Choque de trenes en el Reale Arena

La Real lleva con la flechita hacia arriba un tiempo. Más allá de haber enderezado el rumbo en la Europa League acercándose incluso al top-8 y solventado las dos primeras eliminatorias de Copa, en el torneo de la regularidad ha enganchado cinco triunfos en siete partidos que le han llevado hasta posiciones europeas. Con el mérito de haber remontado en una fase de calendario complicada, porque ha tenido que ganar fuera a Girona y Sevilla, por ejemplo -además de al Leganés-, y en casa a Barcelona y Betis. Esas cinco victorias las rubricó sin que Remiro recibiera ningún gol, lo que habla a las claras de la fortaleza defensiva blanquiazul.

En estos dos meses solo ha sufrido dos tropiezos en Liga, contra Osasuna (0-2) en Anoeta y en el derbi de San Mamés (1-0). Dos malos partidos que no han frenado la trayectoria ascendente de los de Imanol, que han recuperado las buenas sensaciones cuando algunos equipos empiezan a flaquear.

Después de una pretemporada en la que el técnico apenas pudo trabajar con sus titulares por la Eurocopa y los Juegos Olímpicos, y en la que algunos refuerzos como Óskarsson y Aguerd llegaron con el campeonato empezado, con el paso del tiempo ha ido armando un bloque tan fuerte como el de los cinco años anteriores que se refleja, principalmente, en la dificultad de los rivales para hacerle daño. Solo ha encajado un gol en los últimos ocho partidos oficiales y eso habla muy bien de su trabajo sin balón.

A esa solvencia defensiva se están añadiendo en los últimos partidos la recuperación de hombres clave como Brais en la zona de enganche y Kubo, Oyarzabal y Barrenetxea arriba para certificar con goles la calidad que siempre se le presupone al conjunto txuri-urdin. A todo ello, se añade en el plano moral la confianza que ha ganado en casa después de enlazar cuatro victorias seguidas ante Barcelona, Ajax, Betis y Dinamo de Kiev.

La comodidad del triunfo ante el conjunto ucraniano permitió a Imanol dosificar a sus jugadores. Del presumible equipo titular de este solo Remiro, Zubeldia y Aguerd disputaron el partido entero el jueves mientras que otros como Javi López, Zubimendi, Sucic o Sergio Gómez no jugaron. A Brais le retiró en el descanso y Aramburu, Kubo y Oyarzabal se ahorraron la media hora final.

El conjunto canario se ha transformado en un equipo peligroso desde que Diego Martínez reemplazó a Luis Miguel Carrión en el banquillo en el parón de octubre. Desde entonces suma los mismos números que la Real, cinco victorias y dos empates, aunque en su caso llama más la atención porque en las nueve primeras jornadas lo máximo que había conseguido fueron tres empates, perdiendo los seis restantes encuentros. Rara vez se ve un cambio tan radical en tan poco tiempo.

La escuadra canariona ha ganado fuera al Valencia, Rayo Vallecano y Barcelona, y en su casa al Girona y el Valladolid, resultados a los que hay que añadir los dos triunfos obtenidos en la Copa ante el Ontiñena y el Europa. Las derrotas llegaron ante el Atlético (2-0) y el Mallorca (2-3).

Diego Martínez ha logrado recuperar la confianza de los jugadores y unirles en torno a una misma idea y objetivo. Asimismo, su gestión emocional con la plantilla está teniendo resultado, así como la comunión con una afición que está disfrutando de este inesperado éxito cuando hace nada se veía camino de Segunda.

Su estrella es el exrealista Sandro Ramírez, que con 6 goles y 2 asistencias, firma su mejor temporada en la Liga desde que en la 16/17 se destapó con 16 goles en el Málaga. En la Real no marcó ninguno en el curso que estuvo cedido, el 18/19, y acabó relegado al banquillo por Imanol en la segunda vuelta. Ahora viene de firmar el doblete que tumbó al Valladolid (2-1) en la última jornada y de hacer uno de los goles del histórico triunfo (1-2) en el campo del Barcelona el día que los blaugrana celebraban el 125 aniversario de su fundación.