El pueblo, a menos de una hora de San Sebastián, más bonito de Francia

A tan solo unos kilómetros de Gipuzkoa, a menos de una hora de San Sebastián, se encuentra Ainhoa, un encantador pueblo vasco-francés que ha sido nombrado por The Times como el más bonito de Francia, en un listado compuesto por 25 municipios.

Ainhoa cuenta con una única calle principal, donde las viviendas son una muestra impecable de la arquitectura tradicional de la zona: muros blancos, esquinas de piedra a la vista y contraventanas de madera pintadas en tonos rojos y verdes intensos que resaltan entre el paisaje. Ainhoa fue fundado en el siglo XIII como bastida para dar cobijo a los peregrinos del Camino de Santiago, y parcialmente reconstruido en el siglo XVII para dar servicio a comerciantes que cruzaban hacia Pamplona. Su trazado rectilíneo y uniforme aún conserva el espíritu de aquellos días.

En el corazón del pueblo de Ainhoa se alza la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (Église Notre-Dame de l'Assomption), una joya del románico del siglo XIII. La iglesia destaca por su campanario en forma de pórtico a la entrada, su llamativo techo artesonado, una nave con doble galería y una cúpula pintada como un cielo estrellado. Alrededor del templo se extiende un cementerio que representa fielmente el arte funerario vasco, con numerosas lápidas de los siglos XVI y XVII y las tradicionales estelas discoidales, muchas de ellas decoradas con símbolos como el lauburu, la cruz vasca.

Pero Ainhoa no solo seduce por su belleza urbana. Sus alrededores también cautivan con un entorno natural espectacular. Además de los verdes pastos que lo rodean, el pueblo cuenta con el conocido bosque de Ainhoa, una extensión de más de 430 hectáreas de terreno montañoso poblado por robles, y habitado por una rica fauna local que incluye ciervos, jabalíes y cabras.

Frente a la iglesia, se encuentra la Maison Oppoca, una posada del siglo XVII reconvertida en alojamiento con encanto. Sus diez habitaciones amplias y encaladas, un salón de té acogedor, restaurante de cocina tradicional y piscina exterior climatizada con vistas a la ladera hacen de este rincón un lugar perfecto para detenerse y disfrutar de la serenidad del entorno.

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