ILUSTRACIÓN: MIKEL CASAL
Perfil

Jokin Aperribay, un hombre y su misión

El presidente de la Real Sociedad, elevado por aclamación a su cuarto mandato de un club que ha reinventado en 14 años

Iñaki Izquierdo

San Sebastián

Domingo, 4 de diciembre 2022, 07:20

El sábado 20 de junio de 2009, tras una desangelada victoria en Elche, Jokin Aperribay se estrenó como presidente de la Real, seis meses ... después de su elección. Bajó al vestuario del Martínez Valero y le dijo a Xabi Prieto que a partir de la temporada siguiente jugaría con el dorsal diez. Lo dijo delante del portador de esa camiseta, el turco Necati, que aunque tenía un año más de contrato supo en ese instante que debía hacer las maletas de regreso a Estambul.

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Aquel momento explica mucho de lo que ha sucedido en la Real en los últimos catorce años. No hay nada más peligroso que cruzarse en el camino de un hombre convencido de que tiene una misión, y Aperribay se ha guiado desde el primer día por un marcado sentido de ser el depositario de una tarea histórica. En su caso, devolver a la Real su grandeza. Aquella charla de Elche se produjo en el vestuario de un equipo de Segunda, con el fútbol que cuenta de vacaciones. Un destierro en toda regla. Un mundo separaba a la Real, que acababa de fracasar por segunda vez en su intento de ascenso, de la élite.

Hasta ese día, la camiseta 10 de la Real había deambulado de espalda en espalda desde la retirada de Javier de Pedro. Se adjudicaba al último en llegar si no había otra disponible, lo contrario de lo que exige ese dorsal en la historia del fútbol y del propio club. Podría tomarse como un símbolo de la decadencia dramática de la institución. Desde aquella tarde en Elche, solo dos hombres han llevado esa camiseta: Prieto y Oyarzabal.

Convicción

Marcado por el equipo campeón y por la figura de Arconada, parte de la base de que la Real es un grande

Aperribay nació en 1966 y conoció los años gloriosos de la Real en un momento vital decisivo para cualquier persona, la primera juventud. En su caso, con el añadido de que su padre, Joaquín Aperribay, era vicepresidente del club y amigo personal de Luis Arconada, figura totémica del realismo. Esa experiencia le marcó. En su concepción, la Real es un equipo campeón y esa certeza ha guiado su paso por el despacho principal de Anoeta.

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Apoyos y buenos equipos

No era una empresa razonable, todas las evidencias desmentían ese afán. Aperribay recogió una Real en ruinas pero entre los papeles de su carpeta ya asomaban varios argumentos que han definido su mandato, 14 años en los que ha reinventado el club. Después de tres años catastróficos y uno último divisivo hasta lo inimaginable, el empresario se presentó en la Junta de diciembre de 2008 con todos los apoyos asegurados para asumir el control. Un trabajo de meses para cerrar el compromiso de todo el que tenía algo que decir en Gipuzkoa. Hasta sus críticos le reconocen su capacidad para rodearse de buenos equipos como uno de sus principales activos.

Presidencia

Podría ser su último mandato y le quedan cinco años para ganar la Liga; cree que es posible

Necesitó convencer a Hacienda y a Kutxa para salir del concurso de acreedores. Eligió para pilotar el proceso a José Luis Martínez, uno de los redactores de la ley y de los mayores expertos en la materia a nivel estatal. El abogado ideó el recurso a los préstamos participativos, fórmula que permitió a la Real –con el apoyo de la sociedad guipuzcoana a través de sus representantes institucionales legítimamente elegidos, al que el club deberá eterna gratitud– abordar el pago de una deuda imposible. Salió del concurso en 2013 y el 14 de febrero de 2018 la deuda quedó saldada en su totalidad.

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Aperribay alineó detrás de su planificación a los despachos alfa de la Diputación, el de Olano y el de Iñaki Galdos. Miembro destacado de la élite empresarial, disfrutó del respaldo unánime de sus pares en el mundo de la industria y el dinero. Ese soporte no evitó otras complicidades. También se aseguró de contar con la izquierda abertzale de su lado desde el primer día. Luego mantuvo una convivencia armónica con el alcalde Izagirre y el diputado general Garitano.

