, que es lo que está pasando ahora.

– ¿Por qué ha enfermado?

– Porque nos hemos dejado llevar por la soberbia, por la ambición excesiva. Porque nuestros deseos, que no necesidades, nos han hecho actuar de tal forma que hemos roto el equilibrio. Es que nosotros vemos el planeta como algo externo cuando no es así. Nosotros somos naturaleza y estamos interrelacionados. Con lo cual, lo que a mí me pasa, le pasa a la naturaleza; por tanto, si yo cuido la naturaleza, me estoy cuidando a mí y viceversa.

PLANETA ENFERMO

«Somos ecosistemas, naturaleza, por lo tanto lo que le ocurre al planeta nos ocurre a nosotros y viceversa»

– ¿Podría poner algún ejemplo de cómo lo que nosotros sentimos afecta al planeta?

– Nosotros a nivel emocional acumulamos residuos. Por eso hacemos el mismo paralelismo con el medio ambiente; acumulamos ira, rabia, resentimientos, desconfianza... Todos generamos estas emociones y tenemos el deber de practicar cada día la higiene emocional, para tener una mayor paz mental porque, si no tengo paz mental, difícilmente voy a cuidar del planeta, que es mi casa. Es decir, puedo convertir mi enfado en un arma para hacer daño, para ser violento, pero también puedo tomarlo como energía para reparar una injusticia.

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– ¿La ecoansiedad es parte de la ecología emocional? Ese miedo por el mundo que sufren las nuevas generaciones.

– Sí, claro. Es más, la crisis climática que padecemos es, realmente, fruto de una crisis emocional. Podríamos decir que los sentimientos negativos como el miedo o la frustración que cada uno tiene en su interior pueden acabar manifestándose como un volcán, una erupción hacia el exterior que lo destruye todo si no se gestiona bien. Y sí, hay colectivos muy preocupados y su salud mental está sufriendo, sobre todo las personas jóvenes.

– Se dice que si se le habla mal a una flor mientras crece se marchita y que en cambio, si se le habla bien, crecerá sana.

– Exacto. Una rama que trabaja la ecología emocional es la gestión de significados y trata cómo las palabras tienen poder y una gran carga emocional. Pueden hacer daño o pueden ser puentes de unión y actos curativos.

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INDIFERENCIA GLOBALIZADA

«Se adopta a modo de autodefensa cuando se cree que los problemas no tienen remedio y evitas las noticias para no sufrir»

– Vivimos en una sociedad cada vez más polarizada, ¿puede la ecología emocional revertir esta tendencia?

– La palabra es la principal herramienta que tenemos los humanos para cultivar la paz y para llegar a los demás, para pactar, para convivir, para consensuar... Tenemos ejemplos muy malos de la gente que está en el ámbito público, que utilizan la palabra de una forma patológicamente horrible. Pero es verdad que cuando hay grandes catástrofes, lamentablemente, es cuando nos damos cuenta de que las personas somos realmente resilientes y que tenemos la capacidad de aprender unos de otros.

– ¿A qué nos enfrentamos? ¿Cuáles son los mayores retos a nivel emocional de la sociedad?

– Uno es la globalización de la indiferencia, un mecanismo de defensa que se adopta cuando crees que algo es superior a lo que tú puedes controlar y crees que ya no tiene remedio; este sentimiento genera mucho sufrimiento. Se construye una coraza emocional para que las cosas no lleguen a tu interior y no te duelan, por lo que te vuelves indiferente al dolor del mundo; no quieres escuchar, no quieres saber de noticias... Es una pérdida enorme porque mucha gente buena se está autoprotegiendo para no sufrir, y es esta gente la que tal vez tendría que estar cambiando las cosas.

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– (...)

– Esto va ligado con el segundo reto, que es una epidemia de la soledad. Al volverse más indiferente y aislarse, hay mucha gente que se siente muy sola. Y no sola de no tener gente alrededor, sino sola aun estando rodeada de gente. Esto genera depresiones, suicidios... la sociedad está muy desesperanzada.

– ¿Es la situación tan catastrófica? ¿Diría que ya está todo echado a perder?

– Claro que no, no está todo echado a perder. En vez de pensar que 'siempre que hay vida hay esperanza', como dice la célebre frase, yo me decanto por la versión del filósofo Emilio Lledó: 'Mientras haya esperanza, hay vida'. Por eso, en un mundo globalizado e incierto, tenemos que ser sembradores de esperanza.

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– ¿Y cuál es el siguiente paso?

– Tenemos que alcanzar la eco-bondad. Ahora mismo vivimos imaginándonos futuros peores; 'voy a vivir peor que mis padres o que mis abuelos'. Este pensamiento lo único que hace es restarnos capacidad de pensar y de ilusionarnos por crear un porvenir mejor. Por eso tenemos que abrir luces de esperanza y animar a los jóvenes a aplicar la bondad, con uno mismo y con el resto, para crear un porvenir mejor.

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