Árboles tropicales para resistir las olas de calor
Arboricultura ·
Las zonas verdes de la ciudad hacen sitio a especies de regiones cálidas para ganar en biodiversidad y para aguantar mejor las altas temperaturas asociadas al cambio climáticoÁrboles de especies de América del Sur, de Taiwan o de Australia están funcionando de maravilla en la ciudad. La explicación es el cambio climático ... cuya rápida evolución mantiene a los responsables de Parques y Jardines atentos para saber cómo adaptar las zonas verdes. Lo que les preocupa no es tanto la subida media de las temperaturas como las cada vez más frecuentes y persistentes olas de calor que dejan tocadas algunas especies autóctonas. Ante ello los técnicos han adoptado la estrategia de plantar árboles de especies que no son de nuestra zona climática. Las plazas de Cataluña, José María Sert o Teresa de Calcuta, Ondarreta o la rotonda de Añorga Txiki son algunas zonas donde se ensaya esta apuesta. Los alcanfores, los falsos pimenteros, las acacias amarillas o ébano de Oriente o los callistemon son ya una realidad en nuestros parterres. En los últimos meses se han ido plantando por toda la ciudad más de un centenar de árboles de hasta 40 especies «tropicales o subtropicales» y de «otras regiones climáticas diferente a la nuestra». El especialista municipal Juan Mari Odriozola explica que «están funcionando de maravilla».
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Este funcionario del Departamento municipal de Parques y Jardines indica que esta nueva estrategia es un proyecto piloto que se comparte con la Diputación ante la teoría «científicamente validada» que apunta a que asistimos a un «cambio climático acelerado o comprimido», en el que los cambios se están registrando en menos tiempo del esperado. «Así como antes un clima duraba una era, ahora ese cambio se da en una o dos generaciones de humanos». Ante esta situación «debemos tener preparado un plan de revegetación porque va a haber especies que no van a poder resistirlo. Es duro decirlo pero va a ser una realidad».
Odriozola explica que hace tres o cuatro siglos se traían árboles de América o Asia y se aclimataban a las condiciones locales en los jardines botánicos. Pero el clima ha evolucionado tanto y tan rápido que ahora «hay especies que no hace falta ni aclimatarlas. Encuentran aquí su clima».
El cambio fundamental que afecta a los árboles es que desde hace un lustro las olas de calor en verano, que antes duraban uno o dos días, «ahora son de tres y cuatro días». «No es tanto la falta de agua lo que afecta al arbolado, sino estos prolongados episodios de calor. De tanto calor, el sistema vascular se desconecta, la planta no puede transpirar, la 'hidráulica' del árbol se estropea».
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Las condiciones en las que se desarrollan los árboles en la ciudad no son las mejores: Poco suelo, de mala calidad, lo que afecta al sistema radicular, un problema que se «multiplica» con las olas de calor.
Cada especie tiene un nivel distinto de tolerancia a estos episodios. Los árboles que se está viendo que fallan más son especies como los arces, los plátanos y los cerezos. Otros, como los fresnos o los castaños, empiezan a tener problemas de «patologías asociadas (menos capacidad de recomponerse ante plagas e infecciones) a una fisiología que está alterada por los episodios de mucho calor». Las especies autóctonas «necesitan, para florecer bien, unas horas de frío al año. Si no se dan esas horas la planta se desorganiza y empiezan los problemas: brotan más tarde, la floración no es la misma, la planta entra en un bucle fisiológico que lleva a que las que no se quedan 'fritas' se quedan con una fisiología muy empobrecida y van decayendo».
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Por otro lado, cada planta tiene «un tope de temperaturas que puede asumir sin provocar un fallo vascular. Si se supera ese tope de temperatura, la planta colapsa. Es como los trajes para ir a Marte de los astronautas, que pueden aguantar hasta 600º de temperatura. El traje les protege si llegan a 650 o 700º, pero a 800º el traje no aguanta y el astronauta muere. Con las plantas pasa lo mismo».
Clima y biodiversidad
El técnico indica que con esta tendencia de episodios de calor significativos «cada vez más notables y repetitivos» la ciudad debe actuar en base a dos pilares: Adaptación al clima y fomento de la biodiversidad. «Va a haber especies autóctonas que no aguanten este clima y van a morir, la fisiología de otras especies entrará en un bucle de decaimiento, habrá especies que se adapten y, finalmente, tendremos árboles de otras regiones, que lleguen por estos experimentos o pruebas que estamos haciendo, que se adaptarán perfectamente a la situación».
