Brais Méndez, el bandido con más clase de Lisboa
El gallego intercepta balones en campo contrario, distribuye con categoría y se ofrecie por todo el campo, como muestra la jugada del gol
Ni a los carteristas que operan en las líneas de autobús y tranvía de Lisboa tiene nada que envidiar Brais Méndez. Lo suyo es ... robo de guante blanco. Solo en aquellos lugares donde el botín lo merece. En campo contrario. Donde la dificultad se dispara por la seguridad que adopta el rival, por el olfato que requiere la artimaña y por el despliegue físico necesario para subir hasta allí.
El gallego se ha convertido en el más sofisticado ladrón de balones altos. Capaz de birlar la posesión a los más talentosos futbolistas de la Champions sin que le vean llegar y sin que puedan darle alcance antes de que haya repartido el botín a algún compañero. Es el modo de delincuencia que mejores réditos ha dado al equipo tantas y tantas veces. También este martes, en una de las capitales del arte del hurto. Los iniciadores de jugada del Benfica temblaban a partir de la media hora de juego, temerosos de que apareciera de la nada el carterista txuri-urdin para quitarles el cuero y generar una clara situación de gol.
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Su mapa de calor Cubrió mucho campo, ocupando sobre todo el flanco derecho de la medular. Presionó en campo contrario para robar varios balones y ayudó en tareas defensivas.
Varias han sido las ocasiones en las que el oficio de Brais ha permitido robos de cartera en campo contrario, aunque el gol no llegara por esta vía. Ejemplo. Minuto 67. Empiezan a pesar las piernas. Termina un ataque de la Real con el lanzamiento al larguero de Kubo y se dispone a salir a la contra el equipo de casa. ¿Quién emerge como fantasma invisible para interceptar el cuero? Él. El bandido con más clase de Lisboa en el día de este martes.
Pero el gallego no solo vive del más elegante desfalco futbolístico. Cuando no se dan las circunstancias –lo que solo las altas inteligencias son capaces de detectar–, se dedica a la creación, faceta que, por cierto, desarrolla solo desde determinados postulados estéticos.
El primer toque de balón tras control, sutil y siempre orientado hacia la travesura, ha valido un par de caños de bella factura visual en la medular. ¡Oooohhhh! Pero lo suyo no es pura ornamentación. Es pragmatismo y funcionalidad. Un péndulo en el centro del campo para repartir balones a un lado y otro. Una distribución impecable en tiempo y forma. Al pie o al espacio, pero con precisión.
¿Y cuando no se dedica ni a robar, ni a crear? Los artistas como él, bohemios y egoístas en muchos equipos, tienden a desconectar hasta que olfatean su siguiente fechoría. Pero Brais tiene pulmón y espíritu como para acompañar todo lo que acontece alrededor, con una concentración máxima y un compromiso admirable. Irrumpe en los callejones donde solo él intuye que va a suceder algo. Como en la jugada del gol. Desde segunda línea, se ha colado tras el amasijo de piernas defensoras del Benfica, ha avanzado ese pasito hacia el primer palo con la picardía del más listo de la clase y ha empujado el centro de Barrenetxea al fondo de las redes para seguir siendo el goleador de las grandes noches europeas de la Real. Old Trafford, Da Luz... Que siga.
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