«A los foráneos les atiendo con traductor»

Aunque él tiene otro trabajo, sigue como voluntario en la DYA porque siente que le debe algo: «Si trabajo donde trabajo y soy quien soy es gracias a ella». Y parece que esto es algo que también comparten sus demás compañeros, que conforman entre todos una «pequeña familia». «Para Semana Grande nunca hemos tenido problemas para encontrar voluntarios. La gente se suele prestar e incluso vienen de otras provincias», celebra orgulloso, recalcando que hay «muchos jóvenes» entre ellos.

Esto es un hecho curioso si se tiene en cuenta la forma de vivir la Semana Grande que tienen estos técnicos sanitarios. «Desde la DYA ves la Semana Grande de manera diferente, desde la perspectiva sanitaria».

A esta visión diferente la ha bautizado con el nombre de «doble visión sanitaria», algo que no desaparece incluso estando fuera del horario de trabajo: «Muchas veces, cuando estoy con mi pareja y mis niños y estamos viendo los fuegos, tú vas viendo una segunda parte. Te fijas en si un cohete ha girado su trayectoria, si puede caer en tu posición... Ves lo divertido, pero también los peligros».

En la DYA hacen una distinción de los eventos que se cubren en la Semana Grande y los diferencian en función de su peligrosidad y la afluencia de gente que es capaz de aglomerar. Y los fuegos es uno de los que engloban las dos categorías. «Es el evento al que más recursos y efectivos dedicamos. Ahí tenemos una labor preventiva y colaboramos con otros servicios como la Cruz Roja o la Guardia Municipal», aclara el experto.

También es común que sea en los fuegos, por la cantidad de personas que acumula y el prestigio internacional del concurso, donde más extranjeros atiendan. «Para Semana Grande todos vamos con traductor en el móvil para atender a los turistas».

No obstante, Fernández destaca los peligros de las demás actividades: «También hemos llegado a ver amputaciones en aizkolaris y ahogamientos en el abordaje pirata».

Este guipuzcoano de 50 años comenzó en los servicios sanitarios con 17 años de casualidad. «Quería una 'mili' divertida y me metí a Cruz Roja. Yo no quería dedicarme a esto, pero me enamoré». Aunque el hábito haga al monje, admite que hay algo para lo que no les preparan: «La situación con niños nos sobrepasa. Llegar ahí y ver a los padres fuera de sí puede conmigo». Por esa razón explica que todo voluntario debe estar en la DYA por «vocación».

Las emergencias más comunes son traumatismos por caídas accidentales, seguidas por intoxicaciones etílicas y, con menos frecuencia, agresiones. Algo que, aunque ya tienen practicado, le sigue poniendo nervioso: «Si te dicen que no tienen nervios una de dos: o mienten o no están bien de la cabeza». Aún así explica que eso es fundamental para hacer un buen trabajo, al ser lo que le permite «estar atento».