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Una foca en la orilla de la playa de la Concha Juanjo AyGües

Una foca se pasea por la playa de La Concha

El ejemplar ha descansado este último día del año un buen rato en la orilla del arenal donostiarra

Ainhoa Múgica

San Sebastián

Jueves, 31 de diciembre 2020, 13:42

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La aparición de focas al inicio del invierno en las playas de la costa guipuzcoana es habitual. Suelen ser ejemplares jóvenes, cansados y desorientados que proceden de poblaciones de las islas británicas. Esta mañana quienes paseaban por la playa de la Concha de San Sebastián se han encontrado una. El ejemplar juvenil se ha refugiado en la bahía a descansar en lo que parece una parada en su travesía. La aparición de este ejemplar podría estar estrechamente ligada con los temporales que azotan la costa guipuzcoana estas últimas semanas. El mar se enturbia y resulta más dificil para las focas encontrar comida y se acercan a las zonas de la costa en busca de amparo.

A pesar de la atracción que suponen estos animales cuando se acercan a las ciudades, desde Ambar recuerdan que «solo necesitan paz y espacio para descansar». Enrique Franco, vicepresidente de la sociedad, advierte de que no hay que acercarse a ellas y Además, aconseja mantenerse a distancia.

Foca confinada en el Urumea

Este 2020 una foca permaneció los cinco primeros meses del año en el río Urumea , en su tramo de San Sebastián, comiendo corcones y disfrutando del silencio que se vivió en la ciudad durante el confinamiento.

La foca nadó tranquilamente sin la presencia de remeros ni de las miradas de los paseantes durante la cuarentena por la pandemia del coronavirus. Su zona preferida, se situó a una distancia considerable del mar, entre la zona del Puente de Hierro (a 2,5 kilómetros de la desembocadura del Urumea) y el parque fluvial de Txomin (a 5,8 kilómetros aguas arriba del río).

Los embarcaderos de la zona fueron su área de recreo y le encantaba comer corcones. Además, cuando la marea bajaba solía descansar en la orilla del río, a la vista de vecinos, y durante la desescalada también de los paseantes. «Se ha quedado porque es una zona resguardada de los golpes de mar y porque tiene comida», explicaba a este periódico Enrique Franco, vicepresidente de Ambar Elkartea, la sociedad para el estudio y la conservación de la fauna marina de Euskadi.

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