Fernando Hernández y Quino Bardají, dos de los implicados en las manifestaciones, y otros vecinos de Añorga posan en la parada de autobús. Lobo Altuna

La lucha de Añorga para tener su '47'

Como en la película ganadora del Goya, los vecinos del barrio donostiarra también protagonizaron hace 40 años el secuestro de un autobús para conseguir un transporte público digno

Viernes, 26 de septiembre 2025, 06:25

El año pasado la cinta 'El 47' se llevó el Goya -ex aequo junto a 'La Infiltrada'- a mejor película, pero no hace falta irse ... a Torre Baró (Barcelona) para contar la historia de un barrio que secuestró autobuses para exigir que una línea pasara y parara en sus calles; en Donostia, los vecinos de Añorga también llevaron a cabo manifestaciones y acciones reivindicativas como estas, protagonizando una historia de película que bien podría llegar algún día a Zinemaldia. Era 1983 y estaban «cansados» de sentirse «aislados», de no contar con un servicio de transporte público «de calidad» y de «hacer de taxistas para echar una mano al resto de vecinos». Así lo recuerdan, 42 años después, varios de los implicados en estas protestas vecinales, como Fernando Hernández y Quino Bardají que, con esfuerzo y perseverancia, consiguieron que la actual línea 25 de Dbus haga hoy diversas paradas en Añorga, Añorga Txiki y Errekalde. Los donostiarras no cuentan con un Goya, pero sí con el agradecimiento del resto de vecinos; para conseguir algo tan cotidiano y de primera necesidad como es el transporte público hizo falta secuestrar autobuses, deshinchar sus ruedas o cortar el tráfico de la N-I, -vía radial que une Madrid con Irun-. Si el autobús no llegaba a Añorga, ellos lo traerían.

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Durante siglos, este barrio donostiarra estuvo aislado. Fue la llegada de la fábrica Cementos Rezola la que marcó su desarrollo y la que impulsó el levantamiento de viviendas y el asentamiento de vecinos. Poco a poco, el barrio cobró vida. Pero también comenzó a ser atravesado por carreteras como el tramo de la N-I, que dejó un flujo creciente y constante de camiones, vehículos así como siniestros entre conductores del barrio.

«No podíamos estar sin autobús, así que nos juntamos los vecinos y dijimos: '¿Y si lo traemos nosotros hasta Añorga?'»

Fernando Hernández

Vecino de Añorga

A esta problemática se le sumaba la falta de transporte público que conectara este barrio donostiarra con puntos como El Antiguo o el Centro de la ciudad. O, al menos, la falta de servicios de calidad. Porque puede que hubiera un tren, pero su frecuencia era «insuficiente» y, por si fuera poco, el camino para llegar a la estación era inexistente; no era más que «un barrizal que los propios vecinos tuvimos que asfaltar». Por otro lado, solo existía un autobús que, en su camino desde o hacia Lasarte, «se llenaba. Y al ir lleno, ni siquiera paraba aquí en Añorga. Era como no tener autobús», insisten.

Todo quedó reflejado en la revista local publicada anualmente en las mismas fechas en las que el barrio celebra sus fiestas, donde ya en 1983 recogían que: 'Hoy en día, el transporte público que tenemos en Añorga es escaso y malo. En algunas épocas, como en verano, los buses vienes llenos desde Lasarte y no recogen a la gente de Añorga. El tren sufre de retrasos... Añorga, como barrio de Donostia, debería tener autobuses municipales, por ejemplo, uno que hiciera el recorrido Irubide-Antiguo-Amara».

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Meses 'secuestrando' buses

Primero, los vecinos lo intentaron a las buenas, a través de reuniones, asambleas y conversaciones. Pero no iban a esperar de brazos cruzados, así que tomaron riendas en el asunto. Y es que, como se suele decir, solo el pueblo salva al pueblo; dicho que en euskera se simplifica con una sola palabra: auzolan. Los vecinos comenzaron, pico y pala -literalmente- a labrarse un camino hasta la estación de tren. Una cosa menos, pensaron. Pero necesitaban más. «No podíamos estar sin autobús», recuerda Fernando Hernández, uno de los que se movilizó hace 42 años.

Así, «los de la asociación de vecinos nos juntamos y pensamos qué podíamos hacer. Seríamos unos 200 en total», detalla Hernández. «Dijimos: 'pues si el autobús no viene, habrá que traerlo aquí'». Esta frase lo cambió todo. Las similitudes entre la historia de 'el 25' de Añorga y la de la cinta galardonada el año pasado con cinco Goyas son innegables. Eso sí, 'El 47' cuenta cómo Manolo Vital, un conductor de autobús, fue el encargado de hacer que el vehículo llegara a Torre Baró, barrio barcelonés que no contaba con una conexión de transporte público.

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En Añorga, sin embargo, los vecinos «nos juntábamos en la parada del Boulevard, desde donde salía el bus en dirección El Antiguo. Nos montábamos todos y le contábamos al conductor nuestra situación y le pedíamos que nos llevara a Añorga; accedían siempre sin problemas», explica Quino Bardají, otro de los añorgatarras implicados. En ese momento, empapelaban el vehículo con pancartas: 'Autobús Añorga ya'; 'Añorga es Donostia' o 'Necesitamos autobuses'. «El conductor avisaba por radio de que cambiaría su ruta para llevarnos al barrio», siempre 'acorralado', por delante y por detrás, de vecinos en vehículos privados dirigiendo la ruta del autocar al ritmo de bocinazos. Una vez en Añorga, «deshinchábamos las ruedas del bus o lo colocábamos horizontalmente, de tal forma que cortara todos los carriles y parara el tráfico de la N-I». Cuanto más ruido hicieran estas protestas, «mejor. Es así como se consigue algo», insisten más de cuatro décadas después. En otras ocasiones «hacíamos que el bus que venía lleno desde Lasarte parara en Añorga. Nos poníamos en la carretera y lo obligábamos a parar», cuenta en más detalle Bardají.

«Los conductores nos ayudaban cuando 'secuestrábamos' los buses, avisaban por radio que cambiaban de ruta»

Quino Bardají

Vecino de Añorga

Las movilizaciones y las manifestaciones, los secuestros y demás actos reivindicativos que los vecinos llevaron a cabo durante meses en 1983 dieron sus frutos, y son ahora parte de la historia del barrio. Al cabo de un par de años, arrancó el primer bus con parada en Añorga. Hernández, Bardají y el resto de vecinos implicados prefieren no llevarse el mérito, pues «aunque no nos hubiéramos movilizado, a la larga, muy larga, ya habría llegado una solución. Si no lo hubiéramos hecho nosotros, lo habría hecho la siguiente generación; nosotros lo que hicimos fue evitar que la espera fuera más larga». Eso sí, todavía hay quien sigue aprendiendo, por primera vez, lo que ocurrió en el barrio hace más de 40 años. «Sobre todo los chavales nos suelen decir '¡qué bien, menos mal que os movilizasteis!'», admiten.

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Maribel es otra de esas vecinas que «flipó» al enterarse de la lucha que todo el barrio libró para conseguir un servicio de transporte público. Se mudó a Errekalde hace 25 años y, para entonces, el autobús ya funcionaba. «Por suerte, cuando llegué, no había esos problemas», cuenta aliviada. El trabajo ya estaba hecho. «Yo lo uso muchísimo, es comodísimo y un servicio de primera necesidad. Al fin y al cabo, somos un barrio donostiarra más», señala con cierta indignación al pensar en lo que sus vecinos tuvieron que pelear. Una historia digna de un Goya o de una Concha de Oro.

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