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AINHOA DE LAS HERAS
Martes, 28 de abril 2015, 07:27
Juan Carlos Aguilar aseguró en su particular confesión ante la Ertzaintza y también a preguntas del fiscal en el juicio que no conocía de antes a Yenny Sofía Revollo. Sin embargo, dos testigos, la mujer que regentaba el bar Los Bilbaínos donde tomaron algo la noche de autos y una amiga de la víctima colombiana aseguraron ante la Policía que les habían visto juntos más veces y que incluso Yenny les presentó al falso shaolín como su novio unos «ocho meses antes del crimen». Entonces, les contó que le había ofrecido un trabajo en su gimnasio Zen4 de la calle Máximo Aguirre de Bilbao. Según la versión de Aguilar, fue la mujer la que se le subió en el coche la madrugada del 25 de mayo de 2013, y también fue Ada, la que una semana después le ofreció mantener contactos sexuales tras abordarle en la misma calle General Concha.
La investigación de la Ertzaintza, sin embargo, concluyó que los asesinatos no respondieron a un «arrebato incontrolado» como él intentó alegar en aquellas primeras horas tras su detención, sino a un plan «premeditado». Según se refleja en un resumen del atestado policial realizado por el instructor del caso cuando llevaban cinco meses de investigación y numerosas tomas de declaración a personas del entorno de Aguilar al que ha tenido acceso este periódico, «tenía la clara intención de llevar a cabo la muerte de prostitutas», e incluso le había pedido «ayuda» para materializar este deseo perverso a una de sus parejas, tal como ésta reconoció ante la Er-tzaintza. Estos son sólo algunos de los detalles que no han salido o en los que no ha llegado a profundizarse durante el juicio, por su irrelevancia penal y porque se ha acortado el número de sesiones tras reconocer el acusado los crímenes.
En sus alegatos finales, los abogados de las acusaciones recomendaron vivamente a los miembros del jurado que leyeran este documento policial mientras deliberaban por su interés para la comprensión del caso. En él, el máximo responsable de la investigación incide en la faceta «dominante y sádica» de Aguilar, que queda patente en las numerosas fotografías y vídeos tomados a las mujeres con las que mantenía relaciones, sin su consentimiento. Algunas le suplicaban sin éxito que no las filmara. Al verse después en las imágenes apenas se reconocen, se ven «demasiado pasivas» y «embriagadas».
El experto en artes marciales es un individuo marcado por su hipersexualidad: guardaba en su teléfono móvil y en su ordenador infinidad de vídeos que se tomaba a sí mismo realizando practicas sadomasoquistas, con ahogamientos e incluso escatológicas, con mujeres. Su obsesión había ido degenerando hasta culminar en la necrofilia, que llegó a practicar con el cadáver de Yenny, según este informe. Tal como se aprecia en las fotos, tenía una «orientación estética» hacia los cuerpos inertes. Aguilar disponía de un armario con prendas eróticas femeninas (corpiños, botas altas de tacón, lencería...) y vestía a sus amantes con ellas antes de practicar sexo. Después de nueve horas en sus manos, Ada Otuya apareció aún con una camiseta y con los pantys rasgados por la zona genital.
«Mira cómo ésta se deja»
Los investigadores están convencidos de que una vez que el cuerpo de Yenny empezó a deteriorarse, Aguilar salió en busca de una nueva presa para «suplantarlo» por otro y creen que iba a repetir el mismo ritual sangriento y macabro con Maureen Ada Otuya. Aunque este extremo no ha podido probarse, mantienen que el 'sifu' pudo descuartizar a su primera víctima delante de la segunda, ya que apareció ADN de Ada en un hacha y un cuchillo que presumiblemente utilizó para cortar el cuerpo. Mientras preparaba las bolsas para deshacerse de los restos despedazados, dejó a Ada atada con bridas en las manos en el habitáculo donde apareció luego. En ese tiempo, envió un vídeo y una foto a otra de sus amantes en las que se le ve con una gran sonrisa y haciendo un gesto de 'ok' con la mano. Le dijo que estaba «trabajando en el gimnasio». Mandó estos mensajes por Whatsapp a las 15.20 horas del 2 de junio de 2013. Justo a esa hora, Ada logró despertarse y liberarse cortando las bridas con un cuchillo y subió las 20 escaleras hasta la puerta de entrada, que estaba trancada. La mujer se asomó a la verja y gritó de forma desesperada, según la testigo que avisó a la Policía y destapó los crímenes del falso shaolín. Esta ciudadana vio cómo Aguilar agarró a la chica por el pelo y la volvió a meter, con la clara intención ya de estrangularla.
Una de sus parejas estables, María Eva, con quien más se cebaba, declaró que consentía este maltrato por miedo a que mantuviera también relaciones sexuales con su hija menor, como le llegó a amenazar. En el juicio se expuso un vídeo estremecedor en el que Aguilar golpeaba a esta mujer en el pecho, que llevó a varias mujeres del público a abandonar la sala por su extrema dureza. Se grabó el 6 de mayo de 2013, 19 días antes del asesinato de Yenny Sofía Revollo. A otra de sus amantes, alemana, que se negaba a que le azotara, le envió un vídeo con el mensaje. «Mira cómo ésta se deja».
Un amigo y confidente de Juan Carlos le contó a la Policía que sentía animadversión por las prostitutas, especialmente de raza negra. En el gimnasio se intervinieron objetos, como un paquete de incienso, con el anagrama de la esvástica nazi, además de fotos relacionadas con la ideología fascista.
Los investigadores pensaron en un primer momento que las víctimas podían haber sido violadas, aunque los análisis forenses lo descartaron al no apreciar signos violentos. Sí se encontraron preservativos con los perfiles genéticos de Aguilar y de Ada en una papelera. Los análisis a los restos de Yenny, concretamente al pelo, detectaron alcohol y anfetamina.
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