El remedio coreano contra el bullying
Un tercio de los alumnos sufre acoso en las aulas del país asiático. Los padres recurren cada vez más a guardaespaldas para intimidar a los abusones
La vida escolar en Corea del Sur se parece cada vez más a una batalla llena de rivales y enemigos en los que los ... estudiantes sienten en peligro su vida. Una guerra de guerrillas que exige alguna 'trinchera' en la que encontrar refugio. Nada que ver con los datos de excelencia educativa, que sitúan a la cuarta economía de Asia en un lugar de honor a nivel mundial en los informes de aprovechamiento educativo (PISA). Solo Finlandia, Japón, Singapur o Dinamarca le disputan las calificaciones a sus alumnos.
Pero el precio es cada vez más alto. El acoso escolar (bullying), los abusos sexuales y la violencia en las aulas son tan habituales como las matrículas de honor. En muchos casos, se atribuye esa conflictividad al intento de echar del sistema a competidores. Los casos se repiten sin cesar.
Drama escolar
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1.500 euros al día pueden costar los servicios de un guardaespaldas para proteger a un chico que sufra acoso escolar
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Un fenómeno al alza. El bullying en las aulas de Corea del Sur ha aumentado un 24,7% en 2017.
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Excelencia. La educación de calidad es una de las obsesiones de la cultura surcoreana, que presume de encabezar los rankings internacionales de mejores notas.
El pasado noviembre, un joven cayó de la cima de una torre de apartamentos en la capital, Seúl. Estaba en libertad académica y había perdido un tercio del curso. Cuatro compañeros fueron detenidos como inductores de un desesperado suicidio. Uno de ellos incluso se presentó ante el juez con la chaqueta de su víctima.
El 2 de septiembre, otro adolescente se quitó la vida tirándose al vacío en Cungcheong del Norte (centro del país). El 13 de agosto, una niña saltó de otro edificio en Incheon (noroeste) porque no soportaba el acoso digital al que era sometida. Después se supo que dos niños de su clase la habían violado.
Las víctimas no son solo los alumnos. Una cuidadora de una guardería en Gimpo (provincia de Gyeonggi) se quitó la vida hace unas semanas. No superó la presión de una comunidad de madres en red, después de que una la acusara de abuso infantil. Conmocionada, la sociedad coreana recogió 80.000 firmas, también por internet, que reclamaban un castigo para esta 'caza de brujas' digital y letal.
Hasta ahora, el abuso y la violencia eran tan habituales que los alumnos tendían a ignorarlo. El 31,8% admite en las encuestas que lo ha sufrido alguna vez. El suicidio ya es la mayor causa de muerte juvenil en muchas sociedades desarrolladas. Pero Corea del Sur arrastra una visión ritual de esta práctica que multiplica sus efectos. Los últimos datos reconocidos por su Gobierno hablan de 735 muertes voluntarias en las aulas de Primaria y Secundaria en los últimos cinco años.
La desgracia también genera oportunidades. En este país ha abierto un nuevo mercado laboral: el de los 'matones' de protección de estudiantes. Empresas de este tipo ofertan a los padres distintos menús para garantizar la tranquilidad de sus hijos y que puedan responder a la brutal competitividad educativa. La prensa local de las grandes ciudades refleja ya las propuestas de estas particulares agencias de seguridad privada, que se han instalado en la 'zona gris' de las leyes coreanas.
Ofertada variada y cara
El blindaje externo resulta realmente caro, con 'paquetes' que oscilan entre 390 y 1.500 euros por día. Lo más económico es lo que algunos llaman 'paquete del acompañante': un hombre de mediana edad (entre 30 y 40 años) con musculatura de gimnasio lleva al joven estudiante hasta el patio del colegio y advierte a sus posibles acosadores. Existe también el 'pack de pruebas': el guardaespaldas graba a los abusadores y envía las imágenes a la escuela, con la amenaza de hacerlas virales si no se toman medidas. El servicio estrella incluye una visita al trabajo de los padres de los alumnos agresores para avergonzarlos en público. Vivir algo así es una de las mayores humillaciones que puede sufrir la autoestima de un coreano de pro. Y por eso se cobra en consecuencia.
Un medio informativo de Seúl entrevistaba hace unos días a la abogada de la capital Noh Yoon-ho, especializada en violencia escolar. Los bufetes empiezan a llenarse de denuncias, tanto de las familias de los acosadores como de sus víctimas. La letrada reconoció que tiene clientes cuyos hijos adolescentes habían recibido las advertencias de estos intimidadores profesionales. Yoon-ho relataba en 'The Korean Herald' el caso de un chico que había golpeado a un compañero que le denunció ante el maestro por llevar cigarrillos a clase. La víctima, de 15 años, le citó en un parque público. «Cuando llegó había gente con aspecto aterrador y tatuajes por todo el cuerpo. Le exigieron que pidiera disculpas al niño acosado. Le hicieron arrodillarse frente a él y luego fueron a buscar a sus cómplices y los llevaron a casa de sus padres», agregó la abogada.
Con un aumento del 24,7% del acoso escolar en 2017 y una gran obsesión por conquistar la cima de la excelencia educativa mundial, las autoridades del país asiático no saben cómo acabar con este círculo de violencia que se ha instalado como un manchón en los aledaños de sus brillantes currículos.
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