No me equivoco si creo que más de un aficionado txuri-urdin prefería, aun traicionando en muchos casos su corazón, que el Real Madrid siguiera ... en Champions. La prematura caída de los blancos en Europa ha dejado al descubierto algunas carencias que el título de Liga había ocultado. Y a falta de dinero por la crisis para megafichajes como Mbappé o Pogba, Zidane ha decidido que se lleva a Odegaard a coste cero. Es lo que tiene el actual fútbol líquido. Solo cuenta el último partido.
El club blanco había dado su palabra a la Real de que estaría dos años cedido, más allá de que por un trámite legal hubiera que formalizar el préstamo de año en año. Pero poco margen tienen el presidente Aperribay y el propio noruego para poder seguir una temporada más, como era el deseo de todos. Eso sí, el valor de la palabra del Madrid se ha devaluado.
La salida de Odegaard es un golpe para la Real, que con él en sus filas tenía un equipo redondo. La afición txuri-urdin, además, le quiere y le deseará lo mejor, incluso con la esperanza de que algún día nuestros caminos vuelvan a cruzarse. No obstante, hay alternativas, en su mayoría de la casa. La fuerza de un club como la Real reside en su cantera y aunque nos apena su probable marcha, más traumática pareció en su día la marcha de jugadores como Illarramendi o Iñigo Martínez, por no hablar de los Etxeberria, Bakero y compañía.
Oyarzabal, Januzaj, Merquelanz o Roberto López, el mediapunta del filial en el que algunos tenemos puesta mucha fe, pueden rendir bien en la posición del noruego. La previsible salida de Odegaard también evidencia que la decisión de aplazar la final de Copa, por muy buena voluntad que hubiera en todos, descafeína deportivamente la cita. Uno de los mayores artífices de que la Real luche por ese título no estará en ese partido, a la espera de que le pongan fecha de una vez. Una verdadera lástima.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión