Síndrome de abstinencia

A lo grande ·

Mikel G. Gurpegui

San Sebastián

Domingo, 14 de agosto 2022, 06:22

La ausencia puede obrar milagros. Igual que sentimos más por la persona amada si está lejos, como cuando ansiamos ese producto que falta en el frigorífico, lo mismo que en cuanto alguien fallece y automáticamente se convierte en un genio. La falta de Semana Grande durante dos años puede provocar, hay que estudiarlo, cierto síndrome de abstinencia e incluso conseguir que los donostiarras medios, de esos indiferentes ante las fiestas de agosto, que algunos días solemos disfrutarlas y otros huimos de sus masas, podríamos cambiar.

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¿Nos habremos convertido inesperadamente en semanagrandistas? ¿Le habremos pillado al fin el truco a unas fiestas cuyo prólogo es un torneo de voley-playa? Mayores torres han caído y, en todo caso, lo descubriremos día a día en esta columna. De momento, ayer, antes de salir a la noche, empezamos suaves, viendo el cañonazo (¿lo oigo solo yo o media población se confunde y le llama chupinazo?) por diariovasco.com y haciendo el experimento sociológico de observar qué sentimos.

Conclusiones definitivas no tenemos. El momento del cañonazo sigue teniendo su fuerza, pero deslucía situado en el castillo de cartón piedra y con las personas del estrado de la terraza municipal (miembros de la Corporación y la Unión Artesana) de blanco, con pañuelo y bailando, a diferencia del pueblo llano, que ni lo uno ni lo otro. La presencia de la lluvia y de los soldados napoleónicos de la Cofradía Vasca de Gastronomía solo acentuaba que la emoción del día de San Sebastián quedaba lejos.

Sin embargo, en fin, ya estamos en la renacida Aste Nagusia, que tras dos años de hueco nos pilla, si no entusiasmados, seguro que más descansados. La cuestión es si con una única dosis de fuegos-helado-concierto llenaremos el vacío acumulado o no volveremos a casa en toda la semana.

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