Mikel Merino derriba su Muro Rojo

Los socios del club navarro eligieron en 2019 el proyecto 'Muro Rojo' entre todas las opciones que se presentaron a concurso en el proceso de remodelación de El Sadar. El nombre que puso el estudio arquitectónico a su propuesta se debe a la impresión de vértigo y de verticalidad que quieren transmitir las nuevas gradas, y Mikel Merino tuvo que sufrir lo indecible para derribar su querido Muro Rojo y permitir que la ola txuri-urdin siga su hasta ahora imparable cauce.

El centrocampista navarro ha completado este ciclo de siete partidos en veintidós días jugando los 630 minutos que ha estado la Real sobre el verde, sin tener en cuenta los descuentos, que podrían sumar otra media hora más. Se va a presentar en la concentración de la Selección en Las Rozas con agujetas y un arreglo en la ceja izquierda después de que Aihen le diera con el codo y le abriera una brecha.

Pocos saben mejor que Merino, canterano de Osasuna y rojillo confeso, lo que cuesta sacar puntos de El Sadar, y ayer experimentó ese sufrimiento en primera persona. Estuvo rodeado de huesos duros como Lucas Torró y Darko Brasanac, gente que no rehuye del contacto, pero el primer contratiempo importante lo tuvo al filo del descanso.

Llegó a la frontal del área en buena posición, entró en ella y cuando se disponía a disparar, Rubén García llegó in extremis para rebañarle la pelota. En vez de golpear el balón se encontró con el talón del jugador de Osasuna, y como suele suceder cuando se impacta con fuerza algo que no se espera golpear, hizo un gesto extraño con la rodilla y quedó tendido en el suelo.

Su continuidad estuvo en duda durante el descanso, pero el '8' txuri-urdin apareció por el túnel de vestuarios para tranquilidad de la afición blanquiazul y seguramente también la de Imanol. No pasaron muchos minutos hasta que tuvo el incidente de la ceja, en el que tuvo que abandonar momentáneamente el terreno de juego para ser tratado y volver a él como si llevara maquillaje de Halloween en la cara.

Pero ante tanto infortunio, algo de buena suerte tenía que haber. En una jugada perfectamente hilada el balón llegó a Merino y disparó desde dentro del área. Sus intenciones fueron las de dirigir el golpeo a su derecha, al palo más cercano, pero apareció David García de la nada con una segada para reconducir el chut y meter el gol por la derecha de Sergio Herrera.

A pesar de todos los golpes recibidos y con el corazón a mil, mantuvo su siempre ejemplar comportamiento y no celebró el 0-1 en el estadio y ante la afición a la que dio el ascenso a Primera hace cinco años. Luis Enrique, mime nuestro todoterreno.