Euskera sin fronteras
Festejo. En el Día Internacional del Euskera, DV reúne a un misionero indio, un físico argentino y un profesor inglés para conocer su vinculación con un idioma que «nos fascina»
Aunque la fuerza del euskera reside en los vecinos del País Vasco, también son muchas las personas que no han nacido aquí que sienten devoción ... por un idioma «especial» que nada tiene que ver con ningún otro. Por eso, y con motivo del Día Internacional de Euskera que se celebra mañana, DV ha reunido a un misionero claretiano indio, a un físico argentino y a un profesor inglés para conocer de primera mano su vinculación con la lengua vasca y cuál fue el motivo que llevó a cada uno de ellos a aprenderla hasta el punto de dominarla.
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Nacido en Kerala, al sur de la India, Sarin Nadupparampil llegó a Errenteria hace tres años y lleva uno aprendiendo euskera consciente de que «me abre muchas puertas y me ayuda a conectar» con los vecinos. Por su parte, el investigador Miguel Varga lleva desde 2018 afincado en Gipuzkoa y actualmente acude siete horas por semana al euskaltegi con un objetivo claro: sacarse el EGA. Caso aparte es el de Dylan Inglis, a quien unas vacaciones en verano de 2015 le cambiaron la vida. Se enamoró del euskera y a día de hoy es profesor en la Universidad de Edimburgo.
Los tres, al igual que el resto de euskaldunes, buscan con este día, que empezó a celebrarse en 1949, mantener viva una de las lenguas más antiguas de Europa a través de su cultura, costumbres e identidad.
Maratón de voces
Entre las actividades programadas para el fin de semana, una de las más atractivas es la grabación de voces para la página web www.gaitu.eus que tendrá lugar hoy y mañana en el Boulevard donostiarra. El objetivo es aportar voces en euskera a la IA para que esta pueda ofrecer una mayor oferta en el idioma. Para ello se colocará una carpa en la que habrá ordenadores que graben la voz. El horario para hoy es de 13.00 a 20.00 horas, mientras que el de mañana, de 11.00 a 19.00.
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Sarin Nadupparampil Misionero indio
«Doy catequesis a los niños e intento hacerlo en euskera»
Kaixo, egun on, zer moduz? Ni oso ondo eta zu? Gustora, niretzat plazer bat da zurekin hitz egitea», atiende nada más descolgar el teléfono a este periódico el misionero claretiano indio Sarin Nadupparampil. Se maneja mejor con el castellano, pero no por ello deja de atreverse con el euskera. Tras dejar su casa en la parte sur de la India, su primera experiencia le llevó a Madrid, donde estuvo estudiando teología durante ocho años. Pasó después por un colegio pastoral de Pamplona y acto seguido llegó a Errenteria. De esto hace ya tres años.
Apenas se ha cumplido uno desde que se embarcó en la aventura de aprender el euskera y no solo entiende, también lo domina y es capaz de mantener una conversación. «Cuando llegué a Euskal Herria, concretamente al pueblo euskaldun de Errenteria, me invitaron a conocer la cultura y eso suponía aprender el euskera. Asumí el reto con ganas, ya que eso te abre muchas puertas. Me parece muy interesante poder conectar con la gente en euskera», afirma.
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Su lengua materna es el malabar, también conocido como malayalam, idioma del estado de Kerala en el sur de la India, donde viven 30 millones de habitantes. Reconoce que «respecto al euskera se parece poco o nada, pero lo que nos caracteriza es tener un idioma propio como aquí», algo que le motivó especialmente para familiarizarse con el idioma.
En su día a día en Errenteria -desde agosto reside en Leioa por cambio de congregación- acudía a una de las cuatro parroquias e iglesias del municipio y se repartía las tareas con otros párrocos. «Hacíamos los trabajos de la parroquia en el despacho, como preparar las misas. También ayudas a la gente a preparar la comunión con la catequesis, trabajamos con los inmigrantes..., tratando de hacerlo todo ello en euskera», explica.
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Pudo incorporarse a uno de los euskaltegis municipales de la localidad papelera, pero decidió «aprenderlo por mi cuenta con el resto de ciudadanos de la calle. En Errenteria si alguno me hablaba en euskera yo le intentaba responder. Me defendía con conversaciones sencillas, temas básicos, consciente de que tengo el nivel B2», afirma satisfecho Nadupparampil. Ahora sí, lo aprende a diario en Maizpide, el euskaltegi de Lazkao, donde pasa toda la semana. «Mi objetivo es tener una buena base en euskera y desde ahí poder construir», anhela. Con motivo del día del euskera que se celebra mañana, a lo largo de la semana han realizado un par de actividades relacionadas. Así es la vida de este misionero indio de 33 años, quien puede hablar cinco idiomas más el euskera. Sus hobbies son escuchar la radio en euskera y ver o practicar la pelota. «Umeekin jolastu dut, baina normalean telebistatik ikusten dut eta oso interesgarria da iruditzen zait», se despide Nadupparampil.
Dylan Inglis Profesor inglés
«Aunque esté en Edimburgo, practico bertsos de forma online»
El joven Dylan Inglis se enamoró de Euskadi y sus maravillosos rincones verdes cuando vino de vacaciones por primera vez acompañado de su familia durante el verano de 2015. Sintió un flechazo tal que ya en aquella visita de unos días a Iparralde le entró la curiosidad de aprender algunas palabras en euskera. Para él era importante poder comunicarse con la gente euskalduna en su idioma. Lo veía como una forma ideal de integrarse en una cultura que ahora admira desde la distancia. «Arratsalde on (buenas tardes)», fue la frase con la que se estrenó al abrir la puerta de una taberna. Le respondieron en euskera, y lo que hasta entonces había sido una mera curiosidad por descubrir un idioma «fascinante», se convirtió en un objetivo claro: quería estudiarlo en profundidad hasta poder hablarlo con fluidez.
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Actualmente, este inglés de 25 años afincado en Escocia domina el batua y se expresa a la perfección en vizcaíno, suletino y en el dialecto del Baztan. De hecho, es profesor de euskera en la Universidad de Edimburgo. «Doy clase a ocho alumnos y es realmente gratificante y sorprendente lo que han llegado a aprender en tan solo un semestre», relata Inglis, quien les ha convencido para que sigan sus pasos y a final de curso vengan a un barnetegi para perfeccionarlo.
Por si esto fuera poco, hace un tiempo que decidió atreverse con los bertsos, una modalidad que practica a través de clases online. «Cuando llevaba un año estudiando euskera me di cuenta de que era capaz de usarlo con naturalidad y que podía transmitir mis sentimientos y pensamientos a través de él, así que empecé a escribir algunos bertsos», detalla. Se puso en contacto con diferentes asociaciones de Bizkaia e incluso acudió de manera presencial a una escuela de Arrigorriaga un par de veces. «Conocí gente muy maja y, por muy difícil que fuera, quería afrontar el resto», continúa el natural del Devon (Inglaterra).
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Tras adentrarse en un mundo desconocido, Inglis recuerda cómo vivió la primera vez que asistió a una competición de bertsos. «¡Qué prejuicios tenía! Para mí era algo desconocido», afirma. Entró en la sala y se sentó enfrente de cuatro bertsolaris. «Mientras pensaban qué cantar yo estaba nerviosísimo y me preguntaba: ¿Y si se quedan en blanco? ¿Y si no saben qué decir?». Esa sensación, para su alegría, forma parte del pasado. «Le he perdido el miedo tanto a la hora de escuchar como de cantar», y no solo delante de sus amigos, que es como dio sus primeros pasos, sino también ante un público en una plaza.
Preguntado por esas vacaciones de 2015, Dylan asegura que, una vez terminadas, «no quería volver a casa. Me gustó tanto todo lo que vi que casi todas mis vacaciones siguientes las pasé allí». En los dos primeros años, mientras estudiaba con más intensidad, vino ocho veces. Después, esa frecuencia fue disminuyendo y ahora lo hace una o dos veces al año. «Mis viajes, además de para practicar el euskera, me sirven también para aprender el castellano y el francés». Esa combinación, concluye, «es increíble».
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Miguel Varga Físico argentino
«Si eres de fuera, la gente valora mucho que quieras aprender euskera»
Un posdoctorado en Física trajo a Miguel Varga a Gipuzkoa en junio de 2018 procedente de Chos Malal, una ciudad ubicada en la provincia del Neuquén, al norte de Argentina. Tras vivir durante cinco años en Donostia, este investigador se mudó el pasado mes de enero junto a su mujer a Hondarribia, donde decidió ponerse a estudiar euskera, un idioma por el que siente absoluta devoción. «Kaixo, zer moduz? (Hola, ¿qué tal?)», son sus primeras palabras al recibirnos en su laboratorio de nanofotónica cuántica. «En mis primeros años aquí aprendí algo porque me ofrecieron clases gratuitas en el trabajo, pero era muy poco tiempo y cuando llegó la pandemia lo dejé de lado», lamenta este argentino de 40 años.
En la actualidad, y para contrarrestar aquella decisión, Varga acude al euskaltegi siete horas por semana. Su objetivo es claro: quiere usar el euskera tanto en el día a día como en su vida laboral. «Voy los martes y jueves, tres horas y media cada día, y estoy en el nivel A2», cuenta el físico en el Centro de Física de Materiales de la capital guipuzcoana en el que trabaja. Para él los idiomas son «la psicología de los pueblos». Asegura que «es enriquecedor» saber la lengua del sitio en el que vives y cree que «es la mejor forma de integrarse y conocer las costumbres de aquí». Además, es consciente de que «si eres de fuera la gente valora mucho que quieras aprender euskera».
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En clase coincide con gente de todo tipo. «Hay extranjeros como yo, personas mayores que no pudieron estudiarlo cuando eran pequeños, madrileños que viven aquí...». «Oso gustora nago (estoy muy a gusto)», reconoce el argentino, que gracias a esta experiencia ya ha conocido la singularidad de las sagardotegis y la Korrika, y sabe cuándo hay 'azokas' (mercado) y hasta a qué carnicería o pescadería ir para comprar un buen producto de kilómetro 0. «También he aprendido canciones en euskera que cantamos cuando nos juntamos», añade. Cuenta la horas para volver a organizar otro evento en el que disfrutar y aplicar lo aprendido.
Por el trabajo que desempeña, Varga habla «muy bien» inglés. También se defiende en francés gracias a su mujer, pero el euskera es «otro mundo, un idioma 'loco' que no se parece a ninguno», dice entre risas. Procura hablarlo todos los días, ya que muchos de sus compañeros de laboratorio son euskaldunes. Es ambicioso y su intención es subir un nivel cada curso y llegar a un C1, es decir, a obtener el EGA.
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«Me parece espectacular que se defienda tanto el euskera», explica al dar detalles de lo que le costó apuntarse al curso en el euskaltegi. «Solo pagué 100 euros y me dijeron que si vas a más del 80% de las clases te devuelven el 75% del importe. Y el HABE (Instituto de Alfabetización y Reeuskaldunización de Adultos), el otro 25% restante». Según él, «eso es espectacular», aunque no quiere el dinero de vuelta. «Me gasto más en cualquier cosa, pero entiendo que es una buena forma de motivar a la gente para que se apunte», concluye mientras espera con ganas los eventos que están previstos para el Día Internacional del Euskera.
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