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Gipuzkoa honra a sus arrantzales

La Cofradía de Pescadores paseó a la Virgen del Carmen por la bahía de Donostia

paula soroeta

San Sebastián

Lunes, 16 de julio 2018

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Juanjo, de Pasai San Pedro, sabe muy bien cómo es la vida en el mar y todas las dificultades y peligros que en él albergan. Empezó siendo arrantzale a una edad muy temprana, con 14 años y durante 41 esa fue su profesión. Días y noches de fuertes lluvias y de mucho trabajo y esfuerzo. Ahora, con 75 años recuerda esos tiempos con añoranza y emoción. Para él, el día de ayer, la festividad del Carmen, en la que se homenajeó a todos los arran-tzales más veteranos de Gipuzkoa, es una fecha muy señalada y especial.

A la salida de la misa que todos los años se celebra en la iglesia de San Pedro del Muelle de Donostia, Juanjo contempla cómo pasean a la virgen del Carmen por la bahía ante la mirada de cientos de curiosos. El exarrantzale recuerda numerosas historias que vivió en el mar. Pero si hay una cosa que tiene clara es que a pesar de todo lo bueno que vivió con su profesión, no volvería al mar.

«Si me preguntarán ahora si volvería a la mar diría que no. He sido muy feliz allí, pero ahora que conozco bien la vida en la tierra y en el mar, sin duda me quedo con la tierra. En el mar hay que luchar mucho», recuerda Juanjo haciendo memoria de todas las adversidades a las que tuvo que hacer frente.

Uno de los aspectos que más destaca son todas las incomodidades e inconvenientes que en su profesión se vivían en esos tiempos, dificultades que hoy en día ya casi no existen. «Una cosa a señalar y a destacar es que en mi época si entrabas en el barco y te mojabas, salías mojado, no tenías opción de secarte, era un lujo impensable».

Junto a él, se encuentra un gran amigo suyo y compañero de profesión que escucha lo que cuenta su Juanjo con atención y nostalgia.

Ángel también tiene 75 años y al igual que Juanjo fue arrantzale desde muy joven. Sin embargo, a diferencia de su amigo afirma con un rotundo sí que él «si volvería a la mar, sin dudarlo».

Como ellos dos, cientos de arran-tzales fueron homenajeados ayer en un día en el que eran y se sintieron auténticos protagonistas. Concretamente fueron 370 los homenajeados en la jornada de ayer, que lleva celebrándose desde hace 91 años, aunque por motivos de salud y de movilidad solamente pudieron acudir alrededor de 150.

La celebración comenzó a las 11.15 horas en el Salón de Actos del Ayuntamiento, donde dos bertsolaris y varios dantzaris y txistularis realizaron diferentes actuaciones para mostrar su respeto a los homenajeados, entre ellos a María Teresa Irigoien, de 91 años, exredera de Getaria.

Después de este acto, todos se dirigieron a la Iglesia de San Pedro en la que se celebró la tradicional 'herri meza'. A su salida, los dantzaris volvieron a rendir homenaje frente a la iglesia a los homenajeados con un 'Agurra', además formaron arcos para que estos desfilaran. Muchas personas, entre ellas turistas, observaban asombrados el acto.

Después todos se fueron a tomar algo a la Parte Vieja y finalmente se volvieron a juntar en la Sociedad Gaztelubide, en la que disfrutaron de una buena comida para dar fin a un día lleno de celebraciones.

Profesión desconocida

En el día de ayer, la mayoría de las personas homenajeadas eran hombres, arrantzales. Sin embargo, no se debe olvidar a una figura tan importante como la de las rederas, que ayer también fueron honradas.

La suya es si cabe una profesión más desconocida que la de los arran-tzales y que sin la cual no sería posible el trabajo de muchos arrantzales. Edurne Salaberría, de 50 años, es una de las pocas rederas que ayer se acudió a la jornada. Es de San Juan, pero trabaja en Hondarribia. Esta redera destaca frente a la puerta de Gaztelubide la relevancia que tiene su trabajo. «Cuando ellos tienen una avería nos llaman y nosotras les reparamos, nos avisan por ejemplo a las siete de la mañana y allá vamos, sobre todo suele ser en época de anchoas». Edurne lleva en su profesión desde muy joven y casi toda su vida ha trabajado en Pasajes.

«Empecé a los 14 años, después lo dejé durante un tiempo porque desaparecieron los barcos de Pasajes. En 2008 volví a trabajar otra vez en San Sebastián y ahora estoy en Hondarribia» cuenta Edurne.

La historia por la que esta mujer se convirtió en redera tiene, como en el caso de otras muchas, un toque familiar «Mi padre tenía 14 años y yo no quería acaba EGB ni estudiar. Por eso les dije a mis padres que quería ser redera».

La de las rederas y los arran-tzales son unas profesiones que en la mayoría de los casos iba de generación en generación. Además, muchas aprendieron a coser de la mano de un miembro de su familia. Como ocurre en el caso de Edurne. «Cuando decidí ser redera mi tía me enseñó a coser la red. Es una profesión en la que me siento muy agusto, soy muy feliz», dice orgullosa.

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