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«A las 5 de la mañana estábamos en la cola»
Cerca de trescientos aficionados realistas vibraron y sufrieron en las gradas de El Sadar. Los aledaños del vetusto estadio navarro fueron el escenario del hermanamiento entre aficiones en la previa
El Sadar está dividido en dos realidades paralelas. Una es la zona de sus exteriores, vetusta, gris, fría y, además en obras, porque el ... estadio está siendo reformado. La otra, la que rodea al verde, es una olla a presión durante los 90 minutos que hace que los cimientos del estadio se tambaleen.
Antes de un partido que resultó ser infartante, las aficiones de Osasuna y Real Sociedad, que más allá del episodio de 2007 -la Real cayó en Pamplona 2-0 jugándose la permanencia- tienen una buena relación, disfrutaron de una previa algo relajada en los aledaños.
Tantas ganas había de partido que alguno hasta se levantó a las cuatro de la mañana para no quedarse sin entradas. Es el caso de Joxean Arsuaga, de Urretxu, y su hija. «A las 5.15 ya estábamos en la cola. Eso es amor por los colores», confesaba entre risas Joxean, que paseaba tranquilamente por los exteriores del campo a pocas horas de que empezase el choque. «La última vez que estuve aquí la Real jugó de local, exiliada... Ya ha llovido», rememoraba.
La Peña Altza estuvo representada en las gradas por Pili Fernández y Jonathan Campo
Otros madrugadores por la causa blanquiazul fueron Gorka Torres y su hijo Aimar. «Ya habíamos venido en alguna que otra ocasión, porque es un desplazamiento que siempre apetece. Tenemos familia en Navarra y Osasuna es un club amigo», apuntaba Gorka, que agregaba que «de los clubes vascos es el que mejor nos cae, ¡mucho mejor que el Athletic!».
«Nos tocará verlo en el bar...»
David Bisan y Leire Niese, de Fustiñana y Pamplona, respectivamente, aguardaban con cierto nerviosismo el inicio de la contienda. Ella, pamplonica, es de la Real «de toda la vida. Es algo familiar». Él, en cambio, es osasunista aunque también tiene una parte de su corazón txuri-urdin «porque mis hijos viven en Donostia, y eso también tira».
«De todas formas tenemos un pique sano», señala David, quien añade que «nos habían dejado los carnets de socios dos amigos osasunistas y nos hemos puesto a hacer cola a las 7.30 horas, no nos lo queríamos perder». Leire, que suele ir de vez en cuando a la capital guipuzcoana a ver a la Real, destaca que el nuevo Anoeta «es precioso, ha mejorado mucho el ambiente, es una gozada».
Con todo, algunos aficionados txuri-urdin se llevaron un chasco al quedarse sin entradas. Es lo que le pasó a Amaia Mendicute y a sus amigas, que tuvieron que seguir el encuentro desde un bar. «Hemos salido de Donostia a las 11 y cuando hemos llegado a taquilla ya no había billetes... Es una pena», admitía resignada Amaia.
Los que sí pudieron entrar a El Sadar fueron Pili Fernández y Jonathan Campo, de la Peña Altza, a la que le correspondían «dos de las 40 entradas destinadas para peñas de las 215 que había en total. Yo creo que son muy pocas, pero en fin...», decía Pili.
A su vez, Jesús Jimeno y su hija Paula observaban con rostros ilusionados los andamiajes que rodean una de las tribunas del estadio rojillo. «Esperemos que para octubre del año que viene hayan concluido las obras... Nos hace mucha ilusión tener un estadio remodelado», afirmaba Jesús. Ellos dos, por cierto, son partidarios de «ponerle un busto a Jagoba Arrasate. Él es el responsable de que equipo y afición vuelvan a estar unidos».
Las buenas palabras, eso sí, terminaron según arrancó el partido. Es en ese instante cuando El Sadar entra en una dimensión desconocida, llena de ruido, furia y descontrol. Tal y como se pudo comprobar, en el verde no hay amigos que valgan.
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