«Hay que conseguir poner de moda que se puede vivir en estos pueblos»

En el mapa de la España abandonada hay un gran corredor interior que une los extremos más castigados: la frontera con Portugal y la Sierra Celtibérica aragonesa. Es el mar interior de Tierra de Campos. Todavía granero de España. De cereal, tal vez. De personas, hace mucho que no.

Recorrer sus pueblos, que se desparraman por cinco provincias (Zamora, Palencia, Valladolid, León y Burgos) ofrece de primera mano el espectáculo de cómo la arquitectura es el mejor reflejo de los logros humanos. Y de sus fracasos. Casas de barro y madera caídas sin remisión como si una sucesión de 'terremotos' hubiera sacudido sus inabarcables praderíos.

«En 2050... cuando la tapia y el ladrillo se hayan derrumbado, cuando el arado y el remolque tengan su refugio de café y cartas a veinte kilómetros, porque el bar, este año uno más, cerró... cuando la tienda de ultramarinos sea la furgoneta que llega cada tres días, cuando la farmacia sea un botiquín casero de emergencia, cuando el parque sin niños ya no tenga columpios, (...) con los cementerios llenos (...), sin Europa ni dueño que la defienda». Está reflexión de la arquitecta vasca de origen palentino Izaskun Villena está inscrita en varios espacios de Cuenca de Campos, sede de la Fundación Rehabitar. Tiene una segunda parte que arranca: «Sin embargo, pretendemos que la historia cuente en 2050 que un día nos juntamos para caminar y pensar otra forma de habitar, que no nos sentamos a esperar... que quisimos cambiar las cosas...».

Con sus 225 vecinos, el peso de Cuenca de Campos en la jerarquía terracampina está por debajo de sus vecinos Medina de Rioseco (4.800 vecinos), Villalón y Mayorga de Campos (1.600 en cada uno). «Nosotros tratamos de pisar tierra firme en una comarca que se cae con su barro». Así se expresa Faustino González, 'Tinín', que es desde hace cuatro décadas su alcalde.

En apenas dos años, han logrado aglutinar la lucha de la comarca con la creación de la Fundación Rehabitar, con la que se han comprometido decenas de profesionales. «Hemos puesto una pica en Flandes para recuperar esta tierra», insiste Tinín González, que preside esta entidad.

Una pica que se niega a ser piqueta y que apuesta por mantener lo que hay. Entre sus iniciativas destaca el proyecto Apadrina un Palomar. La cría de pichones garantizó durante siglos la independencia alimentaria de cada casa. Hoy, 3.000 palomares languidecen en Tierra de Campos. Unos 500 podrían volver a criar.

En Cuenca hay un matadero que, cuando ha estado en uso, recibía pedidos de clientes como Martín Berasategui, (diez estrellas Michelin), que prefiere de largo la textura de sus carnes a la del palomo brest francés. Desde Rehabitar han logrado la cesión de 12 palomares particulares (hay otros tres en marcha). El objetivo es levantar de nuevo la ganadería de pichón bravío y crear una cooperativa que entre en el mercado.

González asegura que ahora «nos llueve la oferta de palomares» y que la demanda para restaurantes «es desorbitada. Nos llaman de muchas partes». Con la extensión del proyecto a otros pueblos como Fuentes de Nava, esperan superar en 2020 los 4.000 pichones para los fogones españoles.

Además de los palomares, Rehabitar centra sus esfuerzos en recuperar los dos edificios históricos más destacados: la iglesia de Santa María del Castillo y el convento de San Pedro. La primera, de finales del siglo XIV y con claros detalles islámicos, la compró él propio Tinín después de que el templo fuera desacralizado y subastado. Su interior se ha convertido en un centro de defensa de la cultura del barro, sede de congresos internacionales, casa de oficios, e incluso improvisado 'boliche' porteño de tangos en el homenaje que hace unos días dedicó el pueblo a su ilustre emigrante Jesús Fernández Blanco (nacido en 1892), autor de la letra del himno del Boca Juniors.

En los últimos siete años, brigadas de alumnos han aprendido allí la construcción autóctona con barro. «Es una forma de mover gremios, de lograr que la gente de la zona restaure con barro y no con cemento. No estamos para crear nóminas sino para formar equipos que crean en esto», destaca Izaskun Villena.

A la recuperación de la iglesia se añade la ingente labor que reclama el convento de San Pedro, otra joya medieval que fue donada al pueblo después de que las últimas monjas se fueran hace medio siglo. El edificio, de impresionante policromía, es casi una ruina. «Me negué a tirarlo. Derribar y levantar otra cosa no tiene ningún valor», insiste el regidor. Hoy, su fundación sueña con una rehabilitación integral que permita destinar el lugar a zona residencial para nuevos vecinos.

González pasa por ser mucho más que un alcalde. Regenta la única bodega del pueblo (Vinos Cauccia), después de lograr 'estirar' la denominación de origen Tierras de León hasta allí. Y representa el perfil que defiende su colega y primer edil de la cabecera de la comarca, Medina de Rioseco, Daniel Esteban. «Para hablar de despoblación hay que salir llorados de casa. Y dar la vuelta al tema y mantenernos para que, cuando revierta esta ola de pesimismo, estemos preparados para ser parte de una España de oportunidades». A pesar de este optimismo, en Rioseco mueren al año más del doble de los que nacen (60 frente a 25). Tienen el paro más bajo de los últimos 15 años, pero no logran alcanzar la cuota 'psicológica' de los 5.000 empadronados. «Hay que conseguir poner de moda que se puede vivir en estos pueblos», reclama Esteban. Sus vecinos de Cuenca de Campos quieren ponerle alas a este empeño común.