«Yo no diría que la arquitectura consiste en construir casas»
Teresa Cobreros Bordenave ·
La niña que leía a los Hollister y sabía que iba a ser arquitectaNueve hermanos. Dos hijos (Miguel y Roque). Un marido. Nieta del pintor Vicente Cobreros y de su esposa, también pintora, Isabel Morales. Hija del escultor y taurómaco y motorista José Luis Cobreros. Y de una Bordenave, algo que impone bastante. Arquitecta, trabaja en el estudio Medina Murua. Sin ser ilustradora ha iluminado el libro 'En tierras de Israel' de Juan Flaquer Fuster, autor (en compañía de otros) de títulos como 'Retos matemáticos con soluciones' y 'Curso de álgebra lineal'.
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– Pues don Juan, ingeniero industrial, profesor visitante de las universidades Panamericana y de Montevideo, está contentísimo con tus dibujos. De hecho, tu nombre cierra la lista de agradecimientos de esta fábula-parábola-cuento sobre Simón, el niño que era vecino de Jesús, de María y de José en Nazaret.
– Me alegro de que le guste y, a pesar de lo que decimos por ahí, sé que le agradan de verdad. Y sé que sabe que los hice rápido y digamos que mal. Pero con mucho cariño. Dedicándoles los pocos ratos libres que tenemos las mujeres que somos madres, esposas y profesionales. Anochecía en la cocina de nuestra casa y con un lápiz de punta bastante fina me ponía a dibujar sobre una hoja, jugando con líneas que luego rellenaba un poco, tampoco demasiado. Dibujaba a Simón, a su primo Eleazar, que le enseña a escribir primero en tablillas y luego en pergaminos. A su amigo...
«El profesor –y poeta– Juan Flaquer no lo sabe, pero los dibujos que hice para su 'En tierras de Israel' están hechos mal y rápido. De noche. En la cocina»
– ¿A Jesús, hijo de María y José?
– No, el amigo de Simón es otro. Está con él en la portada, sentados los dos en un árbol que, aunque estemos en Israel, no es un olivo; mirando a algo que no sabemos si es el mar de Galilea, el monte Sinaí o el muro de Gaza. Lucano es un chaval que llega a esas tierras huyendo de algo. A mí me parece muy bonito que en el libro de Juan Jesús sea un actor secundario y nunca lleguemos a saber si Lucano será de mayor Lucas el evangelista.
– Vaya, suena lindo aunque los dibujillos sean defectuosos...
– No insistamos en eso, por favor. Al principio pensé en retocarlos. Le decía a Juan: 'Pero mira, la pezuña del asno sobre el que Jesús, José y María vuelven de Egipto no está bien terminada. Y la pandereta que toca esa muchacha parece estar detrás de su mano'. Pero decidimos que no merecía la pena retocarlos. Las líneas negras, casi infantiles, quedaban bien sobre el blanco de las páginas.
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– Arreglar, sí hemos arreglado el pie de foto de esta charla. Con tu ayuda y la de dos arquitectos de este estudio de Errotaburu, Josean e Iñigo Medina Murua.
– Al principio estábamos empeñados en que la foto que tengo a mis espaldas era, magnífica, la de un edificio del grandísimo Mies van de Rohe. Creíamos que se trataba de los apartamentos Lake Shore Drive, en Chicago, prototipo de rascacielos en acero y vidrio, pero resultó que eran...
– Las oficinas en Barcelona de Seat, obra de un madrileño y un donostiarra: César Ortiz-Echagüe Rubio y Rafael Echaide Itarte.
– Justamente. Seat les pidió que todo el complejo de talleres, oficinas, comedores... tenía que dar una imagen de nueva tecnología, de modernidad. Lo lograron. Y curiosamente ganaron el premio Reynolds en la edición en que el presidente del jurado fue...
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– ¡Mies van der Rohe! Todo eso no lo sabías tú a los ocho años, cuando tu padre empezó a decir que ibas a ser arquitecta y tú lo que hacías era leer, leer y leer.
– Entonces yo era feliz con todos los libros de Torres de Mallory, de los Hollister. Leía 'Las crónicas de Narnia'. Leí 'La historia interminable' pero nunca entré en los mundos de Tolkien. También pillé 'Los pilares de la tierra', aunque creo que lo hice demasiado pronto. Aún tengo el mismo 'ex libris' en todo lo leído. El de mis ocho años. Hecho por mi padre: una niña se columpia y por ahí anda la luna... Ahora leo menos pero quiero recuperar a Carmen Martín Gaite. Y saber qué pasa en la habitación 622 de Dicker.
– ¿Cuándo descubriste que la arquitectura no es el arte y la ciencia de construir casas, templos, palacios y hasta ciudades?
– No sabría decirte exactamente cuándo. Quizás en mi primer trabajo en este estudio. Trabajamos en y sobre el ¡almacén! del restaurante Kaia de Getaria. Me di cuenta de que allí también hacíamos arquitectura. Luego o antes o durante he comprendido que la arquitectura es entender al ser humano, entender cómo se posiciona, nos posicionamos, en el espacio. Cómo lo usamos, cómo lo habitamos. Supe que según cómo construyas, cómo edifiques, cómo y de qué rodees tu obra, vas a influir en la vida y los sueños de quienes habiten allá.
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– Ponnos ejemplos.
– No es lo mismo enfrentarte al covid en una casa con zonas ajardinadas que en una torre con cientos de pisos pequeños. Piensa qué importancia cobraron los balcones, las terrazas cuando el confinamiento. Hasta los patios de manzana. No me apasionaba el urbanismo hasta que participamos en la recuperación del territorio de Patricio Echeverria en Legazpi. Buena distribución, espacios libres. Casas obreras. Bien hechas. ¿Sabes? Muchos edificios que antes despreciábamos (en Egia, en San Blas...) hoy todos los deseamos. Porque se hicieron para vivir. Largo y lo mejor posible.
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