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El caso de plaza de Cataluña
El primer lugar donde se encendieron las luces rojas en la ciudad fue en la plaza de Cataluña. El proceso participativo realizado en 2006 para decidir su nuevo diseño optó por llenar el corazón de Gros de cerezos japoneses, una especie que había funcionado bien en nuestro clima. En 2011 se plantaron los árboles y lo que parecía un fallo puntual de una remesa de árboles se confirmó que se debía a otros motivos con una segunda tanda de cerezos malograda. Desde hace año y medio se desarrollan en esta plaza árboles de especies propias de otras regiones climáticas que, según Odriozola, «están funcionando muy bien».
Es el caso del alcanfor (Cinnamomum camphora), una planta subtropical que proviene de China y Taiwan y que tiene una madera muy apreciada de cuya resina se extrae el alcanfor, un material que se puede oler con solo tocar sus hojas. Es un árbol de hoja perenne que puede alcanzar los 20 metros de altura. En Japón hay ejemplares de 1.500 años de edad y, «en Buenavista, hay un ejemplar que es un espectáculo porque se puede ver desde el puerto de Pasaia», comenta Juan Mari Odriozola. Su desarrollo está siendo tan satisfactorio que se han plantado 7 árboles de esta especie en el bosquete central de la nueva plaza Aita Donostia de Amara.
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Árboles propios de Canarias
Otro tipo de árbol plantado en esta plaza con gran éxito es el Callistemon, también llamado 'limpiatubos' por su tipo de flor roja. Es una planta subtropical de hoja perenne originaria de Australia, que se caracteriza por unas densas espigas rojas muy decorativas, parecidas a los cepillos cilíndricos con que se limpian los biberones. El callistemon suele tener un porte desgarbado e incluso existen variedades lloronas, pero se le puede dar forma y ganar densidad con la poda. Alcanzan entre dos y tres metros de altura. Florece desde finales de la primavera, en verano y otoño. En zonas favorables lo hace entre tres y cuatro veces cada año. Se trata de un arbusto muy resistente, que no tolera las heladas fuertes pero, eso sí, es capaz de soportar períodos de sequía.
Y otro árbol que se ha adaptado perfectamente a nuestro clima y que «está funcionando muy bien» es el Schinus molle o 'falso pimentero'. Es una especie de árbol que proviene de América del Sur y que está muy presente en las islas Canarias. Las ramas son colgantes, gráciles y le dan un aspecto alicaído. Es una especie de crecimiento relativamente rápido, indiferente a la naturaleza del suelo y «termófila», es decir muy resistente a las altas temperaturas y a la sequía prolongada, pero a la que, como al Callistemon, le afectan mucho las heladas.
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40 especies tropicales
Hasta 40 especies tropicales o subtropicales se han ido plantando en diferentes puntos de la ciudad en los últimos meses dentro de esta estrategia que busca una mayor resiliencia de la vegetación urbana ante los episodios de calor. Se han plantado catalpas; Hibiscus tiliaceus, una especie originaria de Cuba, y que hoy florece en la parte baja de Pio Baroja; palmeras de diferentes especies, como la Archontophoenix alexandrae o cunninghamiana y la Bizmarckia nobilis; la Cercidium floridum, también llamado 'paloverde azul', es una especie nativa del desierto de Sonora, entre México y Estados Unidos, que hoy crece en la plaza Sert de Benta Berri, en Ondarreta y en el Jardín de la Memoria de Amara; también brotan jacarandas en Altza y Bidebieta o las asiáticas acacias amarillas (Albizia Lebbeck) en la plaza Teresa de Calcuta de Egia; y la Vachellia farnesiana, originaria de la América tropical, árbol oficial de la ciudad colombiana de Cúcuta, se puede ver en las zonas verdes alrededor de la iglesia Iesu de Riberas de Loiola.
Lo que sustenta la nueva estrategia de plantación es que «nos hallamos ante un cambio climático comprimido o acelerado»
Árboles propios de Suramérica, India o Asia crecen de maravilla en Donostia, donde fallan las especies autóctonas
Odriozola explica que la ciudad no es un entorno natural sino entropizado y por tanto el arbolado no tiene necesariamente que ser de especies autóctonas, sino cumplir diferentes funciones como adaptación al entorno, biodiversidad, estética… Es por ello que la introducción de especies tropicales es positiva, dado que proporcionan más diversidad y aguantan mejor las olas de calor.
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Desde 1990 está aceptada la regla establecida por el ecólogo forestal Frank Santamour para garantizar la biodiversidad vegetal en las ciudades. Este experto estableció que para reducir el riesgo de que una enfermedad o plaga pudiera destruir la cobertura arbórea de una zona no más del 10% de los árboles debían ser de la misma especie, no más del 20% del mismo género y no más del 30% de la misma familia. «En Barcelona se dieron cuenta de que el 55% de sus árboles eran plátanos y tuvieron que equilibrar. San Sebastián tiene la suerte de tener la mayor diversidad de especies de España y la seguimos alimentando y ampliando con estas variedades tropicales. Queremos mejorar y ser activos de cara a todos los escenarios que pueda haber de cambio climático».
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