Presidente

El 20 de diciembre de 2008, los accionistas de la Real eligieron a Aperribay en una Junta tensa en el velódromo. Foto: José Mari López

Ascenso

La plantilla blanquiazul celebra el regreso a Primera, que marcó el inicio de la transformación del club. Foto: José Mari López

Campeonas de Copa

Las realistas celebran con la multitud reunida en Alderdi Eder el título logrado en Granada ante el Atlético. Foto: José Mari López

Dos meses después de Elche, el 15 de agosto de 2009, la Real celebró el partido de su centenario en Anoeta. Vino el Real Madrid, para incomprensión de su máximo responsable deportivo, Jorge Valdano, que se quejó a Florentino Pérez de que un partido contra un equipo de Segunda no era conveniente en la preparación del inicio de Liga. El presidente blanco le desmintió de forma rotunda: la Real no es un equipo de Segunda, es un club grande. La vieja rivalidad, el respeto histórico entre adversarios que han jugado de tú a tú tantas veces, las grandes derrotas, el fútbol de verdad son cosas que trascienden la coyuntura. Valdano no rechistó, envió al equipo a Donostia y descubrió a Griezmann.

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Aperribay reservó billete fijo en el avión a Barajas. Estar en primera persona en el foro donde se toman las decisiones de la Liga fue una decisión estratégica. Logró tener voz. La Real volvía a contar. No maniobró como un equipo de Segunda sino como un club grande, lo que era por naturaleza en esa convicción innata del presidente. Le faltaba una cosa y se la pidió a Loren, su director deportivo: ganar.

El «aldabonazo» de las Copas

Cuando parecía que los trofeos eran una reliquia, porque el ciclo histórico impediría ya para siempre que clubes como el blanquiazul volvieran a ser campeones, la Real ha vuelto a ganar. La Copa del equipo femenino en Granada –«un aldabonazo», en palabras del recordado 'Pato' Reizabal– precedió a la Copa de Sevilla, el éxito más brillante del mandato de Aperribay por el momento. Aunque su gran éxito es haber llevado al club al escalón que hoy ocupa en el peldaño de la Liga, el de los equipos europeos.

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Aperribay comanda la empresa familiar SAPA, cuya actividad ha estado «ligada al sector de la defensa», según se lee en su web corporativa, donde se añade que desarrolla «tecnología para un mundo más seguro». Con intereses en Estados Unidos, juega las grandes ligas del sector. Diestro en el manejo de los números, según destacan colaboradores cercanos, Aperribay gestiona la Real con la convicción de que el fútbol no debe ser un negocio rentable. Que incluso cuando un ejercicio arroja beneficios, son de risa en comparación con los estándares empresariales. De ahí surge su concepto de «explotación estresada», que se traduce en que ha puesto en marcha un rodillo voraz convencido de que la fórmula de la sostenibilidad del negocio del fútbol es el éxito. Tras relevar a Loren, ha encargado esa misión a Roberto Olabe, una aspiración personal del presidente desde el principio. La remodelación de Anoeta, eterno anhelo del realismo, es la obra perdurable que simbolizará su legado y el máximo exponente de esta visión expansiva de lo que debe ser el club.

Nuevo estadio

La remodelación de Anoeta con la eliminación de las pistas es la obra perdurable que simbolizará su legado. Foto: Unanue

Copa en Sevilla

El capitán de la Real, Asier Illarramendi, recibe la felicitación de Aperribay en el palco de La Cartuja. Foto: RFEF.

Último mandato

Aperribay, en la Junta de Accionistas del pasado día 29, en la que fue reelegido. Foto: Lobo Altuna

Esa economía tensa se alimenta de un crecimiento exponencial de los ingresos recurrentes –los que deben garantizar la estabilidad– y del mercado, que aporta el plus para ser equipo europeo estable y generar el círculo virtuoso de mejores jugadores, más abonados, más derechos de televisión, más dinero y mejores fichajes para empezar de nuevo. Por eso a Aperribay no le gusta que no haya más realistas en el Mundial. En términos de valor no es bueno. Puede transmitir la idea de que la pasarela entre la Real y los grandes escenarios no es tan directa. El descanso no cotiza en la economía tensa de mercado. Los éxitos, sí.

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Catorce años después de ser elegido, Aperribay afronta el que podría ser su último mandato y gobierna por aclamación. Ha vuelto a ganar títulos para confirmar que tenía razón. Le quedan cinco años para ganar la Liga. Cree que es posible. Sigue siendo un hombre con una misión.

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