Oyarzabal, en el Reale Arena. Royo

El jefe del taller

Cuando los ratones dejan de respetar al gato, ya no paran de bailar

Martes, 26 de noviembre 2024, 16:37

Quienes tengan una opinión excesivamente clara sobre el cruce de declaraciones post derbi de Imanol y de Oyarzabal y se decanten por uno o por ... otro sin ningún tipo de duda, en mi opinión son los que más se equivocan. Estas situaciones son complejas, siempre hay parte de verdad en ambas posturas y muy probablemente los dos hayan cometido algún error.

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Que la Real no dio la talla en San Mamés y que Imanol tiene la responsabilidad de apretar a sus jugadores, es un hecho. Se podrá discrepar sobre si debe hacerlo en público o en privado, pero no es ni la primera ni la última vez que un entrenador utiliza la rueda de prensa para sacudir el árbol del vestuario. De la misma forma, que los jugadores son los que saltan al campo y que el capitán es la persona indicada para trasmitir al entrenador cualquier queja o sugerencia de la plantilla, también es correcto. Además, yo como entrenador siempre defendí que, aunque mi opinión fuese diferente, si no he conseguido que la plantilla crea en lo que yo planteo, debo saber escuchar y moverme yo, al menos hasta que consiga convencerlos de mi idea.

Dicho lo cual, en este caso creo que es la forma la que abre una brecha que convendría cerrar lo antes posible. Y es que, al haber respondido Mikel a Imanol también en público, como cuando las quejas al árbitro se realizan ostensiblemente, de alguna manera con ello se impide al juez poder dejarlo pasar. En una discusión privada, el entrenador puede escuchar, ceder y seguir lo que sus jugadores le marquen, siempre desde su autoridad, pero con la humildad necesaria para otorgar a los protagonistas esa capacidad de influencia, siempre que sea de manera ordenada y, sobre todo, privada. Pero al haberlo elevado el capitán a público, sintiéndolo mucho, creo que el entrenador está obligado a marcar su autoridad, aunque al mismo tiempo tome nota del recado y lo acepte como aportación constructiva.

Hace ya algún tiempo (antes del descenso) ya ocurrió en la Real que los jugadores, por eso de ser de casa y sentirse o saberse intocables, adquirieron un poder excesivo que, pese a ser los protagonistas y todo lo que ustedes quieran, arruina automáticamente el primer principio fundamental de rendimiento en cualquier organización en la que uno es el jefe y los demás, los soldados. Por supuesto, esto no quiere decir que se haga con mala voluntad, pero cuando los ratones dejan de respetar al gato, ya no paran de bailar. Es humano y natural que se bajen los niveles de autoexigencia y se resienta la aportación individual de rendimiento.

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Imanol debe hablar con Oyarzabal y aclarar la situación; debe escuchar a toda la plantilla para nutrirse y revisar lo que estén haciendo, incluidos los planteamientos que los jugadores estén mirando con dudas; y debe hacerlo con humildad y con ánimo sincero de tomar nota. Pero además debe dar descanso a Mikel y remarcar que el jefe del taller es él y que, aunque se muestre abierto a escuchar, su autoridad no se puede cuestionar. Y doy por hecho que para el propio Imanol posiblemente sea más cómodo empoderar a Mikel y mantenerlo con el brazalete en el once, pero creo que sería dejar una puerta abierta a que a la larga el vestuario se pudiese equivocar, al menos si no vuelven de inmediato los buenos resultados.

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