Ladran, luego cabalgamos
Offside ·
El Barça apunta al árbitro para ocultar en la previa del 'clásico' que una Real cinco años más joven y con una décima parte de su presupuesto le dio un baño de fútbolEl baño de fútbol que le dio la Real al Barcelona ha escocido en la ciudad condal. En realidad ya están acostumbrados a salir con ... las orejas gachas de Anoeta, porque son muchas las veces que se le ha pintado la cara aquí, pero esta vez no se lo esperaban. Venían crecidos después de ganar en ocho de las nueve anteriores jornadas y pensaban que iba a ser un paseo militar ahora que su tridente salvador empieza a carburar. Que es de lo que viven. Pero de eso nada. A cuatro días del 'clásico' la Real dejó al descubierto sus vergüenzas y había que taparlas rápidamente no fuera a ser que la moral de la tropa se resintiera ante el duelo con los blancos. ¿Cómo? Poniendo en la diana a Alberola Rojas, uno de los mejores árbitros de la Liga.
Valverde no perdió el tiempo: «El penalti de Busquets no es y hay agarrón a Piqué». Así. Con dos narices. Entrenar al Barcelona conlleva a veces renunciar a tu credibilidad y prestigio en aras a una mal entendida defensa del club. Porque claro, a ver cómo justificas que con un presupuesto diez veces mayor el rival te ha dominado, ha combinado más y mejor, ha rematado más veces y ha lanzado más córners. Jugando tú con Messi, Griezmann, Suárez, Piqué, Busquets, Ter Stegen... Me imagino a más de un aficionado culé tecleando en la wikipedia los nombres de Remiro, Guevara, Zubeldia, Merino, Isak y compañía para saber quiénes eran esos chavales que les estaban bailando.
El caso es que el pobre Valverde, al que tengo por gran entrenador y mejor persona, tuvo que hacer el papelón. Le he entrevistado en un par de ocasiones cuando dirigía al Athletic y el año pasado tuve la ocasión de acudir a la charla que nos dio a los entrenadores guipuzcoanos en el Aquarium donostiarra con motivo del centenario de la Federación Guipuzcoana. Es un tipo humilde, cercano, igual de accesible ahora que cuando empezó en los cadetes en Lezama. Y esas declaraciones no van acordes con su persona ni con su trayectoria, así que habrá que enmarcarlas en el prepartido ante el Real Madrid, que empezó a jugarse en cuanto terminó el de Anoeta.
El síndrome del nuevo rico. Pero lo que es gracioso es que haya salido el presidente Bartomeu a anunciar que hoy mismo pedirá explicaciones a Rubiales por la actuación del VAR en la jugada de Piqué, ese agarrón a Llorente con posterior piscinazo del catalán que allí han considerado un robo. Del resto del partido, nada. La táctica del avestruz.
El Barcelona sufre el síndrome del nuevo rico que quiere aparentar lo que no es y que vive frustrado porque sabe que la grandeza no la compran los millones. Han sido demasiados años a la sombra del Real Madrid hasta que llegó Johan Cruyff en los noventa para rescatarles del olvido. La gente de ahora desconoce que de los 60 primeros campeonatos solo ganó diez. Era una especie de Atlético de Madrid o Valencia, pero con dinero, que cada diez años ganaba una Liga. Hasta que llegó Cruyff y creó un estilo propio. Después su discípulo más aventajado, Pep Guardiola, lo adaptó al siglo XXI y ello junto a la presencia los últimos quince años del mejor jugador de la historia, Leo Messi, le ha permitido dominar la Liga ante un Real Madrid a la baja. Pero de aquel estilo ya no queda nada, por eso ni con el argentino han podido evitar humillaciones en Europa tan importantes como las sufridas ante el Liverpool, Roma, Juve, Chelsea, Bayern, Inter... Que hasta el Atlético le ha eliminado dos veces en cinco años. Y eso duele cuando ves que el Real Madrid te sigue triplicando en número de Copas de Europa.
Ensañarse con el débil. Así que lo fácil es ensañarte con el débil. La Real lo sabe muy bien porque lo ha padecido en sus carnes. Ahora desprecían su gran partido, algo que no hizo, por cierto, Luis Enrique hace dos años cuando el equipo de Eusebio le pasó por encima como un camión. Lo aceptó, lo reconoció y mandó un duro mensaje a los suyos. Por eso digo que la grandeza no se compra. Se tiene o no se tiene.
Y el Barcelona, con la Real, nunca la ha tenido. Y eso se empieza a notar en las visitas a Anoeta, donde cada vez trae menos seguidores. La grada visitante era todo cemento. Porque es un club que ni ha sabido perder, como ahora, ni ha sabido ganar. Recordamos las burlas de Busquets y Xavi a los realistas en aquella semifinal de Copa de 2014 cuando Arrasate tuvo que salir mostrando el escudo para pedirles respeto. En el túnel de vestuarios les recordaban a los blanquiazules cuál era el día de la final. ¿Verdad Griezmann?
Una larga lista de afrentas. Hace dos años, también en la Copa, aunque en este caso en cuartos, el Camp Nou festejó por todo lo alto la clasificación de los suyos con gritos despectivos hacia lo txuri-urdin como 'Illarra, bota de oro' y 'adiós, a la copa adiós'. Las afrentas han sido innumerables. Una de las más grandes fue cuando compró a tres jugadores de la Real para ganar aquella final de Copa de 1988. Eran tiempos en los que aquí peleábamos la Liga con el Real Madrid y ellos estaban fuera de los puestos de Europa. Unos años antes, cuando se les ganó dos Ligas seguidas, vinieron a por Arconada y Zamora a cambio de construirnos un nuevo estadio. Entonces el amor a los colores estaba por encima del dinero y tuvieron que volverse con el rabo entre las piernas. Hoy son leyendas eternas aquí.
Otra épica que el realista no olvida fue cuando, tras la muerte de Ormaetxea, tocó ir al Camp Nou. La Real pidió guardar un minuto de silencio pero el Barcelona se negó. Valors. Años más tarde el Real Madrid, a iniciativa propia, guardó ese minuto de respeto en el Bernabéu cuando un aficionado realista falleció en accidente de tráfico cuando se dirigía al partido. La grandeza, esa que no se compra. Y es que no hay club más pobre que aquel que solo tiene dinero.
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