Hijos de Escocia

Xavi dio en la tecla con los cambios –Ansu y cambiar de banda a Dembélé– y en un abrir y cerrar de ojos se pasó de soñar con compartir liderato a ver cómo el cuadro culé se marchaba de Anoeta con una goleada.

El partidazo de Silva es una muestra de que la Real puede llegar muy lejos. Hasta donde se lo proponga. El canario ejerció de líder, de William Wallace, liderando a las hordas blanquiazules. Hizo de todo y casi todo bien. Incluso mereció el gol, el que hubiera sido el 2-1 en el minuto 43, y que Ter Stegen desbarató con una manopla espectacular. El canario conectó con Kubo, con Isak, se asoció con Brais y Merino, presionó, dio vueltas sobre sí mismo, jugó rápido, contemporizó... en suma, dio un recital.

Sin embargo enfrente había otra bestia. Ya me lo había avisado mi amigo Pawel: Lewandowski es difícil que pase dos partidos sin marcar. El Barça tiró 22 veces a puerta contra el Rayo y se quedó en cero. Ayer tiró menos de la mitad e hizo cuatro goles. Volvamos al polaco. Un jugador de otro nivel. Honesto además, aunque igual Le Normand y compañía nos dicen que es un jugador muy marrullero, aunque no tiene pinta.

Dos goles, el primero con fortuna porque caza un mal tiro de Abde, y la sensación de que podía hacer peligro en cualquier acción donde le cayera el balón.

El Reale Arena no fue la campa de Stirling y donde tantas veces han caído los grandes. No se podía enfrentar de tú a tú con la caballería 'culé' y el plan estuvo a punto de salir. Por lo menos de estar por delante del Barça en el marcador. Hubiera cambiado el partido y la batalla hubiera sido otra.