Garitano, un entrenador en el alambre con amistades en el vestuario txuri-urdin
Pese a llevar al equipo a una final de Copa y navegar en la zona media, el técnico vizcaíno afronta cada partido como un examen final
Son casi vecinos, uno vive en Orio y el otro en Zarautz. Y ambos llegaron al banquillo de Real y Athletic a finales de ... 2018, en plena crisis deportiva de ambos clubes y lograron reflotarlos. Cada uno con su estilo, Imanol Alguacil con un fútbol de ataque y Gaizka Garitano apostando más por la solidez. Ambos lograron un hito al clasificar en marzo a sus respectivos clubes para la final de Copa, que iba a marcar un antes y un después para uno de los dos técnicos. La pandemia congeló ese duelo que esperan retomar en abril. Imanol, de momento, acaba de renovar y nadie espera ver a otro técnico en la final de La Cartuja. Pero Garitano, pese al éxito copero y mantener al Athletic en la zona tranquila de la tabla, afronta cada partido como un examen final en el que parece que su puesto pendiera de un hilo. Buenos amigos ambos, esperan darse en Sevilla el mismo abrazo que se darán mañana en San Mamés.
Los técnicos de Real y Athletic tienen buena relación, aunque el deriotarra con quién realmente mantiene una amistad íntima es con el segundo de Imanol, Mikel Labaka. No era extraño verles juntos en la zona alta de la Tribuna Principal de Anoeta, justo debajo de la prensa, cuando Garitano estaba sin equipo. Exfutbolista de la Real, con la que bajó a Segunda junto al central azpeitiarra y trató, sin éxito, de ascender, Garitano acudía a Anoeta a perfeccionar sus conocimientos tras sus pasos por Eibar o La Coruña. Si no estaba Labaka, el ahora técnico bilbaíno acudía con Mikel Aranburu, el excapitán txuri-urdin, o el bertsolari Amets Arzallus. También era asiduo a los entrenamientos de Eusebio en Zubieta, de los que no perdía detalle. Con el tercer entrenador realista, Jon Ansotegi, también mantiene buena relación.
Garitano navega ahora contracorriente en el Athletic, donde buena parte de la crítica y el público le pide un fútbol más audaz y contar más con los canteranos. Aunque lo cierto es que desde su llegada y pese a no tener fichajes, ha ido sacando los resultados y la plantilla parece estar con él. De momento, ha salvado varios match-points, cual gato que tiene siete vidas. El vizcaíno ha comido, de hecho, el turrón, pero afronta en el último día del año una prueba importante ante el rival vasco por excelencia. Antes del partido, habrá abrazos y alguna confidencia con sus excompañeros. Luego, será una batalla sin cuartel.
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