El valor del producto 'Km.0' cala en la ciudadanía

Como Begoña, otros productores donostiarras aseguran que ha habido un cambio por parte de la ciudadanía. «Es cierto. Hay un mayor interés por lo que se produce aquí y por cómo se produce», apunta Jone Irizar, del caserío Muno, casona vasca que lleva desde el siglo XVI en el barrio de Igara. Su producción la venden desde hace seis generaciones en el mercado de La Bretxa. Además, Jone también es propietaria desde hace poco más de un año de una frutería en el barrio de Gros. La abrió junto a su marido Ekaitz en plena pandemia, pero con la confianza de que iba a funcionar. «Habíamos detectado que la gente estaba volviendo al barrio, estaba cambiando las grandes superficies por este tipo de comercio local en el que saben que se mima el producto».

Una realidad que en muchos casos se ha traducido en una mejora de las ventas. También lo sienten así en la empresa Goenaga, dedicada a la distribución de lácteos producidos en su caserío Pokopandegi, en Ibaeta. «En estos tiempos hemos sido un sector prioritario. La gente ha sabido valorar lo cercano, y las cosas esenciales. Además, las familias han tenido que estar más tiempo en casa por lo que eso ha supuesto un mayor consumo de nuestros productos en los hogares», comenta Arantxa Goenaga, que gestiona el negocio con sus otros dos hermanos.

Ahora bien, este último año y medio no ha sido fácil para ninguno de ellos. «Se ha trabajado bien, pero ha sido extraño. El miedo a que puedas contagiarte atendiendo al público, esa incertidumbre, siempre ha estado ahí. Somos autónomos, dependes de ti mismo y si enfermas...», apunta Jone.

La situación ha sido más complicada para los profesionales que más vinculación tienen con la hostelería, que han visto como los cierres de bares y restaurantes les han privado de uno de sus mayores clientes. Es el caso de las micro-cerveceras que producen en el territorio. «Hemos aguantado, pero han sido tiempos complicados», asegura Rubén Irisarri, del equipo de Mala Gissona, que también cuenta con dos establecimientos hosteleros de la misma marca en la calle Zabaleta de Gros y en la calle Antonio Gaztañeta del Antiguo.

«Habíamos producido con las previsiones de venta que manejábamos. Y claro, cuando llegó el confinamiento ya habíamos embarrilado cerveza para distribuir a los bares y habíamos adquirido una embotelladora nueva que no pudimos utilizar porque no había profesionales que vinieran a instalarla. Tuvimos que dejar una parte de la producción en almacén hasta que los bares reabrieran... Y todo esto con reducción de personal con ERTEs. Ha habido que trabajar mucho para poder sobrevivir. Ha sido un esfuerzo titánico», dice este empresario. Uno de sus apoyos ha sido la venta a través de internet o supermercados, donde «ha habido un incremento de las ventas, cuando antes de la pandemia eran más reducidas».

«Parece que sí ha habido un cambio de chip por parte de la ciudadanía», afirma Irisarri. Una realidad que se ha podido comprobar este fin de semana con la celebración del Día del Producto Local. Iniciativa puesta en marcha por el Ayuntamiento, a través del clúster Guztiona de la Sociedad de Fomento, con el objetivo de favorecer la puesta en valor del sector agroalimentario local.

La carpa instalada en el Boulevard ayer y el viernes ha sido la actividad principal de esta iniciativa, en la que participaron cerca de 30 productores locales que pudieron ofrecer distintos tipos de alimentos y bebidas a a la ciudadanía, que ofreció una gran respuesta. «Hay bastante género y valoro el sabor que ofrecen estos productos, compensa con creces», comentaban Iñaki y Mari Carmen quienes, sin embargo, reconocían que «habrá gente que irá a grandes superficies porque el precio es más barato. Pero no es lo mismo».

«Estamos consiguiendo que los donostiarras apuesten por la compra de productos 'Km.0'. Y no solo ellos, también los sectores que más consumen, como la hostelería y la hotelería. Queremos afianzar nuestra apuesta con los productores locales que fabrican y comercializan todos estos productos para que puedan seguir creciendo y aportando calidad», explica la concejala de Impulso Económico, Marisol Garmendia.

Uno de los proyectos puestos en marcha en este sentido desde su departamento ha sido el proyecto Urban Lur, a través del cual la Sociedad de Fomento puso a disposición de emprendedores seis parcelas en terrenos de Auditz-Akular (Altza) para que gestionasen en ellas proyectos agrícolas.

Una de ellas fue Begoña Julián. Compagina su trabajo en una ONG de cooperación al desarrollo con el trabajo de la huerta donde produce, entre otros, fresa y frambuesa bajo el nombre de 'Goxorrubi'. «Lo disfruto, tenía ganas de volver al campo, pero no es mi sustento principal, lo tengo que compaginar con el otro trabajo para poder salir adelante», reconoce.

El sector aplaude estas iniciativas, pero piden más ayuda. «Es importante el apoyo institucional. Está costando que haya relevo generacional por el sacrificio que supone. Esto es muy vocacional, muy familiar. Es uno de los trabajos más sacrificados que hay», indica Jone Irizar.